Revista Arte
A los poderosos faraones de las dinastías XVIII, XIX y parte de la XX les reemplazaron débiles monarcas que sumieron al país en una nueva etapa de crisis y decadencia, con continuas usurpaciones del poder. Ramsés III, fundador de la XX Dinastía (1198-1166 a.C.), levantó un enorme templo funerario en Madinat Habu, cerca de Tebas, en la orilla occidental del Nilo, cuyos restos son de los mejor conservados en la actualidad. La existencia de un palacio junto al templo indica que el faraón frecuentó y habitó aquel lugar en bastantes ocasiones. Escenas de batallas relatando las campañas de Ramsés III contra los invasores extranjeros (pueblos del mar) aparecen representadas con gran viveza en relieves distribuidos por los muros del templo.Las dinastías XXI a XXIV están consideradas como el tercer periodo intermedio, un lapso de tiempo de más de 350 años en el que diversos monarcas se establecieron paralelamente en Sais, Tanis y Bubastis, capitales del delta del Nilo, en un momento de división política del país. La reunificación llegó con los faraones de la XXV Dinastía; éstos fueron etíopes que penetraron desde Nubia avanzando hacia el delta y ocupando Tebas. Respetaron las creencias y divinidades egipcias, asumiendo también sus costumbres con la idea de ser ellos quienes tenían la obligación de restablecer la gloria y el esplendor de Egipto. Restauraron los viejos templos y construyeron otros nuevos dedicados a sus dioses. Tomaron los nombres de los antiguos faraones y en sus producciones artísticas copiaron e imitaron escenas y motivos de épocas pasadas. Recuperaron la tipología de la pirámide como lugar de enterramiento. Durante su reinado, los asirios, acaudillados por Asaradón, llegaron hasta Tebas en el año 671 a.C., pero fueron rechazados.Poco después de este primer intento fallido, el rey asirio Assurbanipal conquista Egipto convirtiéndolo en provincia asiria, hasta que Samético I (664-610 a.C.) libera al país de la dominación asiria y crea una nueva dinastía, la XXVI, denominada saíta. Continuando la labor de restauración de viejas tradiciones iniciada por los etíopes, durante el periodo saíta tiene lugar un florecimiento de las artes. Destacan los trabajos escultóricos en bronce, de gran suavidad y blandura en el modelado, con tendencia hacia formas contorneadas. Tuvieron contacto con los griegos, algunos de los cuales habían servido en el ejército egipcio como mercenarios. También con los judíos, a través de una colonia que éstos poseían en el sur, cerca de Asuán. El arte de la XXVI Dinastía utilizó muchas formas y modelos del pasado, copiando a veces literalmente los motivos de los antiguos monumentos.La XXVI Dinastía acaba con la invasión del Imperio persa, y, salvo breves periodos, Egipto nunca recuperó su libertad de manos de la dominación extranjera. La conquista del país por parte de Alejandro III el Magno en el 332 a.C., y por los romanos en el año 30 a.C., introdujo a Egipto dentro de la órbita del mundo clásico, aunque persistieron sus antiguas tradiciones artísticas. Alejandro (que había fundado la ciudad de Alejandría, que se convirtió en un importante foco de la cultura helenística) y sus sucesores aparecen representados en los muros de los templos como si fueran auténticos faraones en un claro estilo egipcio. Los templos construidos durante el periodo tolemaico (la dinastía fundada por Alejandro el Magno) repiten los modelos arquitectónicos tradicionales de Egipto.El arte egipcio ejerció también una poderosa influencia sobre las culturas de sus invasores. En los primeros artistas griegos se reconoce una clara deuda con Egipto. Los romanos también mostraron gran interés por el arte de este país, se llevaron a Roma piezas originales extraídas de los templos y tumbas, e imitaron su estilo en numerosas esculturas realizadas por artistas romanos. La influencia de Egipto, su cultura y su arte, así como la fascinación que despiertan sus antigüedades, ha persistido hasta nuestros días.