Revista Ciencia
ENTUSIASMO
Por distintos motivos, últimamente me ha tocado aliviar algunas penas que se dan en la vida: fallecimiento de un ser querido, trastoques de fortuna por la crisis económica que padecemos, etc. Y alguno me ha lanzado una pregunta amarga, dura, pero real como la vida misma: ¿De qué sirve vivir bien, si no se nos concede vivir siempre? O bien ¿De qué vamos a vivir? ¿Estaremos siempre así? Es la angustia vital, propia de nuestra condición mortal y agudizada en nuestro tiempo. El alivio está en la suavidad y la ternura de los cercanos, si se tienen, que aligeran esta carga que, por momentos, se hace insoportable.
No se trata de un deseo absurdo: nos gustaría vivir bien, sin los desasosiegos que comporta nuestra indigencia vital; y por otro lado, vivir siempre. Ciertamente no se trata de una aspiración irracional, como si fuese una singularidad errónea, capricho del destino o de la naturaleza. Ningún animal –a excepción del hombre- vive con “angustia vital”; y por supuesto, no se formula esas preguntas. Vive sin más: ese es su deseo instintivo; pero no aspira a vivir siempre porque no se les ha dado el futuro.
Cabe que orillemos estas cuestiones y nos resignemos a vivir “olvidados”, como si no existieran. Pero en este caso, nuestros afanes y esfuerzos carecerían de sentido: seríamos náufragos existenciales, sin posibilidad de rescate. Pero si admitimos que no podemos ser un absurdo y que nuestras aspiraciones son justas, el deseo de lo absoluto debe corresponderse con una esperanza real en lo absoluto: lo llevamos en los genes de nuestra especie.
Nuestra interrogación no es un grito en el vacío, como el famoso icono de Munch. Tiene que haber alguien que lo escuche, que recoja el eco de nuestro anhelo, que no apague nuestras ansias vitales, pues la vida se esfuma con el tiempo: Tempus fugit, decían los clásicos. Mi vida no puede ser humo que se disipa. Para vivir con dignidad se necesita entusiasmo, una palabra ciertamente hermosa que, en su raíz griega, significa precisamente la sed de absoluto: Dios en mí que me mueve, me transporta, me inspira, me extasía, me saca de mí estando dentro de mí.