Hace unos días tuve una conversación profunda y larga con una amiga sobre la fidelidad. Aunque esta palabra solemos asociarla con la relación de pareja, para mí la fidelidad empieza por ser fiel a uno mismo, que es la raíz de ese virtud de dar cumplimiento a las promesas o acuerdos, sea en relación con nuestra pareja, nuestro trabajo, los servicios, productos o marcas que elegimos de costumbre. Prometer es una acción soberana, ya que exige decidir hoy lo que se va a hacer en adelante, bajo condiciones que no se pueden prever, y es así incluso si nuestras promesas las hicimos inconscientemente.
¿Pero qué quiere decir ser fiel a uno mismo?
Cada uno de nosotros, incluso los que se describen como personas liberales, muy empáticas y/o moralmente flexibles, tiene una base sólida de principios. Acuerdos, leyes, promesas, limites o como queremos llamarlos que nos indican claramente hasta donde llegar en nuestros pensamientos, palabras y acciones, que marcan nuestros límites tanto en el sentido positivo como negativo. Nos dicen cuál es el comportamiento (sea nuestro o de otros) aceptable según nuestros criterios, que muchas veces ni son propios, sino se basan en la mapa mental de nuestros progenitores, ejemplos de nuestra infancia, quienes no hemos podido escoger, ni hemos querido cuestionar en el pasado. El mapa mental es totalmente único y personalizado (aunque fuerzas políticas, sociales, educativas y religiosas intentaron unificar los diferentes mapas personales de la gente a lo largo de la historia, y siguen intentándolo hoy en día también). Además es un sistema demasiado complejo como para tener control absoluto externo sobre él (ya que no existen dos personas -ni gemelos - con la misma percepción de experiencias) y funciona a través de automatismos inconscientes, grabados en el subconsciente de la persona. En este matrix en constante movimiento, se refleja cada experiencia importante, emoción intensa, e imagen imborrable que dejó su marca en nuestra alma desde la infancia hasta el momento presente. Los acuerdos que hacemos basándonos en las conclusiones personales que sacamos de la noción de nuestras experiencias, tampoco son estáticos; se hacen y se rompen de forma natural según nuestras necesidades o conforme vayamos creciendo internamente.
¿Por qué hacemos estos acuerdos? ¿Por qué reducimos nuestro mundo de posibilidades y la oportunidad del mejor entendimiento de las otras personas? Creo que en principio (siendo niños) lo hacemos por NECESIDAD y luego probablemente los conservamos por comodidad y para protegernos, creando un mundo más previsible, cerrándonos en nuestra zona conocida, fingiendo que somos ciegos a la comprensión de intenciones y comportamientos diferentes de los nuestros con el fin de evitar que nos hieran. Por consecuencia juzgamos a nosotros mismos y a otros, ya que juzgar -aunque contradice a la sana naturaleza humana- mucho más cómodo y menos arriesgado que abrir la mente a otras posibilidades y sobre todo actuar de forma de diferente que antes. Pensar -o fingir a pesar de nuestras inseguridades- que estamos en lo cierto y todos los demás se equivocan es un comportamiento de defensa, una estrategia que en determinados momentos de nuestra vida elegimos para justificar la razón de ser de nuestros acuerdos “anticuados”, que en su día hemos creado para ser aceptados en nuestro entorno y/o por poder seguir aceptando las personas y acontecimientos que nos rodeaban. Un niño para poder sobrevivir en su entorno habitual, prefiere pensar que todo lo que ocurre en él es correcto (ej. padres alcohólicos, violentos, ignorantes, etc.), que asumir que sus padres se equivocan, son malas personas, que les están mintiendo o que simplemente no les quieren. Para un niño cualquier experiencia es aceptable, mientras le permita permanecer en la “seguridad” familiar, el único ambiente que conoce, ya que sus instintos biológicos le advierten que con revelándose contra los suyos, o huyéndose de ellos –aún siendo incapaz de cuidar de sí mismo-, pondría en peligro su propia existencia. Así que la mayoría de estos acuerdos, que nos pueden perjudicar en el futuro, los aceptamos en nuestra infancia más tierna, porque sin poseer el nivel de consciencia y desarrollo físico-mental-emocional suficientemente avanzado simplemente no tenemos otra elección. Y siendo prisioneros de las ataduras que hemos aceptado, a menudo dejamos pasar muchos años permitiendo que nuestras experiencias, dependiendo de su contenido emocional nos caractericen a la hora de la percepción del concepto de la fidelidad también. En mi opinión el error no está en aceptar acuerdos que más tarde consideramos perjudiciales, sino meter la cabeza en la arena para no tener que darnos cuenta de que estos ya cumplieron su función original y su presencia ya no sólo es innecesaria sino directamente dañosa. Esto también se llama fidelidad, pero no a nuestro ser, sino a los hábitos y miedos del ego. Tal vez es el aspecto más negativo de la fidelidad; insistir en vivir según los acuerdos antiguos que ya no necesitamos para sobrevivir, incluso estando dispuestos de perder oportunidades, experiencias valiosas o en los peores de los casos estropear relaciones humanas.
Ser fiel a ti mismo supone saber quién eres y implica hacer borrón y cuenta nueva en relación con tus principios las veces que te haga falta durante tu vida consciente. Primero es necesario armarte de valor para tomar consciencia (de manera objetiva) de todos los acuerdos “fósiles” que existen en tu interior, examinarlos de uno a uno y evaluarlos según su utilidad en tu vida actual. Yo hago este proceso de “limpieza interna” cada año, procurando quedarme sólo con los acuerdos beneficiosos del pasado (que por cierto hay muy pocos) y examinar minuciosamente los acuerdos nuevos antes de consentir que formen parte de mi vida. De esta manera me aseguro ser fiel a mí misma, a mis acuerdos actualizados y coherentes con mi SER. No tengas dudas de que romper tus acuerdos arraigados es mucho más difícil que reconocerlos, sin embargo como estos nacieron de un simple pensamiento, pueden desaparecerse aplicando el poder del mismo. Una vez teniendo claro los acuerdos que quieres tener en tu vida, ya has creado la posibilidad de poder ser fiel a ti mismo, lo que no significa que automáticamente lo seas.
El significado original de la palabra fidelidad está vinculado a la lealtad (de una persona para con un señor o un rey) y la atención al deber. La palabra "fidelidad" deriva de la palabra fidelitas (latín), y su significado es servir a un dios. Esa persona, ese/a señor/a, ese/a dios/a en este caso eres TU. Y tu deber es en este mundo de intereses, falsas intenciones, mentiras y existencias materiales encontrar la conexión verdadera con tu fuente y siendo leal a su claro contenido tomar tus decisiones responsables en cada momento.
Notarás (a parte de la buena intención) tu plena capacidad de no engañar, no traicionar a ni a ti mism@ ni a los demás, cumpliendo con los pactos y compromisos más importantes para ti, independientemente de las circunstancias de la vida. Lo más importante es que sepas que tienes elección. Tienes la libertad de escoger conscientemente tus promesas y la responsabilidad de lo que harás con ellas.