Desafío de los feminismos
Julia Kristeva lingüista, psicoanalista, feminista. Ha encontrado en la experiencia narrativa una clínica y en la lengua materna, ya no sólo como relato de origen sino como transmisión de afecto y de confianza, una ética.
Por Veronica Gago*
Por primera vez en Buenos Aires, en la conferencia que dio en el Programa Lectura Mundi de la Universidad de San Martín (auspiciado por la Secretaría de Cultura de Presidencia de la Nación, la Biblioteca Nacional y la Universidad Diderot-Paris 7). Sobre la travesía amorosa de la maternidad, le falta, dice, una “filosofía laica”. Pero esta recuperación de la maternidad sólo puede darse una vez que las mujeres tengan la potestad sobre su cuerpo y por eso, es enfática: “Lo primero es ser solidaria con quienes reclaman el derecho al aborto”.
Travesía amorosa de la lengua china
Habló de la China a partir de la riqueza de su lengua tonal: se trata, dijo, de un idioma que conserva los tonos (alto, bajo, en descenso y en ascenso) como distinciones fundamentales en el habla cotidiana. “Como si esa lengua tuviese una capacidad de relación sensible con las palabras.”
En la mayoría de las lenguas, en cambio, esos tonos sólo están en el habla de los bebés, en los primeros años, pero luego son aplanados, regularizados. La lengua china permite escuchar la “intensa profundidad de las palabras”, dijo Kristeva. Y esa intensidad es su “coraza semiótica”, la que resguarda la experiencia inicial de la lengua materna como grado cero del lenguaje, como travesía amorosa.
La China, casi como madre de las filosofías, es también espacio generoso para pensar lo materno. Dirá Kristeva: “La civilización china –en el taoísmo– define lo materno como el movimiento mismo, la corriente, la ‘vía’, ella también ‘sin nombre’, anterior a todas las entidades y a todas las relaciones, un ‘proceso de emergencia’ en el seno del cuerpo propio”. La caligrafía china, sus sabrosos ideogramas, son un intento de infiltrar, dice Kristeva, el erotismo materno “en el tejido cultural”.
Pasión Maternal
“La maternidad es un renacer permanente porque nos ubica en el lugar de acompañar la fragilidad de lo humano”, señala. En este punto, la maternidad es un espacio filosófico privilegiado, sólo que hoy, dice Kristeva, “le falta una filosofía”: “Somos la única civilización, como laicos, que no la piensa filosóficamente”. Por eso, la “pasión maternal” es un desafío para los feminismos.
Al respecto acaba de escribir el guión de un film de 11 minutos y medio, realizado por G. K. Galabov, que fue su presentación en el Congreso de Psicoanalistas de la lengua francesa, en París, en junio pasado.
El film se llama Reliance. O del erotismo materno (puede verse en www.kristeva.fr) y en él pasan imágenes de parto, de ecografías, de la propia Kristeva con su hijo, de representaciones pictóricas religiosas cristianas y antiguas, caligrafías chinas, la Sara de la tradición judía, y otra sucesión de dibujos y fotos y videos mientras Kristeva lee su texto.
“Reliance”, como explica la autora en esta entrevista, refiere al lazo de confianza, de entrega y devolución, que sustenta el vínculo materno y que funda una ética herética: “Si una ética no consiste en evitar la embarazosa e inevitable problemática de la ley, sino en darle cuerpos, lenguaje y goce, entonces esa ética es una herética”.
¿Qué significa esta preocupación por la maternidad?
El feminismo de la época de Simone de Beauvoir fue una gran conquista, aun si no se realizó completamente, e intentó liberar a las mujeres de la esclavitud de la maternidad. Sabemos bien lo que esto quiere decir porque existe un combate en América latina, y en Argentina en particular, en nuestros días: me refiero a la posibilidad de decidir sobre el propio cuerpo, de tener derechos sobre el vientre, es decir, el derecho al aborto.
Sin esa libertad, todos los otros derechos de igualdad económica, social, jurídica y política no son posibles. Una vez que el derecho al aborto está logrado, las mujeres eligen tener o no tener hijos. Lo primero que quiero decir entonces es que soy solidaria con las feministas argentinas que luchan por conquistar el derecho al aborto. A partir de ahí, muchas feministas han sentido la necesidad de desarrollar cada vez más la experiencia de la maternidad.
¿De qué manera?
Creo que se trata de una experiencia compleja, donde hay mucha violencia. En primer lugar, una expulsión de una parte de una y la intrusión de la vida de un nuevo ser al que hay que dedicarse. Muchas mujeres frente a esa experiencia cotidiana se sienten muy deprimidas y acompañan la maternidad con mucha agresión hacia el niño y hacia ellas mismas. También suele darse una posesión sobre el niño, proyectándole ambiciones que anteriormente tenían sobre ellas mismas. Es importante subrayar el costado pasional-destructivo de la maternidad para poder desarrollar el rol civilizatorio de la maternidad.
¿Cómo lo entiende?
–Tanto en Francia como en Estados Unidos, de manera no siempre satisfactoria, se desarrollan teorías nuevas sobre la maternidad. Yo lo que trato de pensar es la experiencia misma de la maternidad, lo que concierne a la pasión maternal
Consiste desde ya en transmitir el lenguaje, pero también en crear el vínculo social como vínculo amoroso, que es el vínculo primero de la madre con el niño. Cuando podemos atravesar esta violencia primera, el de madre-hijo es el vínculo amoroso por excelencia, que es mucho más claro y puro que la relación entre hombre y mujer.
Nosotros, los de la secularización laica, somos la única civilización que no tiene un discurso sobre esta experiencia de la maternidad. Creemos saber lo que es la madre judía, creemos saber lo que es la madre cristiana representada en la Virgen María, lo cual no significa que lo sepamos, pero no hay código moral ni reglas de comportamiento para la madre laica. Y en la medida que la mujer está sola, porque la pareja no está o tiene menos tiempo o es madre soltera, es absolutamente necesario que en el mundo moderno se desarrolle un acompañamiento para las madres.
¿Qué sería una filosofía de la maternidad?
Es una ética que no es exactamente la del vínculo religioso –que viene del término religare– que es un vínculo con el padre, ligado a la ley, a la obligación, al pacto social. El sustrato más arcaico, afectivo, del vínculo se puede comprender concretamente a partir de la relación de la madre con el niño. Muchas mujeres, sobre todo jóvenes, que les falta ese apoyo se vuelcan a buscarlo en la religión.
Además, usted habla de la necesidad de espacios de maternidad simbólica…
–El momento actual de superpoblación mundial va a poner en marcha en algún momento una política de regulación de los nacimientos, lo cual afectará sobre todo a la población femenina, porque se buscará restringir su potencia generatriz. Es muy importante preservar la experiencia simbólica maternal, reconduciendo esa capacidad de confianza, de educación, de lenguaje, de acompañamiento femenino a otros espacios. Esto es lo que llamo maternidad simbólica. Es un doble movimiento: ayudar a las madres, sobre todo las madres de los barrios y a las más jóvenes, y por otro, desarrollar espacios de solidaridad y cuidados que den lugar a la maternidad simbólica.
Lo femenino y lo sagrado
En un bello libro de intercambio epistolar y de teorización conversacional con la filósofa y feminista francesa Catherine Clément, Kristeva dice sentir haber acertado una intuición: “que existen otras lógicas. Se trata de “lógicas del inconsciente, ritmos y polifonías de la música subyacente a la palabra y a la palabrería: un infrasentido, al igual que hay infrasonidos”. Es esa otra comunicación, porosa, la que abre una vía a lo sagrado como experiencia femenina, atea sin dejar de ser creyente, capaz de alojar memorias que invaden y que producen psicosis o éxtasis, “según la época, la suerte y las pocas posibilidades de las que disponen los humanos para crear”.
*Periodista. Entrevista a Julia Kristeva. periódico Pag.12. Suplemento las 12. Argentina 18-11-2011. Es un resumen.