Estos gigantescos depósitos de cenizas han influido enormemente en nuestros conocimientos de la temprana arqueología de Mesoamérica. Debajo de muchos metros de estéril ceniza han aparecido a veces los importantes legados de los primeros pobladores, descubrimientos que, frecuentemente, han sido obra de la casualidad. Sólo en aquellos lugares donde los arroyos o ríos han ido realizando importantes y profundas cortaduras en el terreno, o donde los modernos movimientos de tierras han puesto a flor de tierra antiguos y hasta entonces sepultados estratos culturales, ha sido posible efectuar una investigación concreta en terrenos recubiertos de tan gruesa capa de ceniza. No ha de olvidarse que nadie empezaría a hurgar en la tierra en lugares desconocidos, guiado únicamente por la vaga esperanza de encontrar algo determinado. Con ello queremos decir que no debe sorprender que no sean muchos los yacimientos arqueológicos de la época prehistórica de Mesoamérica que hayan sido estudiados científicamente.
Hallazgos
TlapacoyaTlapacoya, al borde de los antiguos lagos en el Valle de México, constituye una excepción. Estimulados por los descubrimientos registrados durante los trabajos de construcción de unas carreteras, los arqueólogos mexicanos procedieron a efectuar importantes excavaciones en este lugar entre 1965 y 1973. En las capas más antiguas encontraron numerosas lascas de andesita local en forma de cuchillos, que sirvieron, posiblemente, como instrumentos de corte. En un extinto hogar cercano, rodeado de piedras de cantera, se descubrieron dos pequeñas lascas de obsidiana que procedían de un lugar diferente. Este hogar posee una antigüedad de 22 000 a de C + 4 000 años; otro hogar cercano se remonta a unos 19 750 años a de C + 500 años. Objetos e instrumentos de calcedonia y obsidiana han sido descubiertos también en Tlapacoya, si bien su antigüedad sigue siendo incierta. De todas formas, los «excavadores» están convencidos de que un raspador redondo de calcedonia posee una antigüedad de unos 22 000 años.
No son frecuentes hallazgos comparables en Mesoamerica, y suelen ser, casi siempre, muy discutidos. En este contexto de en citarse los descubrimientos realizados en Valsequillo (Puebla) y, sobre todo, en Hueyatlaco y Caulapán, que representan, al parecer, una antigüedad similar determinada por el carbono radiactivo (19 900 a de C), sin olvidar otros efectuados durante el siglo pasado en Tequixquiac, en los bordes del Valle de México.
A ellos pertenece la famosa «escultura de Tequixquiac». La cabeza de un animal tallada de una vértebra de cameloide es la obra de arte más antigua que, hasta el momento, conocemos de América. Es muy poco probable que estos hallazgos representen al primer ser humano que vivió en Mesoamérica, sobre todo si se fuera confirmando la antigüedad de los descubrimientos localizados en territorios más meridionales. Pero lo que sí parece ser cierto es que los primeros pobladores, lo mismo que en toda América, poseían instrumentos, objetos y formas de comportamiento mínimamente diferenciados, a partir de los cuales, pero siempre adecuados a las respectivas condiciones locales, fueron desarrollando su especializada «cultura».
Pobladores vecinos de Mesoamérica
Un grupo semejante existió en el sudoeste de EUA así como en las colinas circundantes de High Plains a partir, aproximadamente, del año 10 000 a de C. Una parte de su alimentación la conseguían con la caza de grandes mamíferos del período glacial, especialmente mamuts y el bisonte primitivo. Para la caza disponían de artefactos especiales y, posiblemente, de técnicas también especiales. Entre tales instrumentos figuraban, por su importancia, las jabalinas con punta de piedra. Estas puntas de proyectil presentan un fino retoque en sus bordes y unas estrías que, partiendo de la base y en dirección longitudinal a la punta, recorren uno o ambos cantos de esta última, adelgazando así la parte central para facilitar el enmangado en una hendidura. Para que la punta no se desgaje del asta al chocar contra un objeto o animal, tanto la base como las partes laterales inferiores habían sido rebajadas para que no tuviesen filo. Las puntas de jabalina más antiguas de esta clase descubiertas en Norteamérica reciben el nombre de puntas de Clovis; las posteriores, que sólo se diferencian por su forma, el de puntas de Folsom.
Descubrimiento de las Puntas de Jabalina
Hasta el momento no se han descubierto puntas de Folsom en Mesoamérica, pero sí un gran número de puntas de Clovis o parecidas a estas. Se trata, no obstante, salvo una posible excepción, de hallazgos superficiales, es decir, no han sido descubiertas en un yacimiento concreto y compacto sino aisladamente, por regla general en la superficie terrestre o en el lecho de ríos o arroyos y otros lugares semejantes. Estas puntas de jabalina aparecen con bastante frecuencia, prácticamente como cabía esperar, en el norte de México, que en aquel entonces pertenecía culturalmente al sudoeste norteamericano. Pero se las ha descubierto también en Tlaxcala, Belice y en el altiplano de Guatemala y, fuera de Mesoamérica, en Costa Rica y Panamá. El único fragmento basáltico de una punta de jabalina parecida a las de Clovis procede de Los Tapiales (Depto, Totonicapán, Guatemala) y con él se descubrieron también otros objetos de obsidiana, calcedonia y basalto. La fecha de este depósito de caza, posiblemente temporal, podría ser de unos 8 000 años a de C. En Mesoamérica se han descubierto también lugares en los que habían sido cazados y luego sacrificados los mamuts, como por ejemplo en el Valle de México, en Santa Isabel Iztapán. Las puntas de jabalinas allí encontradas se parecen en parte a las más tardías puntas de los «Plains» más septentrionales y son las denominadas «Serie Plano», de forma lanceolada, como una hoja de laurel, perteneciendo así a un tipo muy extendido en América. El hecho de que no se hayan descubierto puntas de lanza más antiguas podría achacarse a que los mamuts no fueron cazados en estas regiones hasta unos 2 000 años más tarde (hacia 7500 a de C) que en el sudoeste de EUA, es decir, en una época en que no se utilizaban las puntas acanaladas.
Punta Clovis