En el café La Fugitiva, local con aroma de libro enclavado en el Barrio de las Letras de Madrid, nos reunimos con Berta Dávila, la ganadora del Premio Guillermo de Baskerville al mejor libro independiente de 2015 por su obra El último libro de Emma Olsen. Se sienta, coloca la chaqueta sobre el respaldo de la silla, pero no es capaz de desprenderse de su aire de narradora, de arquitecta de las palabras que ha hecho un paréntesis en su actividad vital para charlar con nosotros. No puede evitar que un brillo le surque los ojos cada vez que habla de Emma o de Faith, el pueblo donde esta nació.
Muchas felicidades, Berta.
Muchas gracias.
En tu (de momento) corta carrera ya has recibido otros premios anteriormente con otras obras, incluso El último libro de Emma Olsen ya había sido premiado, por lo que ya debes de estar acostumbrada a esto. Sin embargo, ¿qué pensaste cuando recibiste la nominación para el Premio Guillermo de Baskerville?
Me resultó bastante curioso, emocionante ver cómo la traducción del libro salía fuera de Galicia y era recibido por lectores de otro idioma distinto. Y fue muy divertido también seguir las reseñas y lo que la gente iba diciendo del libro sobre todo porque tenía la sensación de que eran lectores igual que yo y siempre me parece más interesante ese diálogo entre gente a la que le gusta la literatura igual que a mí. Por ello me siento muy agradecida y contenta por la iniciativa.
“No soy nada bohemia ni romántica a la hora de escribir: escribo en los mismos sitios donde hago las listas de la compra o donde subo tonterías a Facebook.”
Y al leer las reseñas y hacer el seguimiento de cómo iba el premio, ¿te imaginabas que podrías llegar a ganar?
En realidad no sabía muy bien cómo funcionaba el premio (risas). A mí me llegaban las reseñas a través de la encargada de prensa de la editorial y, bueno, me iban poniendo bastante bien, por lo que era una sensación muy curiosa. También lo seguí por Twitter, que era como una especie de ventana indiscreta (risas).
Al final El último libro de Emma Olsen salió como ganador de forma casi unánime, 5 de los 6 miembros del jurado lo valoraron con la nota más alta.
Si a Emma Olsen le dijeran que 5 de los 6 jurados le han dado la nota más alta, preguntaría, ¿quién fue ese sexto? (risas).
¿Todos estos premios interfieren en tu labor de escritora? ¿Cambian algo en tu forma de escribir?
La publicación de El último libro de Emma Olsen coincidió con la publicación de un libro de poemas. Ambos recibieron bastante reconocimiento de forma simultánea lo que generó mucho ruido a mi alrededor en poco tiempo. Pasé de estar escribiendo tranquila en casa a tener todo ese ruido. Por un lado me sentí agradecida por sacar esos personajes, pero a la vez, con tanta gente que lo ha leído, tantos clubes de lectura que me preguntan por Emma, el fantasma del personaje pesa un poco. Hay lectores entusiasmados que me han preguntado por mi siguiente libro, así que cuando me puse a escribirlo inevitablemente pasé a pensar en qué pensará esa gente, cosa que antes no ocurría. Es algo de lo que conviene limpiarse para seguir adelante.
Y entrando más en profundidad en El último libro de Emma Olsen, la novela está centrada en Faith, un pueblo del Medio Oeste americano que existe en la realidad. ¿Por qué este lugar y no otro?
La ciudad estaba ahí desde el mismo momento en que apareció el personaje. No entiendo la novela en nigún otro sitio porque creo que la ciudad es un personaje más del libro. Tenía claro el ambiente y el tono del libro, así que hice una búsqueda del lugar adecuado. El nombre también era importante, de modo que Faith me pareció un hallazgo increíble; aunque no escribiese el libro es de estas veces que encuentras algo que quieres contarle a todo el mundo. Es un síntoma de que quiero escribir algo cuando encuentro una historia que me apetece contarle a la gente, aunque luego no sea capaz de escribirla. En ese sentido, Faith como lugar tenía un montón de circunstancias a su alrededor que merecían ser contadas bajo mi punto de vista.
“Creo que escribir es más tachar que añadir.”
Circunstancias reales de Faith, y algunas que tú añadiste, porque, para quien no lo sepa, en Faith se encontraron los restos del mayor Tiranosaurio rex que existe…
La tiranosaurio (risas).
La tiranosaurio, sí. Y además, en Faith termina el ferrocarril trazado por Rockefeller. Tú añadiste que la mujer que murió en el transbordador Challenger era también de este pueblo, cosa que no es real.
Eso es, pero me pareció que podría ser perfectamente de allí. También hubo cosas, como conflictos de religión y con los nativos americanos, que al final salieron del libro de alguna manera. Pretendí ambientar la novela en el Faith absolutamente real incluso usando el callejero del pueblo, algo que al final decidí obviar, ya que escribir es tomar la realidad y cambiarla de la manera que más nos apetezca. Pero el conflicto estuvo ahí desde el principio. Incluso me suscribí al boletín de información turística del condado donde está Faith (que aún me sigue llegando). Estuve en un club de lectura en Redondela, cerca de Pontevedra, que se puso en contacto con la gente de Faith, y estos respondieron que “estaban muy agradecidos por que alguien hubiese escrito sobre su hermoso pueblo” (risas). Nunca supe si fue real o no, porque, como me dijo el editor, menos mal que no han leído la novela, porque si no me nombraban persona non grata (risas). También me ocurrió que recibí un correo de un lector de Alicante preguntándome si podía ayudarle a rastrear a los herederos de Emma Olsen, no sé muy bien con qué propósito. Cuando le respondí que se trataba de un personaje de ficción, me preguntó si era de ficción o un seudónimo, “¿me quieres decir que no existe? no te creo”. Y una curiosidad más, que durante una entrevista en directo en una feria del libro en Galicia, la presentadora estuvo llamándome Emma todo el rato (risas). A mí tampoco me molesta mucho: me ha pasado más veces.
Vamos a preguntarte por Emma, una prestigiosa escritora que ronda los cuarenta años. ¿No te dio vértigo meterte en la piel de un personaje cuyo perfil perfectamente podría ser el tuyo en diez años?
Bueno, yo no creo que gane ningún premio Pulitzer en diez años (risas). Espero que tampoco me pase nada de lo que le ocurre a Emma. Esto me lo ha preguntado mucha gente y creo que no se lo preguntarían a un escritor hombre en las mismas circunstancias. Yo creo que hay escritores que se meten en la piel de un caballero medieval y no pasa nada. Hacer literatura es eso precisamente: contar historias con otras voces que no son la propia. Por otra parte, es cierto que Emma tiene muchas cosas de Berta. En realidad lo que más vértigo me daba era que una persona con la trayectoria de Emma escribiese como yo escribía, algo bastante discutible, aunque me apoyé en que ella estaba a punto de morirse y tampoco tenía por qué revisar mucho lo que estaba escribiendo porque no tiene mucho tiempo (risas). Me decía Gonzalo Hermo que me animase a escribir los otros libros de Emma Olsen aunque con un Pulitzer fuera un poco de presión para mí (risas).
Una de las preguntas que tenía preparadas era precisamente esa, ya que, en las notas a pie de página del supuesto traductor del libro, se mencionan otras obras de Emma Olsen que por supuesto no existen.
Alguna sí existe. Hay textos de Emma Olsen que son venganzas literarias absolutas. Son relatos que yo había escrito, o pensaba hacerlo, que se las atribuí a Emma Olsen para que de alguna manera llegasen a puerto. Por ejemplo, en el libro hay una novela que habla de una bailarina rusa y es un relato que comencé a escribir pero que se quedó a medio camino entre un cuento largo y una novela corta que no tenía ningún sentido y que intenté rescatar para un libro de cuentos pero ya no me gustaba nada.
¿Y ahora no te atreverías a rescatar ese u otro de los libros?
Creo que hay que intentar huir de las enfermedades lo más posible (risas). Creo que tengo que dejar a Emma Olsen y sus historias atrás, porque tampoco considero que sean mías.
¿En quién te basaste para desarrollar a un personaje tan complejo como Emma?
Emma Olsen surge en un viaje que hice en ferry de Livorno a Barcelona. Fue un momento de agobio inesperado para mí, porque la gente normal no se agobia en un ferry (risas). No tenía ni internet, ni cobertura, ni nada. Así que tomé una revista del barco y allí encontré una foto de Anne Sexton delante de la máquina de escribir y mirando a cámara. De ahí surge la voz de Emma, y de ahí también surge Faith y, 23 horas después, al llegar a Barcelona, tenía un montón de notas y de alguna manera supe que tenía una novela. Esto fue en verano de 2011 y hasta 2013 estuve intermitentemente escribiéndola. También, toda la historia y trayectoria de Emma viene una serie de fichas y notas que fui creando sobre ella en ese tiempo que incluían su vida, bibliografía, referentes de la época, como series de televisión. De este modo tuve mucho tiempo para hacer retoques y cambios. Así hubo nombres que cambiaron, como el hermano de Emma, Luke, que al principio era Ben, pero claro, ‘ben’ en gallego es bien, entonces había un conflicto permanente. Aunque el texto sea breve, es más lo que se quita que lo que queda. Creo que escribir es más tachar que añadir.
Uno de los personajes que más llaman la atención en el libro es Clarissa. ¿Cómo fue su creación? ¿También salió a la vez que Emma?
Creo que necesitaba a Clarissa para hacer corpóreo el conflicto interno de Emma, que es de lo que trata el libro. Era una forma de crearle una especie de siamesa que fuese como un espejo de sus propios fantasmas aparte de la trama en sí. Es un contrapeso. Normalmente es muy odiada entre los lectores de mayor edad. Por regla general, la gente joven tiene más tendencia a salvarla, pero cuando subes un poquito la edad es condenada inmediatamente (risas). Yo salgo bastante a Clarissa en el fondo y creo que es el contrapeso de Emma y lo que provoca que ella sea capaz de marcharse de Faith.
Es necesaria para la historia.
Sí, yo creo que sí. Para poder ver a Emma, se necesita a su otra mitad.
Háblanos ahora un poco de Berta Dávila como escritora. ¿Cómo definirías tu rincón de escritura, tu santuario?
Creo que no existe (risas). He escrito en muchos sitios distintos. No soy una persona que escriba en cafeterías o lugares así. No soy nada bohemia ni romántica a la hora de escribir: escribo en los mismos sitios donde hago las listas de la compra o donde subo tonterías a Facebook. Creo que el espacio de escribir es un espacio mental, más que físico, porque si fuese un espacio físico, con las posibilidades de vivienda que tenemos hoy en día ya no escribiría nadie (risas). Ahora tengo un cuarto para escribir, pero también es el cuarto de la plancha, entonces tampoco se puede decir que sea un rollo muy a lo Virginia Woolf.
¿Quiénes podrías decir que son tus referentes literarios?
Mis referentes no sólo son literarios, ni siquiera lo son en un 50%, se componen de varias cosas. Si tengo que seleccionar 4 o 5 escritores y no otros, yo siempre tengo la sensación de estar mintiendo; intentando no quedar mal, o intentando hacer un ejercicio de estilo, o dar algunas pistas que me definan de alguna manera más que diciendo la verdad. Si hoy te digo tres escritores que me interesan, probablemente mañana lo leería y diría “qué tontería”. Van mudando.
¿Te vas a escapar sin decirnos ni uno sólo?
Es que hay escritores que me han marcado mucho en una época determinada de mi vida y que me parece una chulería decir que son mis referentes literarios, porque cuando la gente dice “Borges es mi referente literario”, yo digo “¡joder! ¡ya te gustaría!” (risas). He leído mucho, y decir, por ejemplo, que Anna Karenina tiene mucho que ver con Emma Olsen sería absurdo. Posiblemente no hubiera creado a Emma Olsen si no hubiera leído Anna Karenina o a Cortázar, o sí, es algo que no puedo saber. Me pregunto qué pensarían mis supuestos referentes literarios de lo que yo hago y probablemente no les interesaría en absoluto (risas).
“Yo creo que no escribiría novela de la forma que lo hago si no escribiera poesía. Los procesos no son los mismos, pero están conectados.”
El último libro de Emma Olsen está escrito originariamente en gallego, ¿es por un motivo reivindicativo, o porque para ti es más cómodo, o porque te pareció el mejor formato para este libro?
Me siento muy afortunada por tener dos idiomas tan próximos, pero escribo en gallego porque es el idioma del sitio en el que vivo. No hay un afán reivindicativo, sólo es lo normal. Creo que en Galicia el afán reivindicativo vendría escribiendo en castellano (risas). Simplemente es el idioma en el que escribo y no tendría sentido hacerlo de otra forma. Si me preguntasen si escribiría esta novela en francés, por razones obvias, mi respuesta sería no; pero aunque pudiera hacerlo, mi respuesta seguiría siendo la misma (risas). Es lo más natural, aunque en la misma Galicia suelen preguntar por esto también. Tanto es así que tengo un amigo escritor que suele responder que escribe en gallego por una razón estrictamente comercial (risas).
Hace unos meses nos comentabas que en estos momentos escribes una novela de cicatrices. ¿Qué más nos puedes contar?
Veo que una es esclava de sus palabras (risas). Pues no lo sé, sigue ahí sin cicatrizar del todo. Estoy en proceso. Es una pregunta complicada. Me sorprende cuando hay un escritor que habla de sus proyectos inminentes como “estoy escribiendo un libro sobre un robot, una novela juvenil y una novela histórica”. Yo me quedo pasmada con toda esta gente que tiene todo escrito sin escribirlo. Yo nunca sé cuándo van a llegar las cosas a buen puerto, ni mucho menos si van a llegar a editarse o si me va a apetecer editarlas. A lo mejor la novela de cicatrices acaba siendo una novela de robots, quién sabe (risas).
Has escrito novela, relatos, poesía… ¿Con qué estilo te sientes más cómoda?
Yo empecé escribiendo poesía, fundamentalmente por una cuestión de pereza y porque era un tipo de escritura que no requería la misma constancia. Luego empecé a escribir otro tipo de cosas. Yo creo que la gente que publica de un tipo de género mayoritariamente también tiene en sus casas poemas o relatos. Quienes publicamos en varios géneros somos como el comodín del público. Eso se ve en congresos a los que he asistido, que si hay una mesa de narradores y otra para poetas nunca sé en cuál me van a poner (risas). Me da la sensación de que me usan para rellenar huecos. Allí si te sientas a hablar como narradora debes olvidar la poesía que has escrito y viceversa. Parece que debo convertirme en un ser de tres cabezas y hablar con mi cabeza de narradora, mi cabeza de poeta, o tal. Yo creo que no escribiría novela de la forma que lo hago si no escribiera poesía. Los procesos no son los mismos, pero están conectados.
¿Y te atreverías con otra cosa como teatro o guión?
No porque ya no sabría qué responder en las entrevistas (risas). Tendría demasiadas cabezas y ya no me llamarían para ningún sitio. Me echarían del país (risas). Tres meses antes de escribir mi primera novela, que por cierto es bastante mala pero me sirvió para aprender, yo pensé que jamás escribiría novela, y mucho menos la publicaría porque yo era poeta y no estaba interesada en escribir narrativa. Hoy dedico más tiempo a la novela que a la poesía.
Vamos a finalizar la entrevista preguntándote por un libro que consideres imprescindible para que lo reseñemos en Libros Prohibidos.
Esto tendríais que habérmelo preguntado al principio para que me diera tiempo de pensar en algo (risas). Pues sería Donde viven los monstruos de Maurice Sendak. Un libro que me parece muy importante, de hecho lo tengo en tres idiomas distintos en casa. Creo que está fenomenalmente escrito. Para mí es una metáfora de lo que es escribir, o sea, cuando el protagonista se pone su disfraz de lobo y se va al país donde viven los monstruos pasa a ser el rey, y al final del
todo decide no ser más el rey y vuelve a su casa donde encuentra el plato de su cena aún caliente. Es una metáfora de la literatura como búsqueda, también como regreso, un poco como lo que hay en El último libro de Emma Olsen: una huída y un regreso.Muy bien, Berta Dávila. Muchas gracias por todo. Te deseamos muchos éxitos.
A vosotros. Un placer.
(Nuestro agradecimiento al café La Fugitiva por reservarnos su espacio en hora punta)
Fotografías: Susana Monsó
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