¿Por qué razón algunos individuos reproducen hasta el cansancio situaciones que los llevan al fracaso? Malos desenlaces amorosos, profesionales, escolares o amistosos, ¿qué los empuja a esas calamidosas repeticiones?
Los psicólogos hablan de complejo de fracaso o de síndrome de fracaso para denominar al trastorno que lleva a esos hombres y a esas mujeres rágiles a encerrarse en comportamientos aparentemente masoquistas. Víctimas de una falta de confianza en sí mismas, las personas con conductas que llevan al fracaso son rígidas y con frecuencia desfasadas.
No saben cómo adaptarse al mundo circundante y temen asumir riesgos. Consumidas por la duda, no logran quererse a sí mismas y no sacan ningún provecho de sus eventuales logros: Las motivaciones inconscientes inhiben, impiden la acción de llegar hasta el objetivo que uno se propuso con el fin de obtener el resultado esperado, de remarcar el éxito y de disfrutar de manera secundaria de dicho éxito, señala el psiquiatra Adolfo Fernández-Zoila.
No importa mucho el balance de sus acciones, estos seres acomplejados siempre sentirán que son fracasados. Freud consideraba que sufrían de una negación inconsciente a la satisfacción. El origen de este complejo procedería de un efecto Pigmalión invertido: al resaltar solamente los fracasos y al minimisar los logros, sus padres (o sus profesores), demasiado preocupados por estimular el sentido de la competencia, destruyeron su confianza en sí mismos, su capacidad de capitalizar a partir de los fracasos.
De niños, se sentían culpables de no ser nunca tan exitosos como debieran haber sido. En la adolescencia, o en la edad adulta, siguieron autodesvalorizándose, incluidos los que llegaron a ser exitosos, reproduciendo así la actitud paterna, interpretada como una expresión de amor o de preocupación.
Fuente “Cero complejos”, Ed. Marabout