En el diálogo "Protagoras" Platón nos narra el mito de Epimeteo.
Este Titán recibe el encargo de dotar a los animales de distintas cualidades. Pero el humano, el último en el reparto, que aguarda indefenso, descubre que Epimeteo ha gastado todas las facultades. No tenemos pues alas con las que alzar el vuelo, ni poderosos caninos, ni la velocidad de una gacela ni la dura coraza de la tortuga.
Somos, en esencia, un mono desnudo.
Prometeo, su hermano, decide entonces robar y otorgar a los humanos algo que solo corresponde a los dioses: las artes civilizadas y el fuego. Será cruelmente castigado por ello.
El regalo de Prometeo nos confiere a los hombres un carácter casi divino; somos un animal que fabrica herramientas, domina el fuego, habla y es inteligente e intuitivo.
A partir de este momento el humano no se limita a su herencia, y es libre para decidir lo que quiere ser. Puede forjar su propio destino.
Lo que Prometeo nos ha regalado, en esencia, es la libertad.
El resto de los animales nos contemplan.
Aterrados. Antonio Carrillo