El gran McNabb sonreía en la banda. La meteórica trayectoria, directamente hacia el ocaso, del quarterback de Chicago, saliendo por la puerta de atrás de Philadelphia y Washington, y su reciente pérdida de la titularidad en Minneapolis, no fue óbice para que éste dejara ver una expresión de hilaridad en su rostro, como queriendo decir "la que está liando este tío!". Corría el tercer cuarto y el rookie Christian Ponder, en su primer partido as a starter, era interceptado dos veces. Al parecer, los logros, méritos y loas acumuladas en los últimos tiempos por el veterano quarterback -es una ironía, por supuesto-, le facultaban a este tipo de lujos aunque no recordara que en su primer partido como titular, a finales del pasado siglo, un lejano catorce de noviembre de 1999, el referido Donovan no fuera capaz más que de lanzar 8/21, 60 yardas de pase, 49 yardas de carrera y ningún touchdown ni intercepción.
Christian Ponder saltó al césped del Mall of America Field y jugó con soltura. Comandó el ataque con liderazgo, tomó buenas decisiones, fue estable en el pocket, siempre con la vista fijada en sus posibles receptores. Lanzó con precisión y asumió como un veterano los blitz que la defensa rival le envió en repetidas ocasiones. Rápido de reflejos y movimientos, realizó buenas lecturas, demostró nervios de acero y fue juicioso cuando tocaba correr. A pesar de sus dos intercepciones -sin influencia en el marcador pues el tanteo ya era de 27 a 17 cuando estas llegaron-, conservó la calma y mantuvo al equipo dentro del partido contra el vigente campeón y rival más potente de la NFL, lejos quedó la apabullante derrota que muchos apuntaban.
No voy a escribir que Ponder vaya a ser el nuevo Montana. Tampoco leeréis aquí que sus fríos números (13/32, 219 yardas de pase, 31 yardas de carrera, 2 touchdowns y 2 intercepciones), sean los de un quarterback estrella. Ni siquiera diré que su partido ante los Green Bay Packers haya sido el debut más explosivo de los últimos años. Pero el football no es únicamente algo medible en base a unas cifras que, por exactas que sean, no pueden reflejar todo lo que sucede sobre un terreno de juego. El deporte es algo más que un impoluto estudio estadístico. Y en ese terreno, las sensaciones que cualquier aficionado percibió ayer viendo como el quarterback de Florida State dirigía el ataque de uno de los peores equipos de la liga, fueron mucho más importantes que el resultado final del partido, por otro lado perfectamente descontado por opinadores y analistas de distinto pelaje.
Se equivocarían los Vikings si hoy pensasen que este año aún quedan posibilidades, por pequeñas que estas fueran, de competir. Apostaron por repetir la filosofía que llevó a Brett Favre hasta Minnesota, esto es, contratar a un quarterback de probada experiencia para intentar el "ahora o nunca". Pero bastaron unos pocos partidos para descubrir que el éxito del 2009 no se repetirá. Lo mejor que pueden hacer ahora es asumir, como parece que así es, que la temporada ya acabó para ellos y que, por tanto, será más importante preparar el futuro que conseguir algunas victorias sin ninguna utilidad práctica.
En su primera aparición sin simulaciones, el de Dallas ha llamado mi atención. Además de responder a mi perfil preferido de mariscal de campo -pocket passer-, Ponder tiene criterio, sabe buscar receptores alternativos y ejecuta los pases con decisión. Es cierto que aún le queda mucho camino por recorrer, que debe mejorar el pase a larga distancia y también la lectura de las coberturas sobre sus receptores, que es un simple proyecto, que millones de cosas pueden salir mal y que el partido de ayer no fue más que su primer paso en un mundo tremendamente exigente, pero, para bien o para mal, me aprestó a seguir con interés su evolución.
Así que el nuevo enfoque debe pasar por dotar a Ponder de la mayor experiencia de juego posible, concentrándose en su crecimiento como quarterback. Las claves, como en muchas facetas de la vida son entrenamiento, práctica, compromiso y paciencia con un mariscal de campo de apenas veintitrés años con condiciones para ser el nuevo heredero. Ello permitiría a la franquicia concentrarse en atender otras necesidades del equipo, empezando por echar mano a una de las peores defensas contra el pase de la competición y quizá, pensar en renovar su cuerpo de receptores.
Las dudas sobre el presente y el futuro de los Minnesota Vikings eran tan oscuras como el que se cernía sobre el científico Galielo Galilei en 1616 pero al parecer -y aún cuando la cita sea apócrifa-, lo cierto es que en Minneapolis algunos cuchichean por lo bajo "eppur si muove". Voy a susurrar un poco y vuelvo.