Revista Opinión

Entrevista a Antonio Pampliega

Publicado el 03 marzo 2013 por El Patíbulo

El 6 de octubre de 2010 se publicaba en El País una carta del lector titulada Pagar por ir a la guerra. El texto venía firmado por un tal Antonio Pampliega a quien poca gente conocía por aquel entonces en España. Como señalaba su titular, este reportero de guerra freelance, a pesar de haber vendido en dos años numerosos artículos y reportajes en vídeo, perdía dinero haciendo su trabajo. Cuando contactamos con él, poco más sabíamos de sus actividades, aparte de que había publicado algunos libros y que en ese momento se encontraba en Alepo, Siria. Pampliega tenía claro a qué se quería dedicar y trabajó duro para conseguirlo, no solo poniendo en riesgo su vida a diario en zona de guerra, sino también puliendo su calidad como periodista. A día de hoy no es raro ver publicados artículos suyos en el periódico donde pudo leerse años atrás su ‘carta del lector’. Esta es una historia de superación y perseverancia, aparte de una guía utilísima sobre cómo hacer bien el trabajo de reportero de guerra.

- ¿Qué sentiste la primera vez que pisaste una zona de guerra?

Incertidumbre, porque no sabes lo que te vas a encontrar. Llegué a Bagdad en enero de 2008 y por ese entonces era una de las ciudades más complicadas del mundo. Uno puede hacerse una idea por lo que lee y ve en las noticias, pero hasta que no estás sobre el terreno no sabes realmente qué te vas a encontrar.

- ¿Cómo llegaste a Irak?

Me puse en contacto con el embajador de España en Bagdad. Quería hacer un reportaje sobre los GEO que custodiaban la embajada. Me dijeron que no habría problema, y que podrían acogerme. Hablé con el periódico Público, que acababa de nacer en 2007 y no habían estado nunca en ninguna zona de conflicto. Les dije: “Oye, ¿os interesa” y respondieron, “Sí, pero no nos comprometemos a comprarte nada. Tú vas y, si nos interesa lo que tienes, te lo compramos o no”.

- ¿Y cómo fue aquello?

Pierdes dinero, por supuesto. Si trabajas con medios de aquí siempre vas a perder dinero. Después de Bagdad fui a Líbano, luego a Pakistán, Egipto, Afganistán y Siria.

- ¿Por estas zonas fuiste “empotrado” [participar en las actividades de una unidad del ejército]?

Depende de lo que quieras. En Líbano, por ejemplo, no había ningún problema. Llamabas al Ministerio y te empotran en una unidad. Estuve una semana con ellos viendo cómo ayudaban a la población civil, cómo hacían desminación…

- ¿A distancia?

Yo para hacerlo a distancia no voy. Hay que hacer la foto, y si tiras con un 25 o un 50mm tienes que estar encima. Ya depende del fotógrafo y del tipo de cámara que quieras llevar. A mi me gusta estar encima porque la foto es mucho mejor. Intento no abusar del zoom, es algo personal. A no ser que se trate de un tanque disparando, claro.

En Líbano estuve tres semanas: una empotrado y dos por mi cuenta. Luego en Afganistán igual, he estado cinco veces y me habré empotrado en unas ocho ocasiones, de un total de seis meses viviendo ahí.

- ¿Cómo se hace más fácil el desarrollo de tu trabajo?

Depende. En Afganistán si no estás empotrado, no puedes trabajar. En zonas como Kandahar, que es un bastión talibán, si vas por tu cuenta te van a secuestrar, seguro, y esta gente no pide pasta. La mejor manera de trabajar es con el ejército americano, etcétera. ¿Qué es lo malo? Que no te enseñan toda la guerra, te enseñan su lado. Uno, ya, si quiere lo compra o no lo compra.

- ¿Has notado algún tipo de manipulación por esa parte?

No… Bueno, cuando estuve en Musakala los del ISAF [siglas en inglés de Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad, misión de la OTAN en Afganistán desde 2003] me decían: “Estamos luchando contra el opio”. Miras alrededor y dices: “No sé, yo no entiendo mucho pero estas amapolas, majo…”. Entonces, claro, cuando empiezas a hablar con la gente y la policía afgana, te das cuenta de que lo que te están intentando vender es mentira. ISAF no lucha contra la erradicación del opio. Es la policía afgana la que lo requisa y lo usa para lo que quiera el señor local.

- Señores de la guerra…

Eso es, señor de la guerra o vete a saber tú quién cojones… El opio cambia de manos. En Musakala el jefe de policía era un antiguo talibán que se había reconvertido. Era el señor de todo, pero al ser policía estaba apoyado por los marines que estaban ahí. A ellos les interesa, porque mantiene limpia de talibanes la zona.

- Es muy práctico. Un viejo talibán, viejo zorro, controlando el cotarro.

Claro. Si lo tienes a tu favor sabes que los granjeros de esa zona no te van a atacar, ni poner bombas, ni nada.

- A la hora de publicar, ¿has tenido algún problema con algún ejército?

A los americanos les publiqué un par de reportajes y ya no quieren que vaya más. Sí, porque decían que la visión que yo estaba dando no era “real”. El ejercito norteamericano tiene controlado todo lo que publicas. Uno de mis reportajes era sobre que los marines estaban hasta los huevos de estar allí. Porque hablas con ellos, y te lo dicen, que les atacan mucho. Pues me dijeron desde arriba que la versión que yo estaba dando no era real, que tanto ataque y tanto pesimismo no había.

- ¿Se nota en algo la acción española en Afganistán en su labor de entrenar al ejército local?

Yo solamente estuve una vez y no me dejaron ir con las tropas. En ese momento estaba Chacón en Defensa y ahí no se podía ir a no ser que fueras con ella. Lo único que noté es que los españoles están metidos en sus bases y no hacen nada. Están en su base, y nada más, todo lo demás es talibán. Yo me movía con la policía afgana porque los españoles no me dejaron ir con ellos.

- ¿Y eso por qué?

Es que si a ti te dicen que estás en misión de paz y fueras con ellos y te empezasen achutar (disparar)… Ya no es tan misión de paz. Pues no vamos con la prensa, dirán. Es lo mismo que está haciendo Al Assad en Siria. ¿Por qué no das visados a la prensa? Porque estás masacrando a tu pueblo. ¿Cómo evitas dar esa imagen pública? No dejando que la prensa vaya.

- ¿Cómo os lleváis los corresponsales españoles entre vosotros?

Eso es personal. Quien es gilipollas, lo es tanto aquí como allí. Aunque normalmente hacemos piña y no hay competividad. Estuve con Manu Brabo cinco semanas y con su novia otras dos semanas, son como mis hermanos.

- ¿Qué pasa si te encarcelan como los gadafistas a Manu Brabo en su día?

Es cosa de cada uno, nadie se va a hacer cargo de ti. Es un riesgo que asumes. Luego no puedes decir: “Es que me han secuestrado, venid a ayudarme”.

- ¿Y las embajadas?

Las embajadas pasan. Somos un marrón para ellos. Si nos matan: nos tienen que repatriar, tienen que hablar con el Gobierno, preparar un avión, venir a buscarnos… Si tú por ejemplo quieres ir mañana a Afganistán, le mandas un correo a la embajada en plan “oye, es que voy a Afganistán”. Lo primero que te van a decir es: “Es una zona muy peligrosa, por favor, te recomendamos que no vengas”. Y tú les contestas: “Es que soy corresponsal de guerra, hago zonas de conflicto, TENGO que ir”. “Ah, bueno, eso ya es cosa tuya”.

Sobre todo intentan que no vayas.

- ¡Siria!

Siria… Pregúntame y yo contesto.

- ¿Cómo ves el resultado del partido?

Hostia. Pues… el partido está jodido. Muy, muy jodido. Especialmente para los civiles. Luego está el Free Syrian Army o Ejército Libre, en español, que intenta mantener las líneas de defensa sin apenas armas. Y por otra parte está el Ejército sirio que es uno de los mejores del mundo y sobre todo de Oriente Medio. Estos se dedican a machacar.

- Bombardear la zona y listo.

Sistemáticamente. Bombardea de día, de noche… Masacra y castiga. Sobre todo castiga a la población civil.

Ciudad de Alepo, Siria.

- ¿Cómo es que no rompe las líneas defensivas rebeldes?

El problema del ejército sirio es que el 90 por ciento de las tropas de asalto, la infantería, son sunnitas. Es decir, son los mismos a los que están matando. Por lo tanto, si mandasen a la infantería a tomar una posición, seguramente más de 80 por ciento se uniría a los rebeldes. Por eso, no vas a mandar a treinta mil hombres para que más de veinte mil se unan. Entonces, ¿qué hacen? Bombardear. ¿A quién mandan? A los leales, que son los francotiradores que vienen de Irán.

En las cinco semanas que estuve en Alepo, los frentes no se movieron nada, ni un ápice. Los unos castigan y castigan, y los otros, bueno, pues aguantan.

- ¿A qué distancia estabas de la zona?

¿Yo? Yo dormía en uno de los frentes.

- ¿Y no caían las bombas cerca?

Cerca no. Mi habitación tenía dos agujeros de metralla. Pero bueno, es una guerra, si no esperases eso, no irías. O bien te vas al hotel, que es lo que hacen muchos.

- ¡Como si fueran a Cancún!

Claro, es que la profesión últimamente se ha degenerado. La gente se sorprende al decirles que duermo en el frente. Tengo que estar donde los tiros. Ahí no tengo que ir a buscarlos, ya vienen a mí. Lo que no se puede hacer es cubrir una guerra desde Turquía o desde Jerusalén, que es lo que están haciendo en este país.

Si a mi me cuenta una tipa que está en Jerusalén, cómo va la guerra en Siria, no me lo creo, qué quieres que te diga.

- ¿Y no valoran más un trabajo como el tuyo?

No. No valoran el trabajo ni del corresponsal de guerra ni del periodista deportivo, económico o político en este país. Lo que hagamos los periodistas, en el ámbito que sea, aquí no se reconoce. Por ejemplo, en Siria los españoles hemos sido los que más tiempo hemos estado y los que más veces hemos ido, y no tenéis ni puta idea de quién es Manu Brabo. Pues él en cinco semanas ha hecho ocho portadas del The New York Times, y aquí no se sabe quién es. ¿Se valora? No.

- De hecho, si no llega a ser por el artículo de Pagar por ir a la guerra, no te hubiésemos conocido a ti.

No me conocen. Pero oye, que yo orgulloso. No porque no me conozcan, sino porque mi trabajo no quiero que se vea en España, quiero que se vea en un medio internacional. Yo también saqué una foto en el New York Times, siendo plumilla, si eres bueno también puedes optar a eso.

- Entonces piensas que tu trabajo se valora más fuera de España que dentro.

Por supuesto. Y no solamente a nivel personal, sino a nivel profesional. En España, solamente una vez el redactor jefe de Internacional de El País me dijo ‘que me cuidase’. Solamente. Y llevo trabajando cuatro años con medios españoles. Desde France Press, cada vez que les enviaba un texto, me decían “Antonio, por favor, cuídate”. ¡Cada vez que les mandaba un texto! O si no tenían noticias de mí en una semana, me mandaban e-mails para saber dónde coño estaba y por qué no respondía.

En este país, por ejemplo, te vas mañana a Siria, mandas un correo electrónico a todos los medios y ninguno te va a contestar. No porque seas tú, sino porque debe ser que en la carrera de periodismo no se estudia “Responde al mail”.

- ¿Y por qué crees que pasa esto?

Porque aquí no les interesa.

- ¿Es un problema cultural?

Es un problema de los jefes, que no tienen ni puta idea de periodismo. Y están sentados donde están porque “Papá es…” y no tienen ningún tipo de criterio. Por ejemplo, un director de televisión de ámbito nacional elige las cosas según den audiencia o no. ¿Qué da audiencia? ¿Siria, o que a Batman lo pare la policía en California?

- ¿No caen en el morbo de enseñar, aunque sea, cadáveres y sangre para conseguir la audiencia?

Lo que ha salido de Siria no es nada, prácticamente, comparado con lo que pasa ahí. Si quieres morbo, te dejo un día mi ordenador y te cagas. Pero es que yo no vendo eso, porque yo puedo ser víctima y no quiero que nadie me vea así. No quisiera que mi madre se entere de que me han matado porque algún capullo haya echado una foto en la que salgo yo destrozado.

Yo tengo el mismo respeto que quiero que me tengan a mí el día que me pase. Luego hay compañeros que lo tienen o no, pero eso ya es ética personal. Pero, ¿qué es morbo? ¿Un padre con su hijo en brazos, que lo había matado un francotirador? No. Esa foto la publicó Manu Brabo. Morbo es una persona que estaba totalmente destrozada de cintura para abajo y seguía viva y desangrándose en el suelo. Eso es morbo.

Pero eso no lo sacas. Haces la foto para tí y cuando vas a alguna conferencia en la que te dicen que si eres imperialista, etc., pues toma, esto es lo que está haciendo Al Assad. Y se la enseñas. Pero estas cosas nunca las muestro.

- ¿Y crees que si quisieras vender este tipo de cosas te publicarían más?

No, no te las compran. Más que nada porque el tipo que está sentado en Londres, por ejemplo, decide por ti lo que quieres ver y lo que no. Lo que debes conocer de una guerra y lo que no. Por ejemplo a AP (Associated Press) les envíe una vez un vídeo de una operación de un tipo al que le estaban extrayendo una bala, que no es nada. Se veía al médico metiendo el dedo por el agujero, para sacarla por el otro lado. Me dijeron que eso no lo podían sacar, que eso no lo podía ver la gente.

Entonces ya vas buscando otro tipo de planos para que te compren los vídeos. Porque claro, ves eso y dices: “¡Si es que, no es nada!”. Eso sí, lo que les encanta son los tiros. Les encantan.

- ¿Qué prefieres: digital o papel?

A mi me gusta más el digital. Aunque, por ejemplo, medios como El País pagan peor lo que se publica en la web que en el papel. De todas formas, la pasta está en la televisión.

Por ejemplo, SkyNews: un minuto, 1.800 euros. Una crónica escrita para France Press: 200 dólares. ¿Qué hago? Vídeo. Me encanta escribir, es lo que se me da bien. Pero es que me dan 200 dólares por una crónica. Pues no, hago tres vídeos y así tengo tiempo para mis cosas.

- Y un periódico español, ¿cuánto puede pagar por una crónica?

Yo sé que El País pagaba a un amigo que estaba viviendo en África unos 50 euros por una crónica en digital.

- ¡50 euros!

Cincuenta. Y a eso le quitas el 21 por ciento de retenciones.

- Qué alegría, ¿no? Dan ganas de ser periodista.

[Risas.]

- ¿Hablas árabe?

Lo justo para entenderme, pero una conversación no la puedo seguir. Árabe de supervivencia: quién soy, cómo me llamo, a qué me dedico y soy del Real Madrid. Y luego empiezas el debate de que si eres del Madrid, yo del Barça, entonces no te quiero. Porque es una cosa muy curiosa: todos los árabes son del Barça.

- ¿¡Todos!?

Sí, sí, todos. Pero les da igual. A lo mejor te encuentras a alguien con la camiseta del Madrid y le preguntas entusiasmado para que te digan: “no, no, si soy del Barcelona”. ¿Y la camiseta? “Porque no tengo otra”. Porque se ha corrido el rumor, yo no sé si es verdad, que Messi dio dinero a un hospital en Homs para que ayudara a los niños. Entonces, todo el mundo conoce esa historia en Siria. Súmalo a  que a los árabes nos le gusta perder, por lo que van con el equipo que gana. Y como llevan diez años ganándolo todo, pues del Barça.

- Ah, que si ganase otro se cambiarían.

¡Claro! En cuanto empiece a ganar el Madrid.

- ¿Y en ese aspecto son iguales en la guerra?

No, no… En Siria por lo menos son bastante constantes. A pesar de que no tienen nada más que lo básico, están aguantando como jabatos. Me contaba Manu que allí en Libia llegaban como si fuera el camión de Toys R’ Us y repartían armas, munición… De todo. Estos no. Estos tienen la munición contada, y con ella deciden si hacer ofensivas o aguantar la posición. Aguantan e intentan avanzar en el frente, de edificio en edificio, y los van quemando para desalojar al enemigo.

- ¿Qué diferencia más notable hay entre Al-Assad y Gadafi?

Totalmente distintos. Gadafi, al retirarse a su último bastión, Sirte, dio una semana para que todos los civiles que quisieran, pudieran abandonar la zona; que quien se quedara fuera para morir ahí. Al-Assad no. Este tipo cerca la ciudad para que no se mueva ni Dios y bombardea. Pero no bombardea sólo los frentes, lo hace también contra panaderías, contra escuelas y mercados y, en fin, contra todo. Porque el objetivo es castigar y erradicar.

Cuando a una población le infundes miedo, lo que hacen los civiles es echar de sus zonas a los rebeldes, y quizá sea lo que acabe pasando.

- ¿Y bombardear diariamente no pone a la población más aún contra el tirano?

Por supuesto. Ponte que estás por la calle con tus hermanos y los matan a todos de un bombazo, ¿qué haces? Coges un fusil y te pones pegar tiros. Pero entonces sabes que vas a morir, porque vas a luchar con un Kalashnikov contra un carro blindado. Sabes que vas a morir, porque lo ves todos los días.

Por ejemplo, cuando un tanque empieza a chutar, yo retrocedo y uso el zoom. ¡Ellos no! Se adelantan y empiezan a disparar al tanque.

- Y a ese ritmo de castigo, ¿por qué no destruye del todo Alepo?

Pues no lo sé. Desde luego por falta de armas no es. Todos los días llegan barcos a Tartus, una ciudad portuaria que tienen ellos, a la que llegan casi a diario cargamentos de armas. En gran medida de Rusia. Cuando revienta una bomba no se desintegra del todo sino que queda algo de carcasa: te acercas y está escrito en cirílico. Y yo sólo conozco un país que escriba en cirílico.

Una de las causas por las que no arrase con toda la ciudad de una, puede ser para evitar que la ONU interceda, interponiendo una Zona de Exclusión Aérea. Últimamente lo que más se lleva es cargar barriles llenos de TNT en helicópteros y arrojarlos encima de edificios. Se vienen abajo como un sándwich.

También Manu Brabo me contaba que habló con refugiados que habían sido atacados con barriles también, pero que al reventar no explotaban, sino que empezaba a llenarse todo como con una especie de telarañas y al llegar se encontraban a todos muertos. Guerra química.

- De todas las milicias que has presenciado, con cuál te quedas en cuanto a forma de combatir.

Es que cada guerra es distinta. Por ejemplo, los que mejor luchan para mi son los talibanes. ¿Por qué? Por estar manteniendo a raya al mejor ejército del mundo. Llegas a la base aérea de Kandahar y dices, “hostia los juguetes que tienen aquí”. 200 drones, helicópteros de combate, helicópteros apache, tropas con visión nocturna, vamos, lo mejor, y no son capaces contra ellos. Lo que hacen los talibanes contra esto es: no luchas cuerpo a cuerpo, porque sabes sus limitaciones. Colocan una bomba en el suelo y esperan a que pase una patrulla. Se cargan a diez, o a cinco… Poco a poco. Como ellos dicen: “Tú tienes el reloj, pero yo tengo el tiempo”.

Ejército Nacional Afgano de patrulla.

- ¿Qué pasará en 2014 cuando acabe la guerra?

El objetivo es Irán, por lo que dejarán algunas bases al sur, muy grandes, como la de Kandahar, que tiene capacidad para unas veinte mil o treinta mil personas. Les da igual lo que pase con el país. Seguramente empiece una guerra civil entre los talibanes y los señores de la guerra.

- En tus comienzos, ¿cómo empezaste a desenvolverte como freelance?

Empecé en enero de 2008. En un principio, hablas con algunos medios españoles y les ofreces un material que tú crees que es bueno, ellos saben que es bueno, y luego te dan una puta mierda por él. Hice tres reportajes en Pakistán para una TV nacional y me pagaban unos 100 euros para cada uno. Porque claro, me dijeron que estaba empezando, que era para mi promoción personal… Quien empiece en periodismo, eso lo va a escuchar mucho. Promoción personal: para que os promocionéis y os deis a conocer. Como si me hicieran un favor. Dos de esos reportajes abrieron dos informativos de la cadena. Un mes después TVE hizo los mismos reportajes que yo hice, mismo sitio, misma gente.

Por eso, poca gente aquí conoce Manu Brabo. ¿Sesenta euros por una foto? A la mierda. Si os empiezo a decir nombres de españoles que trabajan fuera, no conocéis a ninguno. En Alepo éramos seis.

- ¿Cuántas mujeres había?

Entre todos, españoles y no, la proporción era de dos mujeres y ocho hombres. Las mujeres siempre me preguntan por qué no hay más de su género… Pero no tengo ni idea. También es más difícil currar en un país árabe siendo mujer. Tú vas a una kativa(brigada) y depende del palo que vayan, puedes currar o no. En una ocasión tuvimos la mala suerte de caer en una kativa salafista, sabes cómo son por las barbas. Íbamos con una compañera, se me acercaron y me preguntaron si hablaba inglés, para luego decirme que la mujer se fuera “a tomar por culo de aquí”. Pregunto el por qué y responden: “Está poniendo nerviosos a los hombres”. Así que hay dos opciones, o echar a la mujer o irnos todos. Nos fuimos todos.

Eso sí, las mujeres tienen una posibilidad que yo por ejemplo no tengo: hablar con otras mujeres. Me encantaría hablar con mujeres pero no puedo, porque no soy de su familia, pero otra mujer sí. Si me hablan es delante de sus maridos, es decir, condicionadas de antemano… A no ser que la mujer hable inglés y el marido no tenga ni idea, pero ya es raro.

- Y cómo va eso de buscar piso en Alepo, ¿más fácil que en Madrid?

Sí… Nosotros encontramos una kativa y nos dijeron que por seguridad, porque estaban disparando muy cerca, iban a cambiarse de edificio. Entonces me dijeron: “Antonio, vete planta por planta y coge la casa que más te guste, y para vosotros”. Di con un piso de 200 metros cuadrados y varias habitaciones, gratis. Así de fácil.

- ¿No te interesan las guerras en África?

Claro que me interesan, lo que pasa es que no interesan a nadie. No vende. Si vas a cubrir África, es perder dinero.

- ¿Has sabido de alguien que publique fuera de zona de guerra diciendo haber estado ahí?

Y no sólo publicar, también ganar premios. Cierta corresponsal en Kabul se dedicó a mandar a su cámara y al fixer (quien consigue los contactos en la zona) a Kandahar. Kabul es Disneylandia, es una burbuja. La señora se quedó dos días dentro del hotel de Kabul sin salir mientras los otros dos trabajaban. Volvieron con el material, ella hizo un falso directo desde Kabul, que total es todo montaña como Kandahar, diciendo que estaba en el bastión talibán. Y de estas cosas que luego le dieron un TP o premio de la Academia, uno de estos.

En esta profesión hay mucha gente que quiere ser estrella, mucha. Se piensan que ellos son más importantes que lo que está pasando.

- ¿Alguna vez has temido realmente por tu vida?

Sí, por ejemplo en Alepo. Bueno, en Alepo todos los días, pero una de las más curiosas fue cuando tenía que enviar una crónica a El País. Para eso tenía que bajar una calle que bajaba todos los días, y sabía que era segura. Eran como las siete de la mañana y escucho pasar algo silbando al lado de mi cabeza. Pensé: “No puede ser”. Sigo avanzando, envío la crónica, vuelvo a subir. Pasando por el mismo sitio de antes vuelvo a escuchar lo mismo. Entonces te das cuenta de que sí, que hay un francotirador disparándote. Tenía que cruzar una avenida de cinco carriles, y el hijoputa empezó a disparar más según iba corriendo. Era un francotirador perdido que se había escondido ahí.

Luego, otro día, igual iba a mandar una crónica y bajando por otra calle alternativa por lo de aquel francotirador, rodeamos un colegio y yo iba con casco y chaleco. Al ir a cruzar la calle, que había que correr porque estabas en la línea de visión del francotirador, me llama un ‘javivi’ (shabbibi, soldado sirio). Supuse que me querría saludar o decirme que tuviera cuidado… Según voy andando hacia él veo que el cabrón amartilla el arma, me apunta y tiene el dedo en el gatillo. Hostia. Levanto los brazos, voy hacia él y le digo: “Soy periodista español”. Pone el seguro en el arma y dice: “Uf, el casco es igual que el de los otros y te íbamos a matar”.

- Vaya… Te cambiarías el casco.

No, lo que hicimos fue pintarlo. Y el chaleco con colores de camuflaje me lo metía debajo del polo. Estas cosas pasan constantemente. Para salir de estas situaciones lo mejor es estar tranquilo, sonreír mucho, invitarles a un cigarrillo… Y hablarles del Madrid o del Barça. Aunque no te guste el fútbol, da igual, habla del Madrid o del Barça.

Una entrevista de Óscar Sainz de la Maza, Sonia Sánchez Ronda y Agustín Linares


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