Siempre me ha dado la sensación de que por sus ventanas acabaría asomándose un príncipe, uno como los de antes, con sus trajes condecorados de medallas y guantes blancos. No es de extrañar que la imaginación vaya hasta los cuentos de los hermanos Grimm, ya que el Palacio de Olite podría ser perfectamente el escenario perfecto para cualquiera de sus historias. Esta mezcla entre castillo-palacio ha sido considerado por numerosas publicaciones de viajes como uno de los mejores de España, y es que no es para menos.
El Palacio de Olite se levanta sobre el municipio medieval con el mismo nombre, a sólo 40 kilómetros de Pamplona. Antiguamente fue el lugar de residencia de los reyes de Navarra, Carlos III y Leonor de Trastámara, que comenzaron a construir el palacio a partir de la Torre del homenaje, que por aquel entonces estaba sobre la antigua muralla romana. La combinación entre estos distintos elementos, militares y residenciales, es lo que le hace tan especial y el motivo por el que ha sido considerado como una de las joyas arquitectónicas de Navarra.
La fortaleza está dividida en varias partes, tres para ser más concretos. La zona que podemos visitar por sólo 3,10 euros es el Palacio Nuevo, donde está la iglesia de Santa María, de estilo gótico. Además, aquí era donde se ubicaban los salones más lujosos del castillo.
Otra de las áreas visibles y en donde podremos alojarnos, es en el Palacio Viejo, en el actual Parador Nacional de Turismo. Lo más llamativo de esta zona son las torres, que eran el principal punto de defensa de este fuerte, de ahí a que se diferencien de las del resto del palacio por sus almenas. Una estancia de reyes, sin duda. El precio más barato por noche y por habitación en el parador es de 114 euros, por lo que no es excesivamente caro.
Por último, la tercera parte de la que se compone este recinto son las ruinas de la Capilla de San Jorge, donde antaño estaba el oratorio del rey y las antiguas galerías. Hoy en día ya no queda nada en pie, por lo que poco hay que ver en esta zona.
El castillo de Olite no sólo es la escapada ideal para vivir un fin de semana de cuento, aunque sin príncipes ni princesas, sino que la misma ciudad de Olite guarda un encanto medieval inigualable que invitan a recorrer sus calles y a visitar otros monumentos que nos evocarán a otro tiempo. Un lugar para repetir, sin duda.