Revista Psicología

Entre trenes de ida y vuelta

Por Rms @roxymusic8

image

Mucha gente tiene pánico a los viajes. Enseguida piensa en la posibilidad de ocurrirle lo que ya pasó en tierra, aire o mar tiempo atrás. Aunque luego se le alivia al quedarse dormida justo antes de partir.
Mientras siga existiendo pastillas con las que dormirse al instante y caer en un profundo sueño, no hay nada por lo que preocuparse.

Otro tanto, más que pánico tiene fobia porque no sabe cómo va a poder lidiar con tantas horas por delante con uno mismo y/o con sus familiares, amigos y recién conocidos. Pero como estamos en la era digital se le olvida pronto esa fobia y se inmiscuye entre su tableta, portátil o móvil. Mientras la batería esté cargada y el transporte tenga enchufes, no hay nada por lo que temer.

Es verdad que ningún transporte es infalible y que los accidentes ocurren. Sin embargo, poca gente disfruta de un viaje tranquilo en conversación con el de al lado o, simplemente, degusta el paisaje que tiene a su paso. Son dos cosas pequeñas pero que marcan la diferencia y, sobre todo, hacen que el viaje pase rápido y sin malestares de ningún tipo. Resultará placentero y se querrá tener más horas en carretera, cielo o mar.

Menos se encuentra a gente que conversa animosamente con desconocidos y que lo hace durante todo el trayecto sin importar las horas, la gente de alrededor y las paradas que se estén llevando a cabo. En un tren con ocho horas y media por delante ese pequeño porcentaje salió a flote. Hay que ver cómo la gente se deja llevar por las apariencias y luego descubre la maravilla que hay tras el caparazón.

Detrás de una sonrisa amable hay mucho más: unas historia inimaginables. Historias de gente que va a visitar a su hijo de año y medio en la segunda de las tres visitas que se le permite hacer al año. Padres jóvenes que pasan por una situación complicada y que miran al futuro con semi esperanzas. Son chinos viviendo en países de Europa y envidiando el carácter familiar que tiene España: haciendo valer las relaciones familiares.

Un joven chino que deja de lado las nuevas tecnologías y se preocupa por hacer lo que más le realice aunque sea recogiendo alimentos, si con ello es honrado y gana dinero para prometer un futuro a su hijo. Un joven que lo que le importa son las personas, la vida y el trabajo, y que la vida le ha hecho madurar a pasos agigantados.
No, no fue esto lo primero que pensé al ver a este chico sentado frente a mí enfundado en sus cascos, móvil, batería solar y su apariencia de chico de banda callejera.

Historias de gente que vuelve de hacer un viaje mochilero entre trenes de ida y vuelta por Europa durante un mes. Un joven finlandés que se fue en busca de una nueva aventura y del placer de conocer gente, lugares y tener un cara a cara con la naturaleza. Gente que no le importa ponerse en la calle a tocar su instrumento para ganarse una monedas y tener con qué pagar su desayuno o la cama donde pasar la noche.

Un chico con una mochila equipada, un mapa y un móvil genuino: llama y manda mensajes. Un joven que no le pide nada a la vida ni espera algo de la gente, sino que vive y deja vivir con respeto, amor a la vida y a la naturaleza.
No, tampoco esto fue lo primero que pensé al ver a este chico sentado frente a mí inmiscuido en su mapa y papeles del viaje, con su apariencia de chico descuidado.

Ocho horas y media entre trenes de ida y vuelta. Ida, con pensamiento teórico; vuelta, con una experiencia de vida.


Volver a la Portada de Logo Paperblog