Desde el Patio de Naranjos, vista a la vidriera de la Capilla
El Patio de Naranjos, es un rincón muy especial de la Lonja de la Seda. Pero parece inevitable no dejarse seducir antes por las vidrieras, ventanas, gárgolas, cientos de esculturas pequeñas y sobre todo, sus ocho columnas en espiral que ascienden hacia la bóveda y se dispersan por ella.He visitado la Lonja varias veces, pero es un edificio tan misterioso que siempre descubro algo nuevo. Me fascina, incluso me estremece.
Han cambiado su entrada. Antes, se hacía por la puerta que te introducía a otro mundo, la Sala de Contrataciones. Ahora, su acceso nos obliga a entrar directamente al Patio de Naranjos. Al aire libre. Tan silencioso, tan moruno, tan pequeño. Con sus naranjos de intenso verde que siempre mantienen sus coloreados frutos. Con sus calles recortadas por sus setos bajos. Su fuente estrellada con sus ocho puntas y el agua correteando entre ellas. Enmarcado por sus puertas que nos van invitando a que entremos en las diferentes salas. Una escalera de piedra robusta, una torre cuadrada y un torreón semicircular son sus testigos.
Parece curioso que el Patio de Naranjos fuera creciendo casi al mismo tiempo que la edificación de la Lonja de la Seda durante el siglo XV. Un jardín de ayer con historia propia. Testigo de la recreación y el descanso de reyes y nobles. Romántico patio de fiestas cortesanas. Descanso de los comerciantes que protegían sus negocios en la Sala de Contrataciones. Plantaron naranjos, mirtos, jazmines y arrayanes. Por eso se vieron obligados a canalizar el agua para regar el jardín. Era una pequeña noria la que traía el agua de la acequia de Rovella. En aquel entonces, el patio tenía dos calles que terminaban en cruz. Y en el medio, la fuente. Y en el centro de la fuente, una escultura de mármol con el escudo de Valencia labrado en bronce y pintado con oro y plata.El Patio de Naranjos ofreció su ambiente tranquilo a reyes. Dedicaron una fiesta especial a Felipe II. Y para recibirle decoraron el patio con cañizo nuevo y la fuente con pececillos. Quizá, el momento de mayor esplendor del Patio de Naranjos y de la Lonja fue la doble boda de Felipe III con Margarita de Austria y de Isabel Clara Eugenia con el archiduque Carlos. Aquí se hospedaron los dos hermanos durante tres meses mientras la armada, con cuatro galeras, traía a sus prometidos.
Innumerables fiestas en honor de estos huéspedes entre flores, pétalos, música y lo más selecto de la nobleza valenciana. Justas, torneos, fiestas en otros jardines… La última, después de las bodas, se realizó entre naranjos. Los muros cubiertos de cañizo entrelazado desde donde colgaban olorosas flores y naranjas. Setos muy cuidados y muchas casetas de pájaros que colgaban de las ramas de los naranjos para atraer a los pajarillos. En el interior del cuadrado de setos, varias jaulas de papagayos de intenso color. Juegos de perfumes, colores y la fuente.
Fachada interior hacia el Patio de Naranjos
En aquella época había una escultura de una ninfa simulando tocar algún instrumento musical en el centro de cada cuadrado. Las ramas de los naranjos semidecoraban una arcada que llevaba hasta la fuente. Clásica fuente mora estrellada y de piedra blanca.
Torre semicircular que alberga la escalera de caracol que subía hacia el calabozo
Pero este patio no fue siempre así porque durante la Guerra de Sucesión, la Lonja fue convertida en cuartel y el patio fue adaptado para establecer la cocina, letrinas y caballerizas.
Parte interior de la Torre hacia el Patio de Naranjos
Escalera de piedra
Hoy, vuelve a ser un remanso de paz. Han desaparecido todos aquellos adornos que lo recargaban en exceso durante las grandes ocasiones. Sencillo. Sobre todo a primeras horas de la mañana cuando recibe los primeros rayos de sol. Sus setos de aligustre siguen estando muy cuidados. Los naranjos amargos decoran el jardín. La fuente con su ronroneo que ya no tiene el escudo de Valencia. Un reposo para la ajetreada Lonja de la Seda que nos pide mucha concentración para no perdernos ninguno de sus detalles. Pero que siempre descubriremos nuevos, al regresar.
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