El triunfo de la secesión de Crimea y su inclusión en Rusia está expandiendo por el continente una epidemia separatista que, si no se contiene, podría romperlo en 74 pedazos, los nacionalismos existentes, con secesionistas o integracionistas en otros países.
Atentos a Venecia-Véneto, con un secesionismo distinto de otro más amplio que pretendía absorberlo, el de la Padania, que abarca el norte de Italia y que abandera la Liga Norte, inspiradora con su lema “Roma nos roba” del separatista catalán “España nos roba”.
Los separatistas venecianos han iniciado una consulta durante cinco días por internet, que concluyen este viernes, 21, preludio de otra que proponen ya con papeletas y urnas.
Venecia-Véneto, cinco millones de habitantes, tiene 18.400 kilómetros cuadrados de los 161.076 de la Padania, que son parte de los 301 338 de toda Italia.
Beneficio para Putin: “Los venecianos no solo quieren estar afuera de Italia, sino también de la UE y la OTAN”, dice el independentista Raffaele Serafini, según recoge con satisfacción la agencia rusa RT.
Desde Noruega hasta esa Italia; desde Alemania, Bavaria y los antiguos Sudetes, hasta Polonia, Bélgica, Hungría y España, en todas partes pueden aparecer conflictos “nacionales”.
Primero serán verbales y aparentemente democráticos –todo nacionalista querrá su referendo--, pero acabarán en violentos porque habrá minorías/mayorías perjudicadas que lucharán armadas para recuperar sus derechos robados.
Artur Mas está llevando no sólo a Cataluña, sino a toda España, e incluso a Europa, a un camino que puede acabar muy mal.
En ausencia del acomplejado gobierno español –sólo habla, no emplea su autoridad para no parecer franquista--, los poderes continentales y de los EE.UU. quizás adviertan a todo separatista que impedirán que las democracias desarrollen conflictos como los del siglo XX, provocados por nacionalismos y/o mesianismos redentores.
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SALAS