Una vez descubierto el trabajo del fotógrafo Miguel Vallinas, nuestra atención acudió rápidamente a una de sus recientes series: “Segundas Pieles”. En ella, encontramos una galería de retratos protagonizados por hombres y mujeres antropomórficos, la naturaleza humana enfrentada a su animal interior. Pero las fotografías de Miguel Vallinas también incluyen elegantes estudios sobre el espacio y su relación con la sociedad que los construyó, aparte de narraciones cinematográficas y recordatorios sobre la importancia del color. Y como no queríamos limitarnos a una simple reseña de su trabajo, qué mejor que una entrevista para descubrir los entresijos de su obra, un mosaico de matices atrapados por su objetivo.
Analizando tus fotografías, y en concreto las que podemos encontrar en tu web, descubro una interesante predilección por el espacio. ¿Intencionada?
Es cierto que la última etapa de mi trabajo está enfocada mayoritariamente al paisaje y al espacio. Supongo que tiene que ver con diferentes aspectos, algunos de ellos prácticos puesto que el hecho de depender de otras personas ralentiza el proceso, pero realmente tiene que ver con aquello en lo que me interesa profundizar, y es eso que contemplo: algo estático, solitario, vacío y lleno al mismo tiempo y que habla de lo que existió, y para eso no es necesaria la figura del hombre de forma literal, ya que, de algún modo, siempre está implícita en mis fotografías.
Otro elemento llamativo es la dicotomía entre el espacio virgen y el transformado por la sociedad. ¿Qué ventajas y desventajas les encuentras a cada uno?
En realidad lo que persigo en mis fotografías en colecciones como “El lugar que ocupa el hombre”, “Londres B” o “Blanco” es el espacio vacío que surge una vez que el hombre desaparece y sólo queda el espacio, el paisaje y de algún modo la huella del hombre. Es por eso que ambos conceptos se entremezclan y es eso precisamente lo que me interesa aunque algunas veces incida más en alguno de ellos.
Y cuando figura y paisaje interactúan, me sorprendió que fuera a través de individuos desapasionados como los protagonistas de “24 fotogramas”o inertes como los de “Como muñecos”. ¿Qué intenciones mueven estas series?
El hecho de que los personajes de “24 fotogramas” aparezcan con el rostro inmóvil e inexpresivo en cada una de las imágenes es una cuestión meramente representativa, es el resultado de extraer un fotograma de millones de segundos en un instante concreto. La narración se obtiene al leer los 24 fotogramas de forma completa y no individual. En “Como muñecos” es fundamental que los protagonistas no sean personas ya que la idea fundamental es la reflexión acerca de la deshumanización que vivimos actualmente y como obviamos a aquellos que nos rodean.
Háblanos de “Pieles” y “Segundas Pieles”, ¿qué relaciones buscas más allá de su título y la apuesta por el retrato?
Secuencialmente, “Pieles” fue la primera colección y “Segundas pieles” siguió a ésta, pero más allá del orden lógico de las series, el segundo título juega con el significado de segundas, ya que la idea sigue siendo la inicial, la reflexión acerca de la elección del ser del individuo en un momento determinado de la vida, las posibles opciones y elecciones que determinan el camino del hombre y “segundas” implica precisamente eso, posibilidades, variantes.
¿Cómo es que te decidiste por el antropomorfismo en la serie “Segundas Pieles” y más teniendo en cuenta el desafío a nivel producción que supone un proyecto de estas características?
Tenía claro lo que quería fotografiar, quería que fuesen retratos de estudio completamente, con fondo e iluminación de estudio. Independientemente del esfuerzo que suponía técnicamente, este aspecto pasa a un segundo plano ya que lo verdaderamente importante es que la serie le parezca al espectador lo suficientemente creíble a pesar de lo obvio que resulta el montaje.