Marta Rodríguez Fouz
1. Este libro que coordináis nos enfrenta con el concepto de postsecularidad, ¿cuáles son los rasgos por los que podamos reconocerlo?Hablamos de postsecularidad para identificar nuestro mundo como un después de la secularidad que articuló la mirada hacia el proyecto moderno definiéndolo como ruptura crítica con las tradiciones incuestionadas y, en particular, con el poder político de las instituciones religiosas. En ese sentido, el concepto de postsecularidad aparece como expresión de una mirada que admite la presencia actual de las religiones como rasgo de un presente que se caracteriza también por la herencia laicista y racionalista. Ambos rasgos estarían contenidos en el concepto, que incorpora, por lo tanto, un sentido diacrónico que es el que, en gran medida, nos ha incitado a hablar de dialécticas en el título del libro.
2. ¿Cuál es el papel de la religión ante los cambios en la estructura simbólica de las sociedades modernas?
Ignacio Sánchez de la Yncera
La religión sigue estando muy presente en la vida de millones de personas que construyen su universo simbólico y sus posicionamientos morales desde sus fundamentos de fe. En las sociedades actuales, que hemos venido a llamar postseculares, la religión se mantendría como un foco de generación de sentido que permite a muchos seres humanos orientarse y afianzarseen un mundo que tiende a percibirse como dramáticamente acelerado e inestable.3. Ante la tensión tradicionalmente conflictiva y excluyente entre modernidad y religión puesta a examen en el libro, ¿qué cuestiones nuevas están reclamando hoy en su abordaje?
Hay desafíos muy claros vinculados, no tanto a la religión en términos globales, como a sus versiones fundamentalistas. Su irrupción violenta en la escena pública ha generado una conmoción a la que no siempre se ha sabido dar una respuesta sensata. El reclamo de vínculos muy estrechos entre política y religión afecta también a la organización de la convivencia, aunque lo hace en claves distintas si hablamos de democracia o de otras formas de gobierno. No se trata de cuestiones nuevas, sino de la reedición de viejos conflictos de valores cuya resolución ya no puede plantearse teóricamente ignorando la presencia pública de las religiones, pero tampoco aceptando un poder irrebatible para los argumentos de fe. Ésa es estrictamente la principal novedad.
4. Lo religioso después de la religión o la exigencia de las religiones en tener presencia pública en la sociedad: ¿cuál es el lugar de la religión en la sociedad postsecular?
La presencia de la religión en el espacio público marca hoy en día numerosos debates políticos y éticos sobre las normas que compartimos y sobre en qué se sustentan. El lugar de la religión en unas sociedades que han vivido el cuestionamiento del poder político de las instituciones religiosas está condicionado por esas ‘oleadas críticas’ y aparece entreverado en todo el tejido social que las conforman. No es central, pero tampoco periférico. Adquiere protagonismo en función de los debates normativos que se susciten, reclama su prioridad pública como expresión del derecho a defender políticamente las propias convicciones. Y en ocasiones incluso un lugar al sol, en la medida en que la honda raigambre religiosa del despliegue de la vida y del sentimiento identitario de muchos ciudadanos no puede eludirse como una cuestión sin relevancia pública.