Lo primero, ¿Quién es Polo Menárquez y cómo ha llegado al Festival de Cine de Sevilla?
Soy un realizador de veinticinco años que después de rodar varios cortos con más o menos trayectoria por festivales, dentro y fuera de España, tuve la suerte de encontrar una historia muy sincera y un equipo dispuesto a darlo todo por ella, y que además se podía rodar con coste cero. Precisamente esa suerte, sumada con cierta habilidad para no atascarme rodando que he aprendido currando en la tele, y el talento espectacular de dos actorazos como Font García y Jorge Monje, fueron los principales factores para conseguir que el resultado final desembocara en Dos amigos.
No se puede hacer una película sin el apoyo de nadie, y desde luego yo no hubiera podido hacer esta película sin la ayuda de Mordisco films, que me ha asesorado, ha invertido en el proyecto, y ha confiado en una película que apareció de la nada y en la que nadie antes se había fijado. También reconozco que no es una película fácil, por eso fue fundamental que una persona como José Luís Cienfuegos y su equipo se fijaran en nosotros y nos hicieran un hueco muy generoso en su programación.
¿Qué es “Dos Amigos”? ¿Cómo la defines? ¿Cómo surge la idea y cómo fue rodada?
Dos amigos es una película “espejo”. Me refiero con esto a que es una película donde uno puede verse a sí mismo o a las personas que lo rodean. A veces es jodido mirarse en el espejo, o intentar verse desde fuera. Nosotros proponemos hacerlo durante hora y media. Me gustaría definir también Dos amigos como una lucha de egos masculinos, una competición por alcanzar una especie de falsa virilidad. Nuestra generación se encuentra a caballo entre dos roles masculinos, el de la fuerza y el poder tradicional, y el del chico débil y romántico que se siente víctima de una sociedad frívola. Dos amigos es la historia de dos hombres que luchan patéticamente por defender su estereotipo.
La idea surgió en la terraza de un bar de Madrid. Le propuse a Font rodar algo experimental, escaparnos a Soria con otro actor y grabarles a los dos hablando durante varios días. Al principio quería irme sin guión, pero de alguna manera conseguí encontrar la historia que quería contar, así que nos juntamos con Jorge y entre los tres esbozamos la historia. Rodamos con dos cámaras porque quería que los actores tuvieran libertad para improvisar, y no quería perderme nada. No llevamos ningún tipo de luz artificial, pero no fue una decisión estética. Venía dada por la necesidad de llegar y rodar, sin esperar a nada, ya fuera noche o día. A veces nos peleábamos por encontrar la luz, pero nunca fue un obstáculo para los actores. Necesitaba su espontaneidad y quería que se olvidaran de que estábamos ahí, grabando. Éramos sólo cuatro personas en el equipo técnico. El trabajo de los operadores de cámara y sonido fue grandioso.
Lo bonito fue que además de rodar, todos participábamos en la historia, porque debido a nuestro aislamiento, incorporábamos al guión anécdotas personales y formas de ver la vida. Cada cerveza, cada comida y cada conversación hacían que la historia adquiriera nuevos matices. Lo compartimos todo con los actores, y después de los cinco días que duró el rodaje, todos nos sentíamos guionistas de lo que habíamos rodado. Podría pasarme la vida así, entre birras, colegas y planos secuencia.
¿En quién o quiénes te has inspirado a la hora de rodar esta peli?
Mis mayores referentes son dos películas norteamericanas: Gerry, de Gus Van Sant, y Tape, de Richard Linklater. Gerry es una película fundamental para entender de qué manera podemos relacionar a nuestros personajes con un paisaje concreto, y como nuestro entorno nos condiciona, en este caso hasta límites ridículos. Tape aporta otra cosa completamente diferente. se trata de un relato verborreico y teatral encerrado en la habitación de un motel, pero me demostró que no se necesitan más que buenos actores y un texto interesante para construir una historia sencilla. Tape fue rodada en cinco días, como Dos amigos. No es casualidad, pensé que si Linklater podía hacerlo, merecía la pena intentarlo. Si profundizamos un poco más, mi referente más elevado se encuentra en el maravilloso cine guerrilla de Cassavetes. Todos son ejemplos donde aprendí una lección fundamental: para hacer este tipo de cine, se necesitan actores inteligentes.
¿Cómo consigues tanta naturalidad en las interpretaciones de los dos protagonistas?
Supongo que dejando que los actores se sientan cómodos, haciéndoles formar parte de la creación de la historia, y dándoles tanta libertad como me permitía el rodaje. Uno de mis objetivos era precisamente aprender a dirigir actores y después de la película he llegado a la conclusión de que es fundamental adaptar el personaje al actor, y encontrar un actor que pueda aportar con parte de su persona al personaje. En este caso era relativamente fácil, y además contaba con que Jorge y Font eran amigos en la vida real. En el fondo se trata de conseguir que la mayor parte de todo el proceso que supone rodar una película favorezca el trabajo del actor, aunque eso nos obligue a renunciar a otras cosas. Y si además, como decía Woody Allen, los actores son buenos, pues mejor todavía.
Viendo la película, queda bastante claro que para ti es tan importante el guion como la belleza formal, ¿Cómo trabajas para conseguir esto?
Para mí es fundamental la composición interna de los planos. La composición lo es todo. Estoy un poco cansado de que se abuse del montaje para construir el ritmo interno de una secuencia. Supongo que todo el trabajo formal de la película consiste en la composición de los elementos dentro del plano, y en este caso, como no sabía muy bien lo que me iba a encontrar dentro del plano y no quería que Font y Jorge estuvieran atados a mi criterio estético, usé mucho la intuición para componer. Veía lo que ocurría delante de la cámara y componía. Lo que sí tenía claro es que necesitaba encontrar varios lugares dentro de la película para contar cosas solo con imágenes, porque corríamos el riesgo de atiborrarlo todo con demasiados diálogos. La secuencia en las escuelas abandonadas es una de mis favoritas en la película, porque consigo contar con imágenes la esencia de todo el relato, y para mí, como director, supone devolverles a los actores el regalo que me hicieron ellos con su trabajo interpretativo.
¿Podemos decir que tu película es cine independiente? ¿O es otra liga? ¿Qué significa para ti esta etiqueta? ¿Es correcta?
El término independiente, en mi criterio, tiene un significado diferente dependiendo del lugar donde se use. En EEUU, independiente es el cine hecho al margen de las majors. En España, independiente sería el cine financiado sin el apoyo de las televisiones, aunque se ha convertido en una etiqueta demasiado general. Dos amigos es una película producida al margen de los márgenes, como tú dices, es otra liga, sin ninguna duda. Una liga que juega a otras cosas, y que probablemente también busca otras cosas.
Una generación de nuevos directores y nuevos modelos de distribución están surgiendo en la industria del cine, ¿Crees que se debe a una demanda del público o de la propia industria? ¿O a qué crees que se debe?
Creo que se debe a un impulso creador. Hay muchas ganas de hacer cine y formas de hacerlo de otra manera. Pero esto tiene una tradición que se remonta a muchos años atrás. Se lleva produciendo así desde hace más de cincuenta años, lo que ocurre es que ahora todos nos movemos en un territorio insólito de bajos costes que coincide con una gran debacle de la industria cinematográfica convencional. Durante toda la historia del cine ha sido esa industria la que ha tirado del carro de producciones más modestas o guerrilleras. Ahora estamos más solos, no tenemos a nadie que tire del carro, y los espectadores se gastan cada vez menos dinero en taquilla. Por lo tanto nuestro aislamiento es mayor, pero gracias a la tecnología y a la gente que quiere hacer cine a toda costa, seguimos creciendo. También creo que nos estimula la enorme cantidad de producciones que salen cada año de este tipo. Buscar un voz propia entre todo el mar de voces, por lo menos para mí, es un estímulo apasionante.
¿Qué crees que es lo que vendrá para la industria del cine en este país?
Espero que venga una época en la que aprendamos de una vez de nuestros errores, y donde el sistema de subvenciones crezca hacia la transparencia y la calidad, para demostrarle al público que el cine no es un capricho. No somos tantos, es fundamental que no todo el dinero que se usa para financiar películas vaya siempre a los mismos. Espero que venga una época donde la industria cinematográfica sea más plural y más democrática, donde se dé cabida a más voces y donde nos liberemos del criterio conservador que impone la rentabilidad en taquilla, que por cierto, casi nunca logra que las películas funcionen económicamente. Creo que es un buen momento para que crezca la experimentación, así que estoy seguro de que nos esperan años donde muchos cerebros van a luchar estimulados por la adversidad. Quiero pensar que sacaremos algo de eso, aunque creo que sería irresponsable no reconocer que o recuperamos el apoyo del estado o el cine español está muerto.
¿Cómo se siente un director como tú en el actual modelo?
Me siento estimulado, y con más ganas cada día de seguir luchando por hacer el cine que me gusta. Para mí, que estoy prácticamente en la meta de salida, o entrenándome para estar en ella, es muy estimulante, porque lo veo como un reto personal. Me da la sensación de que cuanto más imposible veo el camino, más ganas tengo de recorrerlo. Pequeños pasos como Dos amigos sirven para alimentar un poco este espíritu suicida. Mientras tenga cosas que contar no creo que me falten las ganas de rodar. Todo forma parte de ese camino imposible. Lo que sí que tengo claro es quiero hacer cine dentro de la industria, y que cualquier pretensión experimental responde tanto a una vocación artística como a una necesidad de aprender y a seguir evolucionando como persona y cineasta.
Si no hubieras sido tú, por quién te gustaría haber visto dirigida esta peli y por qué?
Me encantaría ver qué hubiera hecho Larry Clark con esta historia, ambientada por ejemplo en Tulsa, con dos treintañeros pasados que luchan por su ego masculino en una cabaña roñosa a orillas de río Arkansas. Me fascina la libertad con la que Larry Clark ha trabajado siempre, porque como creador siempre siento cierta autocensura o me cohíbo a la hora de narrar algunas cosas. Me gustaría saber qué hubiera hecho Clark para transgredir los límites que yo, casi sin quererlo, me autoimpuse.
¿Qué nuevo proyecto tienes entre manos?
Estoy escribiendo un guión con el mismo espíritu guerrilla de Dos amigos pero con más intensidad emocional. Es un drama más aparatoso, con algún que otro artilugio de comedia, más hanekiano pero cargado del mismo nivel de verdad e implicación. Se trata de una historia sentimental con intención de atacar directamente a una idea que se gesta en Dos amigos y que tiene que ver con la hipocresía y la doble moral de nuestra generación. La trama se centra en una pareja con un conflicto muy sencillo, ella quiere emigrar, escapar de la angustia laboral española, y él se quiere quedar porque es adicto a Madrid. Y de pronto aparece una ex muy peculiar que necesita ayuda y que enrarece la relación. Sí que me gustaría que esta película llegara a las salas, y para ello contar con más apoyo aunque eso no suponga encarecer demasiado el rodaje porque la historia se puede realizar con muy pocos medios. Espero poder contarte próximamente que la estamos rodando, trabajando un poco más ese aspecto formal que se intuye en Dos amigos.
Polo Menárguez presenta Dos amigos en el Festival de Cine Europeo de Sevilla los próximos 9 y 10 de noviembre dentro de la Sección Competitiva ‘Resistencias’