“Los hombres no deciden volverse extraordinarios, deciden lograr cosas extraordinarias”. El guión pone en boca de Donald Crowhurst, en cuya peripecia se basa esta película, una cita de Edmund Hillary, primer montañero en hollar el Everest. Una sentencia perfectamente aplicable a las dos figuras centrales, que tampoco tienen nada de ficticias, de los dos trabajos más reconocidos de James Marsh: Philippe Petit, el osado funámbulo francés que caminó por un cable entre las Torres Gemelas en el oscarizado documental Man on wire, y el científico recientemente desaparecido Stephen Hawking, que le supuso a Eddie Redmayne la dorada estatuilla al mejor actor por su encarnación en La teoría del todo.
Las imágenes que acompañan esas frases son las de las olas del océano infinito y esa declaración de intenciones, la motivación de Crowhurst para lograr un imposible. En 1968 su empresa de productos electrónicos para la navegación marina se encontraba al borde de la bancarrota, fue entonces cuando surgió la regata Sunday Times Golden Globe Race que planteaba la vuelta al mundo en una embarcación de vela sin escalas y en solitario, y ofrecía un premio de 5000 libras, una suma que le permitiría solucionar sus problemas financieros además de dar notoriedad y publicidad a su negocio.
A pesar de su bisoñez en la singladura en alta mar se embarcó en este complicado cometido hipotecando su casa para comprar un trimarán. Si no terminaba la regata debía devolver el dinero recibido, lo que le supondría quedar en la ruina junto a su mujer y sus tres hijos. Además, quiso instalar sus aparatos para mejorar la seguridad y las prestaciones de la nave, pero la fecha límite para la partida se le echó encima y ante la perspectiva del desastre económico familiar decidió partir a pesar de los importantes contratiempos surgidos.
James Marsh, especializado en filmes biográficos, glosa la figura de un Donald Crowhurst con el rostro de Colin Firth en un largometraje que, sin alcanzar la altura de sus obras más destacadas, no deja de poseer puntos de interés. El retrato psicológico del protagonista; el del entorno perverso que puede rodear una hazaña de estas características, con la presión mediática encabezada por su propio jefe de prensa y sus patrocinadores; el contrapunto familiar, gran apoyo en el aislamiento de la distancia, y la evocadora banda sonora, entre nostálgica y melancólica, del piano del trágicamente fallecido Jóhann Jóhannsson.
Estructuralmente podemos diferenciar dos partes claramente delimitadas. Un inicio que nos trae a la memoria la tozudez mezclada con la brillantez del creador de ingenios que persigue sus anhelos a toda costa de Tucker, un hombre y su sueño, con un claro paralelismo entre los personajes de Jeff Bridges y Colin Firth. Y, a partir del momento del viaje, el relato del hombre enfrentado a la inmensidad, a la soledad, a sí mismo y a sus propias limitaciones, del que surgen profundas reflexiones filosóficas sobre la vida y la condición humana que ilustran esa misericordia (mercy) a la que alude el título original del largometraje.
Copyright del artículo © Manu Zapata Flamarique. Reservados todos los derechos
Copyright imágenes © Blueprint Pictures, BBC Films. Cortesía de Vértice 360. Reservados todos los derechos.
Un océano entre nosotros (The mercy)
Dirección: James Marsh
Guión: Scott Z. Burns
Intérpretes: Colin Firth, Rachel Weisz, David Thewlis
Música: Jóhann Jóhannsson
Fotografía: Eric Gautier
Duración: 112 min.
Reino Unido, 2018
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