En la entrevista que le concedió por correo electrónico a Espectadores, Eugenio Raúl Zaffaroni se refiere a su trabajo con La cuestión criminal y a la tarea -no individual, sino colectiva- de promover la reflexión pública en torno a lo que los medios y algunos políticos llaman “la inseguridad”. A continuación, la transcripción de las preguntas y respuestas que cierran de la mejor manera nuestro pequeño aporte a la divulgación digital de una publicación sin precedentes en la Argentina.
E: ¿Cómo surgió la idea de preparar el compendio La cuestión criminal?
ERZ: Cuando comencé a escribir La palabra de los muertos me propuse hacer algo sintético, de divulgación más o menos masiva. Pero una cosa es lo que uno se propone y otra lo que va saliendo a medida que redacta. Aunque cualquier persona con formación secundaria o terciaria puede leerlo, ese libro no es de divulgación pública general quizá porque es demasiado extenso (no quise suprimir información que me parece básica) y porque es caro en relación con las publicaciones de circulación general. Por todo esto, pensé en usar el mismo material para otro formato: después de conversarlo con algunos de mis colaboradores, hicimos un puente con Página/12 y comenzamos a trabajar en conjunto, especialmente con Rep que es una persona genial.
E: ¿Qué repercusiones tuvo la colección publicada en Página/12?
ERZ: Yo tenía algunas dudas, porque nunca quiero causarle un desastre a ningún editor, pero mandé a título de prueba los borradores de las primeras entregas y gustaron. Me dijeron que el estilo estaba muy bien, les gustó y seguimos adelante. La verdad es que muchas personas me lo comentan; en el diario me dijeron que los jueves vendieron algo más; no faltó quien me paró en la calle sin conocerme personalmente para decirme que lo estaba siguiendo. En fin, creo que en alguna medida he obtenido lo que deseaba.
E: ¿Tiene Usted previsto algún nuevo proyecto editorial de divulgación masiva como éste? ¿Pensó tal vez en alguna alternativa televisiva y/o radial?
ERZ: No, no he pensado en nada más. Creo que esto no es una tarea individual. En cambio sí es cuestión de que otros -incluso periodistas, comunicadores, sociólogos- tomen la posta en vista del éxito que esto está teniendo. Son muchas las personas con más condiciones que yo para hacer divulgación y promover la reflexión pública. Mi intervención no fue más que un aporte; no pretendo convertirme en el Carl Sagan de la criminología.
E: En el capítulo 21 de La cuestión criminal, Usted reivindica el poder del discurso al incluir la desarticulación y neutralización de la retórica criminológico-mediática entre las tareas principales de la criminología cautelar. ¿Cuál sería la mejor manera de llevar adelante esta acción? ¿Cómo luchar contra el discurso hegemónico de la televisión, con su tendencia al esterotipo y a la simplificación en un tiempo siempre “tirano”, y del mundo online, donde gran parte de los sitios, blogs y páginas alojadas en redes sociales reproducen los típicos latiguillos y argumentos en nombre de la in/seguridad?
ERZ: Se me ocurren telenovelas que desmonten estereotipos, humor (del ridículo no se vuelve), contra-imágenes (si unos muestran a los malos, sería bueno mostrar a los buenos del mismo grupo), entrevistas a personas con discurso claro (en particular a los científicos sociales extranjeros, ya que nosotros respetamos mucho al que viene de afuera), novelas policiales de nuevo estilo y con mensaje social, creación de nuevos héroes de ficción, programas serios de historia social (muchas cosas se aclaran cuando se las muestra en su perspectiva temporal), teatro con mensaje antidiscriminatorio, material escolar, cursos para docentes, formación de periodistas especializados, y un largo etcétera hasta donde mi imaginación no llega.
E: A la retórica mediática generalizada, hay que sumarle el rol funcional de muchos políticos convertidos en voceros de los medios, y de los expertos que terminan contestando preguntas que no les competen, tal como explica este fascículo. ¿Cómo lograr que estas figuras más o menos públicas, y por lo tanto referentes para gran parte de la ciudadanía, abandonen el rol que el poder punitivo les asignó? ¿De qué manera podemos impulsar este cambio y rebatir el discurso pretendidamente técnico y/o autorizado sobre delito e inseguridad?
ERZ: Haciendo uso de los mismos medios, o sea, con más comunicación mediática, y además con datos en la mano. Sin cuadro de situación no podemos responder nada ni prevenir nada. Es necesario invertir y comenzar a hacer criminología de campo, investigación de campo sobre la violencia. Estas figuras públicas hablan en los medios con la irresponsabilidad de una mesa de café; si nosotros nos ponemos a responder en el mismo nivel, el público terminará considerándonos iguales y proclamando el “que se vayan todos”. El delito es cosa seria, debemos tomar en serio los daños que provoca e impedir que el tema quede reducido al ámbito de opinólogos pretendidamente sabios pero que en realidad no saben nada.
E: En esta porción de entrevista concedida a Página/12 en febrero de 2007, Usted se pronuncia más cerca del minimalismo que del abolicialismo. ¿Hasta qué punto es posible minimalizar el poder punitivo cuando –según leemos en La cuestión criminal– se trata de un poder global, casi inasible? Del mismo modo, ¿cuán contenedora puede ser la criminología cautelar en un Occidente donde el Estado gendarme parece avanzar y consolidarse cada vez más?
ERZ: No tengo una respuesta para eso, porque tendría que ser augur o algo así, y no me dedico a eso. Lo que puedo observar es que el Estado gendarme actual es un producto del fundamentalismo de mercado, o sea, de lo que días atrás la Presidente llamó “anarcocapitalismo”, y cuyas consecuencias en Europa, Estados Unidos, América y en la Argentina de los ’90 no tengo necesidad de mencionar mucho porque todos las conocemos.
Esto puede detenerse y revertirse en nuestra región o en todo el mundo, mientras haya una chispa de racionalidad. De lo contrario, el Estado gendarme desembocará en mayor violencia represiva y contrarepresiva, y acabará en una nueva masacre, como ya ha ocurrido en otras coyunturas. Si el mundo llega a transitar este desgraciado camino en los próximos decenios, la chispa de racionalidad se encenderá después de una nueva masacre, y quienes queden vivos la harán valer: la Historia lo dirá.
E: Cuando la presentación en sociedad de la Revista de Derecho Penal y Criminología, los académicos y especialistas Jorge Alterini, Miguel Ángel Almeyra, David Baigún y Usted mismo se refirieron a la necesidad de “formar al joven abogado”, de “proponer un encuentro generacional”, de abandonar cierta tradición de “pelea” constante entre colegas. ¿Cuán grande es el abismo entre la vieja y la nueva generación? ¿Cuál es la escuela criminológica predominante en nuestras facultades de Derecho hoy? ¿En qué medida o proporción nuestros abogados se preocupan por “la cuestión criminal”? ¿Cómo describiría Usted el perfil del egresado promedio actual?
ERZ: Es muy difícil decir cuál es el perfil del abogado egresado actual, porque hay muchas universidades y muchas escuelas y métodos. En general y simplificando podría decir que veo dos vertientes: la del abogado “técnico” y la del “comprometido”. El primero tiene un entrenamiento de burócrata pragmático, el segundo más de político activo. Lo ideal sería una buena síntesis del técnico con el político. Creo que hacia eso debemos marchar.
Lamentablemente nos llegan algunas corrientes jurídicas que parecen abominar lo político, porque provienen del mundo central y avanzan a impulsos del Estado gendarme de las últimas décadas. Estas estructuras de poder no quieren saber nada de abogados militantes por el Derecho, porque éstos serían sus enemigos. Pero el riesgo que también corremos es que, por reacción, formemos políticos sin técnica.
E: ¿Y en cuanto a la cuesión generacional?
ERZ: En cuanto a la cuestión generacional, por lo menos de mi parte me referí a una generación anterior a la nuestra, cuyas pasiones eran mucho más exaltadas y llegaban al odio personal, con muchas anécdotas que hoy más bien parecen curiosas o divertidas. Creo que ni nuestra propia generación ni la que nos sigue llega a esos extremos: hay debate, discusión, algunas veces un poco de bronca pero nada más.
La agresividad es un componente normal de la conducta humana, filogenéticamente condicionado, que puede traducirse en agresión o canalizarse en producción. Debemos cultivar altos niveles de agresividad, pero canalizarlos por la vía de la producción intelectual y la acción social.
E: Volviendo a la colección La cuestión criminal, Usted sostiene que la “fatalidad biológica de la especie”, es decir la condición naturalmente perversa/violenta que algunos pensadores le adjudican al ser humano, es otra elucubración cultural naturalizada. En cambio, más le preocupa que la cuestión criminal sea “una cuestión mundial, en la que se está jugando el meollo más profundo de la futura convivencia e incluso quizás el destino mismo de la humanidad” y a la que la mayoría de los ciudadanos no prestamos atención. ¿Cuán optimistas podemos ser ante este escenario?
ERZ: Yo me resisto a creer que el ser humano es una ente desequilibrado, incapaz de usar su capacidad de escuchar mejor y destinado a destruir su propio hábitat y a desaparecer. Al contrario, apuesto a que se trata de un ente mínimamente equilibrado, y por ende capaz de escuchar con atención tanto a sus semejantes como a la naturaleza.
Puedo equivocarme, es cierto, pero apuesto al equilibrio. Lo haga sin ingenuidad, sabiendo que el camino es largo y tortuoso. Por lo pronto, en la actualidad hay voces que indican que están escuchando algo… o mucho.