Revista Deportes
Equipos históricos: Brasil 1994, la generación que le agregó temor a la fiesta
Publicado el 02 junio 2012 por Marianofusco
Por Martin Goldbart
En Estados Unidos la alegría fue toda brasilera, pintaba para que sea argentina o colombiana. O incluso italiana, sueca o búlgara. Pero no, fue brasilera. No como veinte años antes cuando Brasil se consagró en tierras mexicanas dando cátedra y jugando con cinco números diez.
No, ni cerca. La consagración en Palo Alto, California el 17 de julio de 1994 tuvo un aditivo hasta entonces inédito en una selección verde amarilla: el miedo a perder. Carlos Alberto Parreira era el responsable de llevar a Brasil a lo más alto del Mundo luego de cinco Copas del Mundo de puras decepciones respetando un estilo y una tradición futbolera.
Armó un plantel con nombres que literalmente daban miedo, como Romario, Bebeto, Raí, Jorginho, Dunga, Branco y, hasta entonces, un ignoto Ronaldo. Pero el camino empezó con una derrota catastrófica, desilusión y con pedidos de que rueden varias cabezas. Claro, Se había perdido el invicto en Eliminatorias y nada menos que contra Bolivia en La Paz luego de empatar sin goles con Ecuador.
Pero el barco se enderezó de a poco y de los siguientes seis partidos, Brasil ganó cinco e igualó uno. El pasaje estaba asegurado y la misión era una y solo una: ser campeones del mundo y romper con el maleficio de más de veinte años post retiro de Pelé. Maleficio que ni el mismísimo Zico pudo romper en España 1982 y México 1986.
El 20 de junio, en San Francisco, Parreira puso en marcha la aventura en un país de nula tradición futbolera pero con una potencialidad económica descomunal y un mercado gigantesco para que la FIFA explote a discreción, digno de la primera potencia del mundo rozagante tras haberse quedado con el trono del Mundo por la caída del bloque comunista e inmediato final de la Guerra Fría.
Pero el mapa del mundo no era el único que había cambiado, el del jogo bonito también se había modificado porque una disfrazada línea de cinco en el fondo dejaba en claro el miedo a volver a perder un Mundial con el que cargaba ese equipo. Dos laterales de los de siempre en un equipo brasileño, dos centrales mediocres, tan malos como siempre y un volante central bien metido entre ellos, Mauro Silva. El resto era puro talento y desequilibrio, otro clásico de Brasil. Raí, Romario y Bebeto, con los aportes de Zinho y las subidas de marcadores de punta como Branco, Leonardo, Jorginho o un joven Cafú le dieron forma al Brasil campeón del mundo menos vistoso hasta entonces.
Es discutible si fue mejor o peor que el de Corea-Japón 2002, pera esa es otra historia. En Estados Unidos Brasil atacó como Brasil, pero defendió como un equipo temeroso, tomando precauciones, demasiadas a veces, más de las que eran comunes en un seleccionado brasileño aspirante al título. Fue 2 a 0 a Rusia en el debut, 3 a 0 a Camerún y 1 a 1 con Suecia. Acceso directo a los octavos de final. A los mano a mano, donde algunos dicen que Brasil empieza a jugar las Copas del Mundo, pero también los temores crecen porque cualquier error significa la eliminación.
El 4 de julio venció 1 a 0 a Estados Unidos con gol de Bebeto a 18 minutos del final y con un jugador menos por la expulsión de Leonardo por un criminal codazo a un rival. Con Argentina y Maradona en el camino, con doping incluido y Colombia, la gran sensación del torneo a priori eliminada en primera fase y los gigantes europeos en un nivel, como mínimo bajísimo, el camino estaba allanado.
En cuartos de final también debió sufrir para eliminar a Holanda. Fue 3 a 2 en un partidazo el 9 de julio en Dallas. La semifinal fue un verdadero parto, otra vez frente a Suecia y con un gol agónico de Romario, quien luego de ese partido dijo que ya se sentía campeón del Mundo.
Seis días después, el 17 de julio, en el mismo escenario donde la Argentina se despidió de la Copa del Mundo a manos de la Rumania de George Hagi, Brasil debía enfrentar en la final a Italia. El temor reinó por completo aquel partido decisivo. Casi no patearon al arco, ni el uno ni el otro. Fue un casi obvio cero a cero, incluso en el tiempo suplementario. Era un Brasil-Italia en una final del Mundo sin goles durante dos horas de juego.
El único camino que quedaba eran los penales y allí Brasil no suele fallar. La línea de cinco había quedado en la historia y ahora el título dependía de jugadores con fama de ser los que mejor los ejecutan en el Planeta. Así fue. Baresi, Massaro y Baggio erraron para Italia, mientras que Marcio Santos lo hizo para Brasil. Del resto se encargaron Romario, Branco y Dunga. Brasil campeón del mundo, con miedo, pero con gloria.