Revista Arte

Entre el naturalismo y los puntos liminares, o la diferencia entre el realismo y la metáfora.

Por Artepoesia
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En 1867 Emile Zola publicó su novela realista Thérèse Ranquin. Describe la sórdida vida de la protagonista, una joven campesina que es obligada a casarse con un desagradable personaje. Al final, decide abandonarlo por un amante que además la lleva a cometer un crimen, arrepintiéndose después. El autor fue criticado por el lenguaje tan áspero, tan excesivamente claro, visceral, sin belleza casi del relato. Es así como dió a conocer el Naturalismo, una tendencia variada en el Arte que, esencialmente, trata de explicar la realidad, comprenderla, dar una razón al por qué las vidas, y las personas que las sustentan, son como son. En el prólogo a su novela Zola dejó ya claro: En Therese Ranquin pretendí estudiar temperamentos no caracteres. Escogí personajes sometidos por completos a la soberanía de los nervios y la sangre, privados de libre arbitrio, a quienes las fatalidades de la carne conducen a rastras a cada uno de los trances de su existencia.
William Blake fue uno de los artistas británicos del siglo XVIII más importantes que han existido. Tanto la pintura como la poesía tuvieron en él a un creador original y premonitorio. Realizó grabados, llenos de simbolismo místico, para sus propias publicaciones líricas, con  lo cual fue además un precursor del estilo simbolista, que años después -junto con los prerrafaelitas- lo tomarían como ejemplo. Su actitud mística afianzó su interés por lo visionario. Una teoría fundamental para él fue la desconfianza absoluta en el testimonio de los sentidos. Para Blake éstos suponen barreras que se interponen entre el alma y la verdadera sabiduría y el goce de la eternidad. Un verso de William Blake, Eternidad, nos muestra su  especial visión de la vida:
Quien a sí encadenare una alegría  malogrará la vida alada. Pero quien la alegría besare en su aleteovive en el alba de la eternidad.
Cuenta una leyenda que en la Inglaterra de principios del siglo XI, en Coventry, la esposa del conde Leofric de Chester, Lady Godgyfu -Lady Godiva- llegó a sufrir tanto por sus vasallos que se enfrentó a su marido para que éste los tratase mejor. El conde, en su convencida  idea de que algo tan sórdido para su esposa  la disuaría, aceptó las condiciones de su mujer a cambio de que se pasease desnuda a caballo. Decidida se enfrentó a su pudor con la conmiseración de sus vasallos; éstos accedieron a encerrarse en sus hogares al paso de su señora. 
Los objetivos de los creadores, de los filósofos, de los místicos, de los humanistas que han reflejado siempre en sus obras el deseo de mejorar a sus semejantes, siempre han establecido en sus tendencias la forma en que trataban así de ayudar a los demás. Así lo entendieron los Naturalistas, que denunciaron una sociedad injusta, desolada, malograda y desesperanzada. Pero, los otros, los que rechazaban la obtusa, maldiciente, estentórea, fiel y meridiana realidad, también perseguían lo mismo, sólo que de otro modo
La diosa Hécate, aunque no fue originaria de Grecia, fue considerada en la mitología posterior la representante de la magia y de la hechicería. Era la diosa suprema de los puntos liminares, la frontera entre el mundo real de los vivos y el ideal de los espíritus, la que simbolizaba la puerta, la abertura que daba paso a otra forma de ver y entender la vida. De hecho, se situaba su efigie a las puertas de la ciudades y de las casas para protegerlas de los malos espíritus. También fue la diosa de los partos, que protegía al recién nacido a su llegada a la "puerta" de la vida, tratando de impedir así que su vida se descarriara o se malograra.
Pero, el determinismo de los naturalistas se enfrentó con el libre y entusiasta modo de comprender la vida y sus misterios de los simbolistas, parnasianistas y prerrafaelistas. ¿Hay siempre otra forma de describir la crueldad, la desesperación, la orfandad, la miseria y el desamparo de los seres que habitamos en este mundo? Siempre la hay, así es como se sesga una realidad de por sí despiadada. Así es como el Arte nos ayuda a comprenderla, aun con todas las formas habidas de expresarlo. También en la prosa más dura y demoledora hay una belleza que subyace. Al finalizar su prólogo Emile Zola, escribió: Es precisa toda la voluntaria ceguera de cierta crítica para que un novelista se sienta obligado a escribir un prólogo. Ya que, por amor a la transparencia, me he decidido a hacerlo, solicito la indulgencia de las personas inteligentes que no necesitan , para ver las cosas con claridad, que nadie les encienda un farol en pleno día.
(Cuadro Lady Godiva, 1898, del pintor prerrafaelita John Collier; Cuadro del pintor William Blake,  Hécate, 1795, precursor del simbolismo posterior; Óleo del pintor naturalista francés Honoré Daumier, 1808-1879, El artista frente a Notre-Dame, 1834, donde la pintura no presenta la maravillosa catedral gótica como lo importante, incluso aparece ésta nebulosa y distante; Cuadro del pintor realista español Miguel Ángel Álvarez, El trovador muerto, 1887, donde la trágica situación es tratada con un realismo casi aséptico, en donde un creador de cantos muere, desolado, sin otra compañía que la luz que entra por la desnuda y fría ventana del lugar; Óleo del pintor frances Honoré Daumier, La Lavandera, 1863, en donde se observa a una mujer y su hijo subiendo dificilmente el muelle del poético parisino río Sena; Cuadro del pintor simbolista Alexandre Séon, La Desesperación de la Quimera, 1890.)

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