ERNEST & CÉLESTINE
Título Original: Ernest et Célestine Director: Benjamin Renner, Stéphane Aubier, Vincent Patar Guión: Daniel Pennac Música: Vincent Courtis Distribuidora: Sherlock Films Fecha de estreno: 20/12/2013
En el mundo de Ernest y Celéstine existen dos civilizaciones que se creen completamente distintas. Dos civilizaciones que son incapaces de entenderse, pero que realmente no son tan diferentes. Arriba, en el exterior, viven los osos, unos osos que realmente se comportan como humanos y viven como humanos, con las mismas preocupaciones, sus mismos tics y sus mismos vicios. En el subsuelo, viven las ratas, ellas actúan completamente reprimidas por el miedo, por ese pavor que al pequeño le provoca al grande. Es por esto que desde que son niños, a los ratones les inculcan el miedo, para que teman a los osos y no salgan al exterior. Pero realmente, los osos, como los humanos, cuando ven a los ratones, se asustan con la misma facilidad que lo hacemos nosotros. Lo curioso de esta relación basada en el miedo es que se necesitan unos a otros. Para los ratones, son vitales las escapadas nocturnas al exterior, para conseguir los dientes de los niños (jugando con el mito del ratoncito Pérez de una manera inteligentísima) para poder reparar sus dientes. Y la ciudad de los osos, no funcionaría igual de no estar los ratones debajo de ellos.
Dentro de un mundo de terror, no existe nadie más peligroso que alguien sin miedo, y es ahí donde aparece la pequeña Celéstine. Celéstine sueña con los osos, no los ve como animales terroríficos, si no como compañeros de juego, como la imagen de una vida que desearía tener, no cree que realmente tenga que existir algo esencialmente malo en ellos. En una salida a coger dientes (existe aquí una pequeña crítica a la explotación infantil), Celéstine se encontrará con Ernest. Un oso bohemio, que vagabundea por las calles sin trabajo, tocando música simplemente para encontrar algo que llevarse a la boca. La reacción lógica de Ernest habría sido comerse a Celéstine nada más verla, pero los sueños de igualdad que existen en la pequeña, forjaran entre ellos una fuerte relación. Su relación de fortísima amistad, se podría hablar casi de amor, es completamente inaceptable para ninguna de sus civilizaciones, dos personas (y hacemos aquí especial hincapié en el término personas, porque cuando se fragua la relación entre ambos, su estatus de animales, no pasa de lo anecdótico) tan distintas no pueden ser vistas juntas y esperar que todos los acepten como si fuera algo completamente algo normal.
Ernest y Celéstine son obligados a vivir su relación en clandestinidad, lejos de los ojos de la gente, llevándoles esto incluso a delinquir para sobrevivir. Pero cuando su relación se destape, ningún otro acto pesará más que la incomprensión de todo el mundo a la naturaleza de su relación. Y es que Ernest y Celéstine son dos parias sociales, dos personas que mucho antes de que este momento llegara, habían sido excluidas y dejadas de lado por sus respectivas sociedades por atreverse a pensar de manera distinta a como lo hacen los demás. La relación que existe entre ambos, es completamente lógica, la soledad en la que han sido obligados a vivir, desaparece solamente por la comprensión del uno hacia el otro, capaces de adaptar todas sus diferencias para el bienestar de su compañero, recurriendo a todo, sólo para ofrecer lo mejor que pueden dar, cómo esa maravillosa escena en la que Celéstine abre un paraguas para proteger a Ernest mientras que se acurruca a su lado.
Cuando haya que capturar a la pareja, las dos sociedades chocaran por completo, en ningún momento buscarán trabajar juntas, si no que al contrario, casi podría decir que torpedearan el trabajo de los otros por realizar exactamente las mismas acciones. Es aquí cuando la película deja más visible su crítica hacía un sistema que es incapaz de escuchar. El montaje de dos juicios en paralelo se convierte en una escena terrorífica. Dos sociedades que culpan a sus miembros de juntarse con aquel que consideran diferente simplemente por su condición, pero que acaban siendo completamente iguales. Dos sociedades que en su afán por mantener un régimen, convierte a todos sus miembros, esta vez sí, en animales, que solo miran por sí mismos. Y sólo aquellos que son capaces de abrir la mente y comprender las nulas diferencias que existen entre unos y otros, serán capaces de actuar como verdaderos humanos.
Ernest y Celéstine es una película de una belleza cautivadora. Es el cuento de como Romeo y Julieta se vieron obligados a convertirse en Bonnie y Clyde, tratando de entender cómo funciona la sociedad en la que vivimos. Sorprende la maravillosa sencillez y la calidez que irradia la forma de la que la película está contanda. Con una simpleza que nace desde el trazo de sus dibujos, que jamás buscan enfatizar el detalle, si no premiar la simple naturaleza de un trazado adornado con preciosos colores pastel. Ernest y Celéstine es una de las historias de amor más bonitas, tristes, y sobre todo reales, que nos ha dejado la animación actual en mucho tiempo. Una obra que habla del amor y de la amistad, de una manera tan cercana, que parece obligada a permanecer durante mucho tiempo en el corazón de los espectadores.