¿Sociedad de la información o sociedad de la opinión? Últimamente es un tema recurrente en mis pensamientos. A veces busco opinión, pero a veces buscando información me encuentro con opinión y me resulta muy decepcionante. Ya no os cuento si la mayoría de las opiniones son para criticar… me hastía.
- Filosofía con niños de Ediciones Novedades Educativas
Así, con cualquier tema, suelo analizarlo desde un punto de vista racional y llevármelo luego a mi lado emocional para encontrar la mezcla única y exclusiva adecuada para mí. Con mis hijos intento ser lo más aséptica posible con respecto a mis pensamientos para poder hacer prevalecer lo que creo que más se adapta a ellos mismos aunque no sea lo que más se adapte a mí. Mi hijo me dice a veces cuando me da por enseñarle “filosofia de andar por casa” que no le queda claro si pienso de una manera o de otra, a lo que suelo responder con algo así como: es que no quiero que pienses lo que yo pienso, sino lo que tú quieras pensar ;-) Por eso siempre suelo tener entre mis lecturas libros sobre filosofía para niños; suelen darme ideas para plantear pensamientos, para abrir planteamientos, para no perder la perspectiva de que debo favorecer que aprenda a pensar por sí mismo.
Y es que no me interesa que piense como yo pienso, me interesa que piense como él quiera pensar. Que sienta como él quiere sentir. Por eso generalmente no me posiciono con él sobre muchos temas sobre los que desde luego tengo mi opinión; intento abrir su pensamiento siempre con nuevas preguntas a las que quiero que él mismo dé respuesta sobre lo que ya cree tener una idea formada, para que observe que hay muchas posibilidades y posiblemente igual de válidas. La opinión siempre está basada en un prejuicio: nosotros mismos. Tomas una información, y la filtras por tu conocimiento, experiencia y por tus emociones, por eso se convierte en tu opinión. Pero la opinión no enseña si no se realiza el ejercicio de analizarla.
Actualmente me parece uno de los mayores peligros de una sociedad que convive con tanta opinión. Si antes me lo tomaba al respecto de la educación de mi hijo como algo puntual, un poco unido a esa filosofía de andar por casa, ahora creo que se convierte en uno de los puntos fuertes de la educación que doy en familia, dado que la edad de mi hijo ya permite muchas veces este tipo de diálogos. Me preocupa mucho que la opinión se esté diluyendo ya por tantas áreas. Antes era más clara la diferencia entre información y opinión, pero mi sensación es que ahora se entremezcla tanto que sin un criterio sólido de pensamiento uno puede no tener claros esos límites. A mí me gusta conocer las opiniones, me da mucha información por sí misma y sobre las personas que las dan, pero no deja de ser nueva opinión mía si no se basa solo en datos. Opinar sobre uno mismo y compartirlo me parece generoso, interesante y constructivo. Pero lo de opinar sobre lo que otros opinan… ummmmhhh, no, lo siento, ahí me me posiciono en modo huida. Porque además suele ser tan destructivo, que no me aporta nada, más bien me desinforma totalmente.
No sé por qué “opino” que este libro puede ilustrar mi opinión de los que viven criticando…
Creo que es uno de los grandes retos educativos hoy en día: enseñar a pensar a los niños, no decirles cómo o qué tienen que pensar. Me parece tan, pero tan peligroso interferir en esa etapa de la infancia que creo fundamental educar desde casa en ese sentido. No creo que sea el papel de ningún miembro de la sociedad, ni siquiera de los padres, educar en nuestras opiniones. Es innegable que mantener una asepsia en ese sentido resulta muy difícil como padres, pero como maestros o profesores debería ser un principio básico, y como padres ejercer voluntariamente en la medida de lo posible ese control sobre lo que son nuestras opiniones. Ya lo he dicho en más ocasiones: si como madre soy capaz de hacer pensar a mi hijo como yo pienso, ¿qué confianza tengo de que está aprendiendo que debe pensar por sí mismo y no como el resto de personas le digan que debe pensar?
Muchas opiniones resultan divertidas a nivel intelectual y de análisis, pero tienen el peligro de ser alienantes, porque a veces la propaganda se disfraza de opinión. Y se me antoja que con las nuevas tecnologías esta tendencia se hace cada vez mayor. Acceder a la información es sencillo y puede resultar hasta abrumador, pero separar la que es imparcial de la parcial puede ser el mayor de los retos a los que te puedas enfrentar. Es mi opinión, y como tal no voy a pretender decirle a mi hijo lo que tiene que ver o escuchar, pero sí voy a promover que tenga suficientes recursos para poder hacerlo con criterio, y así entender la diferencia que siempre debería haber entre información y opinión. Realmente hago lo mismo con este blog, doy opiniones por supuesto, porque si tuviera que dar información hablaría de un tema que probablemente a la mayoría os resultaría nada interesante pero al mismo tiempo intento siempre transmitir que si es para que lo sigáis al pie de la letra os estaríais equivocando: uno se puede inspirar en las opiniones de otros (y la vida de cada uno no deja de ser una opinión personal), pero para filtrarlas por uno mismo, para tomar decisiones propias con criterio, no basadas en la opinión de otros.
Si queréis saber mi opinión sobre cómo gestiono esto:
- Antes de opinar me informo. E intento hacerlo con cierta asepsia emocional y personal.
- Prestar atención analítica incluso a quien muestre ideas contrarias: si hay un razonamiento me vale, incluso aprendo. Pero si se basa en descalificar a quien piense de forma contraria: no me interesa.
- Opinar de alguien no me resulta gratis si no voy a decir algo positivo de esa persona. Generalmente me hace sentir mal porque no conozco sus circunstancias y puedo estar siendo injusta y provocar daño innecesario. Así que me limito a opinar de cosas.
- Suelo opinar en voz baja, tan baja que lo suelo hacer conmigo misma más que con otras personas. Pero puedo opinar en voz alta si estamos participando del “juego” con las mismas reglas.
- No tomo decisiones sin realizar un análisis previo de los datos que poseo, porque así me aseguro de no arrepentirme. Por supuesto que he tomado decisiones equivocadas muchas veces, pero porque en aquellos momentos con los datos que tenía las creí adecuadas. Cuando luego he tenido nuevos datos he tenido la posibilidad de cambiarlas, así que me interesa conocer los datos más que las opiniones si voy a tomar una decisión que afecte a mi familia. El cambio es siempre una posibilidad en mi vida.
- Si algo me afecta exclusivamente a mí puedo ser tan emocional como racional, pero si algo puede afectar a mis hijos, por ejemplo, intento no dejarme llevar por mi opinión ni por la opinión de otros. Por eso dejo mucho experimentar a mis hijos, que tomen decisiones personales, pues ya las irán ellos modificando conforme tengan más datos de la vida Y lo hago desde pequeños, quizá por eso vivo la maternidad de forma poco conflictiva: si algo no les afecta negativamente a ellos, a la familia, o a la sociedad, confío en ellos. No suelo ser una madre intervencionista si no es necesario.
¿Cómo observáis la sociedad actualmente? ¿Creéis que vivimos en la sociedad de la información o de la opinión? ¿Debemos enseñar a pensar a nuestros hijos para limitar que otros piensen por ellos?