Publicado 29/10/12 a las 13:21
por Adm. del blog de El Museo Nacional de Ciencia y Tecnología de España (MUNCYT)
La piedra que desafió a Aristóteles.
Nos
imaginamos los quebraderos de cabeza que la
piedra imán dio al filósofo de Estagira. ¿Cómo
explicar que aquella piedra singular pudiera ir
contra la naturaleza, haciendo que un trozo de
hierro no cayera al suelo? No es de extrañar que
esas piedras llamaran la atención, hasta el punto
de ser un atractivo en los gabinetes de filosofía
natural del siglo XVIII y, por su interés histórico,
mostramos una en el MUNCYT. Aristóteles
estaba perplejo porque ese pedrusco, que debería
ser inanimado como todas las piedras,
manifestase una propiedad reservada a los seres
animados, como era la de poder mover trozos de
hierro hacia arriba. ¿O sería cierto que la piedra
imán estaba dotada de alma (estaba “animada”)
como había pensado Tales de Mileto?
Es hora de recordar que según las ideas
aristotélicas el mundo sublunar está formado por
cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, y
cada uno de ellos tiene su “lugar natural”,
correspondiendo el fuego a lo más alto (y
sublime) y la tierra a lo más bajo (y rastrero).
Así, por ejemplo, dado que el humo contiene
fuego, es natural que se eleve al cielo. Y de la
misma manera todas las piedras –y los objetos
de hierro- formadas fundamentalmente por
elemento tierra, tienden a caer al suelo, o a
hundirse en el agua.
Aristóteles conocía la magnetita, que es el
nombre que recibe en mineralogía la piedra imán,
aunque lo cierto es que sólo una pequeña parte
del mineral magnetita que existe en la Tierra
está magnetizada –como piedra imán-. La teoría
más extendida es que la propiedad magnética
aparece cuando a una pieza del mineral, con una
estructura cristalina determinada, la alcanza un
rayo, por causa del intenso campo magnético
que éste lleva asociado.
Las primeras referencias a la piedra imán datan
de la época del mencionado filósofo Tales de
Mileto en el siglo VI a.C., pero su conocimiento
debía ser incluso anterior, porque existen
leyendas que se refieren a ella, como la del
pastor Magnus, del que se dice que, cuando iba
con su rebaño por el monte, notó una fuerza que
atraía su bastón de punta de hierro con fuerza
tal que el bastón se quedó pegado a la roca, y el
pobre pastor no pudo separarlo. O la de una muy
improbable isla de la montaña del Imán, de la
que habla Plinio y se describe en “Las mil y una
noches”: Alah el Altísimo dotó a la Montaña del
Imán de una secreta virtud que le permite atraer
todos los objetos de hierro. Y no puedes
imaginarte la enorme cantidad de cosas de hierro
que se ha acumulado y colgado de dicha montaña
desde que atrae a los navíos. ¡Sólo Alah sabe su
número!
Por ese mítico carácter, Aristóteles incluso
escribió también acerca de unas supuestas
propiedades curativas de los imanes naturales,
poniendo la primera piedra (en este caso imán)
de la magnetoterapia, esto es la creencia, por
supuesto nunca probada, de que el magnetismo
puede curar enfermedades, y la endeble base
que sostiene las pulseras magnéticas y demás
artefactos seudosanatorios que nos quieren
vender en la teletienda.
fuentes
www.muncyt.es
Artículo : 'Ensayos divergentes. La piedra imán'.
Imagen :
http://es.m.wikipedia.org/wiki/Archivo:Magnetite.jpg