Revista Cultura y Ocio

Entrevista de Yadira Escobar a Julio César Guanche (transcripción casi exacta)

Publicado el 09 junio 2014 por Rafael Alejandro González Escalona @rafauniversidad

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Me encontré esta entrevista que le realizara Yadira Escobar a Julio César Guanche, un todoterreno que admiro por muchísimas razones, y me pareció un intercambio tan interesante que decidí aprovechar una madrugada de insomnio para transcribir sus palabras y compartirlas con todos aquellos que la conexión les impida ver el video en Youtube. Que les aproveche.

 

(…)

Yadira Escobar (YE): Recientemente usted estuvo en el encuentro, o en el debate, que se realizó en La Habana por la Archidiócesis y Espacio Laical y se habló, según lo que pudimos leer por Internet, de reformar la constitución. Exactamente, ¿qué es lo que usted cree que se debe reformar?

Julio César Guanche (JCG): La reforma es obligatoria por algunos cambios que se están haciendo. La constitución cubana actual, vigente, reformada en el 92 y después en el 2002, tiene una cláusula de reforma que establece varios indicadores de cuándo debe ser reformada, además, llevando a plebiscito popular los cambios que se hayan introducido en esa reforma. Si se cambia la estructura del estado cubano, y si se cambia la estructura de derechos de la ciudadanía, uno de esos dos cambios obligaría a una reforma constitucional que debe ser sometida a plebiscito popular.

Esos dos campos deben ser reformados en Cuba; ya están siendo reformados. Lo que se llama experimento en Artemisa y Mayabeque es una nueva forma de organización del estado que separa al gobierno del estado; eso no está previsto en la constitución. Debería para estar previsto ser objeto de una reforma. Eso me parece un cambio positivo, separar funciones; unas estatales representativas y otras gubernamentales, administrativas.

Eso por un lado; y por otro me parece muy importante ampliar, profundizar, multiplicar el catálogo de derechos y las garantías de la ciudadanía en Cuba. A la altura del 76, ese catálogo –visto con los pactos internacionales de derechos humanos– no estaba desactualizado; a la altura del 2014 está desactualizado, y tiene muchas carencias en el campo de las garantías, por ejemplo. No existe un control de constitucionalidad en Cuba; no existe un proceso de protección de derecho en materia constitucional; hay muchas garantías establecidas por ley que no funcionan en la práctica jurídica de Cuba, y eso debería ser plasmado en la reforma que venga.

También los cambios económicos deberían llevar una nueva remodelación del texto constitucional; son muchos los que se están haciendo. La propia posibilidad de contratar trabajo asalariado por parte de privados en Cuba –una posibilidad que no estaba concebida en el 92–, eso solo ya debería tener una atención en el nuevo texto constitucional.

La única pregunta que se hace en Cuba, y me parece que es importante, es si es una reforma lo que se está pensando o si es necesaria una nueva constitución. A mí me parece que por la magnitud de los cambios que se están haciendo, por la magnitud de los cambios que se deben hacer, y la magnitud de transformaciones que están en la base de este proceso debería ser una nueva constitución lo que salga de eso.

YE: ¿Cree entonces que se debe llevar a voto la elección del presidente?

JCG: (…) Con la estructura institucional actual es impensable. Si es positivo o no, es una discusión que también está en Cuba y fuera de Cuba. Las ventajas y desventajas son múltiples; el sistema parlamentario tiene varias ventajas a diferencia del presidencialismo. Una elección de voto directo significaría un cambio constitucional en Cuba hacia un presidencialismo que no está muy en el horizonte. A mí me gustan más los regímenes parlamentarios.

He apoyado alguna opinión [sobre] el voto directo, pero verdaderamente para mí no es [tan] importante el voto, quién vota por quién, como la función representativa de ese presidente, quién lo controla, cómo se debe a un parlamento, cómo funciona un parlamente. [Esas] me parecen preguntas más sustantivas que la de cómo se elige el presidente. No es que no sea importante, importante es, pero me parece que hay un campo de problemas que se quedan fuera cuando lo enfocas en la elección del presidente, que habría que considerar.

Uno de ellos sería una reformulación completa de las maneras en que funciona el parlamento cubano. Igual creo que verdaderamente funciona muy poco con sus sesiones, y debería funcionar siendo mucho más representativo de la pluralidad política que existe hoy y dándole voz a muchos de los actores políticos que existen hoy cuya voz y cuya conversación no aparece reflejada en el parlamento.

YE: En Cuba actualmente hay una gran diferencia entre algunos ricos y algunos pobres, pero esas personas siguen [siendo] tratados casi por iguales. Ahora, ya que no son iguales –el pobre necesita obviamente un poquito más de atención social, necesita que la electricidad, por ejemplo siga siendo subsidiada–, ¿sabes si se está hablando, hay algún debate sobre la posibilidad de ya tratar [de] diferenciar a los ricos de los pobres dentro de la sociedad cubana?

JCG: Bueno, diferenciados están, y siempre que se generan desigualdades se expresan también las desigualdades. Existen y no son nuevas, el nivel de pobreza en Cuba también ha subido de los noventa para acá, la investigación social que se hace en Cuba ha publicado muchas investigaciones sobre eso, se conocen los datos, se conocen los problemas de estratificación social que existen. No es una cosa desconocida para la mayor parte de los cubanos, primero la vemos, y segundo se tiene estudiada. A mí lo que me parece que está mal es tratar a los desiguales como iguales; hay que tener políticas fuertes de protección social a los que no estén incluidos positivamente, exitosamente en las reformas. Es imprescindible, entonces, tener una concepción del crecimiento, que es muy necesario y muy imprescindible para un país -el crecimiento económico estoy diciendo- pero siempre orientado por una visión social del desarrollo, y siempre orientado por una visión de inclusión social de ese crecimiento.

El programa de crecer, crecer, y crecer es un programa que algunos defienden, es un programa que yo podría defender porque entiendo su importancia, pero siempre que esté en paralelo, necesariamente, acompañado de un proyecto muy fuerte de justicia social con sucesivas implementaciones, no con un discurso sino con una suerte de políticas sucesivas que se encadenan entre sí, y se multiplican entre sí. Me parece que sí, que se reproduce desigualdad, que se reproduce diferencia.

Ahí hay que distinguir, el problema de la desigualdad, el problema de la diversidad, y el problema de la diferencia. Son palabras diferentes que remiten a universos diferentes. Somos diferentes pero no tenemos que ser desiguales, no tenemos por qué ser desiguales ante el acceso a la sociedad, no tenemos por qué ser desiguales ante el acceso a la política, no tenemos que ser desiguales ante el acceso a la economía, lo que sí somos diversos y esa diversidad hay que defenderla.

YE: Usted ha hablado de que hace falta, que sería muy positivo que se reconocieran las imperfecciones, los errores del sistema cubano. Ahora, dentro de Cuba se está fomentando el periodismo crítico, el periodismo muy audaz, pero siempre el periodista profesional debe tener un límite dentro de sí mismo, cuál es el límite ético, cuál es lo correcto [sic]. Ahora, ¿le daría algún consejito a esos periodistas que quieren criticar para construir pero no tampoco pasarse?

JCG: Yo respeto mucho el periodismo joven que se hace en Cuba, conozco bastante de sus principales exponentes, y de los que no son principales, digamos, sus exponentes. Los leo porque me interesa mucho la voz que expresan sobre Cuba, la imaginación que muestran. Me parece que Cuba tiene muchos problemas con la prensa y no son necesariamente de los periodistas, son problemas de un sistema de prensa que ya no funciona hace mucho tiempo, que no se ha cambiado, y me parece que tiene que haber muchas más garantías del debate de la expresión pública de los periodistas en Cuba, no solo en sus blogs individuales sino en los sistemas de comunicación públicos en Cuba, que deberían existir como sistemas de comunicación públicos no solo del estado y el gobierno.

Sí hay límites, pero también hay problemas que van más allá de ellos. Esos límites tendrían que ver siempre con sus propias convicciones, también tendrían que ver con lo que podemos plantear que puede ser un consenso nacional de ¿entornos opresivos? muy grande, algunos de los cuales te he comentado. A mí parece, y esto no tiene por qué parecer excluyente, que hay compromisos muy fuertes en Cuba, en la Cuba actual, que tienen que ver con la sociedad civil, con el pueblo cubano; que tienen que ver con un compromiso con la ampliación de la esfera pública, una esfera en la cual [los ciudadanos] participen más, se expresen más, discutan más; [un compromiso con] que las asimetrías al acceso a la esfera pública puedan ser disminuidas, que no haya tanta asimetría de información, que existe hoy. Me parece que los periodistas cumplen una función también con eso, que es política, que es moral, que es profesional.

Es bueno también pluralizar las sedes desde las cuales se habla, y tiene mucha fama y buena fama –y con razón– la blogosfera, pero [en] una sociedad como la cubana con el precario acceso a internet y la precaria conectividad no es lo más conocido, lo que hace falta es mucha más comunicación entre los distintos públicos en Cuba, y eso significa mucha más información ofrecida en los medios cubanos, medios que sean capaces de expresar la pluralidad.

Tu pregunta la reformularía. Para mí es un problema de límites siempre, pero límites tienen no solo los periodistas; todo el mundo debería tener límites éticos, de condiciones, e ideológicos también, pero no impuestos de una única manera de concebir las cosas y menos cuando son periodistas de medios públicos.

La sociedad cubana ha cambiado mucho. No he estado aquí en Miami, no conozco Miami, no hablo de lo que no sé; lo que conozco que es Cuba, La Habana y parte de su sociedad. Es una sociedad que se ha pluralizado mucho, que no nunca hay que verla en bloque, que hay muchas generaciones distintas que tienen mucha vida dinámica dentro del país –vida dinámica significa discusión conversaciones, debate–, y [se] empobrece mucho la sociedad cubana representada solo por un bloguero, un profesor o un investigador. Me parece que hay que atender a las maneras distintas que tiene ella [la sociedad cubana] de expresarse; la música cubana, el cine, el teatro, eso en el campo de la cultura, pero también escuchar a la gente, la gente habla cada vez más, y me parece que es muy bueno que hable cada vez más.

A mí no me gusta dar consejos, la verdad. Los periodistas son personas que ya tienen su formación, tienen su profesión, son personas, son ciudadanos. Sus límites serían la ética profesional, las leyes cubanas.

YE: ¿Bueno Guanche, me pudiera decir si usted cree que el nacionalismo revolucionario tiene futuro dentro de la Cuba de mañana?

JCG: ¿El nacionalismo?…

YE: ¿si pudiera tener éxito?

JCG: … ¿revolucionario? Es una discusión también que anda en Cuba y que anda fuera de ella. Es una palabra compleja; le han llamado nacionalismo revolucionario a algo que ha tenido otros nombres en la historia de Cuba, le han llamado nacionalismo radical, le han llamado nacionalismo popular. A mí me gusta mucho el nacionalismo cubano del 40, que fue un proyecto de inclusión nacional muy grande. Bajo el manto del nacionalismo hablaron todos los sectores cubanos en la época: hablaban los negros, hablaban las mujeres, hablaban los hijos que llamaban naturales en la época, hablaban los maestros que buscaban que le pagaran salario, hablaban los científicos que querían crear el Instituto de Medicina, hablaban los profesores, todo eso desde plataformas ideológicas muy diferentes, pero que podían concebirse con un manto nacionalista.

Ese nacionalismo, como siempre, era el proyecto de clases específicas de [sic] situarse dentro de Cuba después de una crisis del estado oligárquico cubano en los años treinta, básicamente en el 33, que no habían tenido espacio esas clases –burguesas, industriales no azucareras–, y que buscaron con la crisis de aquel estado del 33 después de la revolución popular del 30 una nueva fórmula política en Cuba. Esa fórmula política en Cuba llegó a la constitución del 40. A mí me parece que ha sido muy mal leída en Cuba en las últimas historiografías, salvo excepciones muy valiosas. Ha sido leída como un documento que no tuvo la gran importancia que realmente tuvo. Es el gran documento con el que cierra el ciclo revolucionario del 30 al 33; me parece que debemos recuperarla.

Y cuando me hablan de nacionalismo pienso en ese tipo de nacionalismo, un tipo de nacionalismo que pensaba, en los 40, en temas de independencia nacional, soberanía económica, en temas de antimperialismo. Ese es un nacionalismo que nunca renunció a la democracia política; la constitución del 40 es una constitución tanto democrática en lo social como en lo político. Entonces no hay que ver el nacionalismo como opuesto a democratizaciones políticas, ni como comunidades nacionales que se cierran sobre sí mismas, que excluyen a los que están fuera o tienen conflictos con los que están dentro. Una nación como un nacionalismo democratizador es una nación que se mira con un proceso que está en construcción permanente, que puede incorporar las diferencias que van surgiendo en el proceso de esa construcción; y a eso se le puede llamar también nacionalismo. Significa que no es una entidad histórica cerrada, un hecho que está aquí y que es el mismo que se ha ido desenvolviendo en la historia del tiempo. El nacionalismo del año 1912, por poner un ejemplo, es muy muy diferente al nacionalismo del 40, y probablemente sea muy diferente al nacionalismo de ahora, el que se puede defender ahora.

El que se puede defender ahora hay que defenderlo en condiciones de una Cuba muy transnacional, transnacionalizada, que significa con muchas diásporas en muchos lugares, no solo aquí en este país [EE.UU.], con lo cual me parece que se puede hacer una apuesta por el nacionalismo pero con esta cantidad de salvedades que te estoy haciendo, que no lo minimizan sino que lo empoderan porque lo democratizan, porque piden lealtad a cuestiones que pueden ser más trascendentales a los cubanos, que tengan que ver con su derecho de ciudadanía y también con los derechos de inclusión social y nacional. En ese sentido me parece que el nacionalismo es muy defendible, para no mencionarte todo el tema más espiritual de lo que llamamos la patria, que también, pero me gusta [no mencionarlo] porque podemos entender por patria cosas muy diferentes, y la patria históricamente ha sido cosas muy diferentes, no en Cuba, desde la antigüedad romana. Es mejor buscar pisos fuertes que puedan unificar, unificar quiere decir unir en una plataforma. Esa plataforma puede ser la ciudadanía, democratizada puede ser el nacionalismo, porque no creo que compitan entre sí. Creo que sí puede ser un proyecto que compartan cubanos.

YE: ¿Se siente optimista cuando piensa en el futuro cubano?, vamos a decir, una década; dentro de una década, ¿usted cree que se va a sentir bastante satisfecho con el rumbo que está tomando la nación actualmente, con todas estas reformas económicas, y quizás también como usted hablaba con una descentralización en otros aspectos de la sociedad? ¿Se siente optimista?

JCG: El optimismo a veces hace daño. También el pesimismo. Cuba cambió mucho en el siglo XX; cada treinta años cambió mucho. Cambió en 1901, cambió en 1930, cambió en 1959. Está cambiando ahora, está cambiando mucho, desde afuera quizá no se aprecie la calidad y la cantidad de los cambios. Cualquiera que vaya a Cuba sabe que no tiene nada que ver con los discursos típicos o históricos sobre Cuba.

Es una sociedad que se parece cada vez más al mundo; los cubanos se parecen cada vez más a cualquier ciudadano del mundo, comparten problemas con muchos países del mundo, tienen problemas propios, como en otros lugares tienen problemas propios. Esto significa que para mí está lejos ya, o cada vez se aleja más de ser aquella excepcionalidad que elogiaban para lo bueno y criticaban para lo malo. Me parece que sí tiene que cambiar. Y yo quisiera, ya por optimismo -que puede ser peligroso pero también es una tabla de salvación, porque también vivo en Cuba, mis hijos viven en Cuba-, pienso que es útil mirar con limpieza al futuro. Limpieza significa honestidad, significa mirar con esperanza, y significa confiar también en los cubanos que quiera apostar por ese futuro.

 


Archivado en: Cuba, Información, Política, Revolución, Sociedad, Yadira Escobar Tagged: crítica social, Julio César Guanche, nacionalismo, reforma constitucional, Yadira Escobar

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