Mi gato Ramsés
Todas las noches duerme en la cocina en un sitio en el que le hemos preparado una "cama" a su gusto. Nunca intenta salir hasta que no le toca, que es cuando la última persona, que se levanta entre las 10 y las 11, le da de comer y le abre la puerta. Cada vez que llega este momento él se acerca cariñosamente para que le acaricies la cabecita, y se tumba para que le pases la mano o un pie por la barbilla. Lo hace siempre, todos los días. De vez en cuando, si haces algo que le molesta te suelta un mordisco, tienes que andar listo o te hace daño. Y es que no siempre el amo tiene razón.Después se acerca a la ventana para que le abras y poder darse un garbeo por la terraza, tengo una terraza enorme y eso le da mucha bola, nunca se nos ha tirado a la calle, no lo necesita porque tiene espacio. Cuando se aburre, entra a casa y empieza a recorrer y a fisgar todo, le encanta, por ejemplo, mirar las maletas, bolsas, mochilas y similares. Si hay una caja o una bolsa de plástico la mira y acaba metiéndose dentro, no falla. A veces cogemos la bolsa del asa y le llevamos por toda la casa como si fuera un paquete, es muy divertido y da gusto ver su carita: "¿El señor Merino? Somos de Iberia y le traemos el equipaje que se extravió en su último vuelo desde Madrid", suelo bromear llevándole de habitación en habitación. Siempre hace lo mismo, todo el día se lo pasa fisgando todo.
Por la tarde tiene la costumbre de ir a la habitación de su "abuela" para echarse en su cama o encima de sus piernas. Se pone como si fuera una esfinge egipcia, de ahí su nombre, Ramsés, que este gato no es cualquier cosa, no te jode. Todos los días se tira horas durmiendo o semitumbado. Y es que el hábito le hace comportarse siempre igual, la repetición crea adicción, por lo visto.
Al caer la noche cena y se da garbeos por todas las habitaciones, ya se sabe, "la comida sosegada y la cena paseada" dice el refrán. Y mi gato lo cumple, que está bien educado. Hacia las 12 toca ir a cogerle en brazos para llevarle a la piltra, eso si hay suerte y no se ha escondido debajo de una cama en cuyo caso hay que sacarle con una escoba. Cuando la ve, refunfuña, se cabrea, bufa, incluso te muerde, pero finalmente camina resignado lentamente delante de la escoba. Todas las noches la misma historia, todos los días la misma vida, como si fuera el día de la marmota. Pero es feliz. O eso cree, quizá la indefensión aprendida le limite y no sea consciente de ello.
Menos mal que tú, lector, lectora, eres diferente.
Tú te levantas cada día cuando quieres, es decir, a las 7 de la mañana. Desayunas, te aseas, meas y te vistes para ir a trabajar. Entre bostezo y bostezo coges tu coche y te metes en un atasco que nunca baja de 45 minutos. Con un poco de suerte llegas a las 8 al trabajo y lo primero es tomarte un café para intentar despertar del todo. Todos los días comienzas así para estar en condiciones de trabajar.
Una vez recuperado para la causa productiva comienzas la tarea. La mañana transcurre siempre entre visitas a Facebook, reuniones, visitas a la cafetería, y un par de discusiones con el jefe, al fin y al cabo los bufidos se los ha ganado bien porque no siempre tiene él la razón. A las 14 h te vas a comer el grasiento menú del día que ya te conoces de memoria, la camarera te trata con una cierta indiferencia, al fin y al cabo le estás dando trabajo y eso no le gusta a nadie aunque le paguen. Bueno, qué estoy diciendo por Dios, si el trabajo dignifica y tener trabajo hoy día es una gran suerte. En fin, por si acaso, todos los días miras si te ha tocado la primitiva.
Después del café vuelves al trabajo, entre bostezos, eructos y pedos, aprovechando que nadie te ve, y te aseas un poco para espabilarte y atacar el segundo tramo de la jornada. Nada nuevo por la tarde, igual que la mañana, hasta que a las 18 h sales y, por fin, vas a poder disfrutar del día. Coges el coche y vas al centro comercial, te tomas algo, compras algo, charlas con alguien, y vuelves a casa que ya oscurece. Tras la cena, habitualmente una hamburguesa, huevos fritos, patatas fritas, bacon y similares, pillas el sofá y el mando de la tele. Ya era hora coño de que pudieses parar un poco. Siempre hay un partido de fútbol, un concurso, o un programa de Telecinco que te permiten divertirte ¿de lo lindo?. Te metes a la cama y... sin noticias del sexo. A sobar, que todos los días hay que madrugar para otros.
El fin de semana es otra historia, ahora sí que sí. Te quedas en la cama hasta las 11 o las 12, dependiendo del cansancio acumulado durante la semana o de la resaca que arrastres. De vez en cuando, en un alarde, te pegas un paseo andando, pillas la bici, vas a sudar al gimnasio, o te haces unos largos en la piscina, depende del tiempo... y de las ganas que tengas. Porque la mayoría de las veces pasas el tiempo en la tele viendo a Mou, a Contador, a Alonso, a Navarro, a Rajoy, a Zapatero, a Belén Esteban y a la puta Amparo, porque la vida es así, está llena de estos "grandes" placeres que te hacen tan feliz. Los libros no apetecen, es mejor la lectura liviana, el diario dominical y la revista del corazón, de esta forma mantienes el contacto con el resto del mundo, que el cine y viajar son demasiado caros. No pierdes la ocasión, todos los fines de semana repites cantinela, y sigues sin tener noticias sobre sexo, pero no pasa nada, ya te tomarás la revancha en verano.
Y llegan las vacaciones, y con él el sol, las ganas de vivir, de recargar las pilas, vuelves a tomar el control de tu vida porque no tienes que trabajar, ha llegado el momento de disfrutar a tope de tu tiempo de ocio, es la hora de viajar, y como cada agosto, te pillas el coche y te plantas en el pueblo. ¿Qué necesidad hay de irse lejos? ¿Qué coño se te ha perdido a tí en Tailandia o en Nueva York?. Te frotas las manos cuando te dispones a conducir con el maletero lleno, al fin y al cabo aquí lo tienes todo bajo control. son 16 años ya haciendo lo mismo cada verano. Dia tras día vas a la playa, noche tras noche vas bebiendo un cubata tras otro de terraza en terraza, semana tras semana consigues tener sexo, solo una vez cada 7 días, pero más que suficiente para volver a sentirte como una estrella del porno. Y cada septiembre vuelves al trabajo con la tez morena, feliz, con fotos para enseñar, que lo mejor de las vacaciones no es vivirlas sino contarlas, si lo sabrás tú, que lo repiten hasta la saciedad en el telediario.
Y es que los seres humanos somos diferentes, no somos como los animales, tenemos la capacidad de elegir, de tomar decisiones, de afrontar nuevos retos, de encarar nuevas perspectivas, de visualizar nuevos horizontes, de aventurarnos; los humanos no tenemos necesidad de obedecer órdenes, no tenemos miedo a las escobas, no nos gusta fisgar a los demás, no nos gusta pasar las horas durmiendo ni tumbados en un sofá, a nosotros nos gusta vivir, amar, reir, emprender.
Excepto a tí, que eres un gato y te llamas Ramsés.