A todos nos gusta que nos salgan las cosas a la primera o con los menos intentos posibles. Siempre buscamos la forma de conseguir nuestros objetivos con el menor esfuerzo o a la primera de cambio. Nos juntamos con personas que nos ayuden a la meta sin implicarnos en la reciprocidad y sin mover un dedo. Y queremos que no haya baches en nuestro camino hacia la gloria académica, profesional o relacional. ¿Te sientes identificado? Es lo que todos pensamos a priori o lo que todos deseamos cuando nos disponemos a iniciar una carrera, un proyecto o una relación. ¡O cualquier cosa que requiera tiempo y dedicación! ¿Lo vives así? Todo esto pone de manifiesto que a nadie le gusta equivocarse. Y eso está bien, por gustar mejor que nos guste lo atractivo, lo bello y lo bueno...
Pero, ¿me estás diciendo que equivocarse no es atractivo, bello y bueno? ¡Parece ser que no! Me revelo contra esta afirmación. No es lo que he vivido a lo largo de mi vida y más en estos últimos meses. Cuando hablo de equivocarse hablo de cometer un error ya sea por olvido, falta de atención o por decisión propia. ¿Por decisión propia? Sí, cuando tomas decisiones puedes tener dos (o más) consecuencias: que aciertes o que al final no haya sido (a priori) una buena elección. Y es a esto a lo que quiero referirme o intentar poner palabras. Pienso que una educación donde el error esté contemplado ahorra muchos quebraderos de cabeza, bajas autoestimas y desmotivaciones a los que lo sufren. El error contemplado en sus miles de formas: equivocarse en algo pequeño o gordo, olvidarse de algo, no prestar la atención que se pedía, no dar la nota musical que tocaba, confundir el tiempo verbal, no responder como se esperaba, borrar un archivo importante, dejarse las llaves en casa, olvidar la lista de la compra en la habitación, poner otra fecha en lugar de la actual, dejarse las luces encendidas... Y así, ¡tantos errores!
Hay tantos errores como personas en el mundo. Los errores los cometemos las personas en nuestro camino de aprendizaje personal. ¿Habéis comprobado que se os queda mejor una información tras haberos equivocado? Una vez te dejas la luz de la cocina encendida, a la próxima compruebas todo antes de salir de casa. Y así con todo lo que uno olvida, yerra o se equivoca. Pero volvamos a eso de que el error es atractivo, bello y bueno. Quizá alguno piense que soy una osada por darle la categoría de ser en lugar de la posibilidad de serlo o no. Entonces invito a esa persona a hacer un trabajo de introspección o de vistazo a su vida hasta hoy. ¿Qué has aprendido? Estoy segura de que no todo lo que hiciste u optaste a hacer fue por decisión propia o inicial, pero que gracias a esas decisiones (acertadas o no, a priori) has llegado a ser la persona y profesional que eres hoy. Al menos por eso... ¡qué importantes son los errores (aprendizajes) en la vida!
Quizá penséis que el error no puede ser atractivo, bello y bueno porque no habéis tenido experiencia de ello. Habéis crecido en una casa donde todo tenía que salir a la primera y que si esto no sucedía había reprimenda. O nunca tuvisteis una respuesta agradable ante un error vuestro en clase, en el trabajo o en alguna relación personal. O puede que tampoco hayáis visto a un familiar, amigo, profesor o jefe vuestro cometer un error. O si lo habéis visto, esa persona fue castigada, no reconoció su fallo por vergüenza o miedo o no se la tuvo en cuenta en adelante. Muchos hemos crecido en un ambiente así. Ambiente que no dio por bueno el error o como posibilidad de mejora y crecimiento. El título de esta entrada está puesto adrede porque siendo tan sencillo aun hoy cuesta de entender o acoger por muchos de nosotros. Nos hace falta aprehenderlo. Es cierto, ¡el error es humano!
El error es atractivo.
Hace poco tuve una conversación con un amigo sobre otra persona a la que estaba ayudando de una forma concreta. Tenía muy claro cómo ayudarla, pero en un momento en el que esta persona no avanzaba, mi amigo optó por cambiar el tipo de ayuda y decidió probar con otra forma sabiendo que no era la mejor. Al cabo de unos días se vio que esa persona no mejoró sino todo lo contrario. Mi amigo me reconoció que había errado en la forma de ayudarle y que a partir de ahora volvería a lo de antes y estaría más alerta. A mí me ayudó más la rectificación humilde y el no esconderse ante el error de mi amigo que si hubiera acertado a la primera con esa persona. No estamos acostumbrados a escuchar de alguien que se ha equivocado y menos a ser testigos de ello. Por eso me parece que errar es atractivo si la persona que yerra es consciente de ello, con naturalidad lo manifiesta y tiene actitud de cambiar en adelante.
El error es bello.
En el viaje de fin de curso de mi colegio en 4º de la ESO fuimos de tour por Italia. Íbamos a visitar cuatro de sus principales ciudades, Pisa entre ellas. Yo conocía su torre más famosa por lo peculiar que era. Siempre había visto hacerse la típica foto de la torre de pisa a la gente que iba a visitarla. Ya era tradicional: en una distancia y ángulo determinado, colocar las manos en posición de sujetar la torre y poner cara de hacer un gran esfuerzo o de susto. Yo también caí en esta tradición. Leyendo ahora sobre la torre de Pisa he descubierto que su diseño era ya imperfecto. Y, en cambio, cuando uno la ve delante de sus ojos no puede por menos que admirarse porque es bella. Ese fallo, ese suelo inestable, o esa inclinación que fue creciendo en la antigüedad le han dado un toque especial. Le han dado su peculiaridad que la distingue de otras. Tiene una belleza propia.
El error es bueno.
Al principio de curso inicié una nueva andadura universitaria, pero esta vez a distancia por conveniencia. Lo hice a lo grande: me cogí todas las asignaturas correspondientes a 1º de la pública para poder convalidarlas y pasarme a la pública al curso siguiente. Igual que empecé a lo grande, me he dado un traspiés a lo grande. Sí, leo ahora que la forma correcta es traspié y lo usamos erróneamente. Pero como yo me lo he dado con los dos pies, pues uso la forma del plural. Volviendo al tema, finalizado el curso he conocido unos grupos y recursos en Internet muy esclarecedores, y personas que trabajan en equipo, animan y se acompañan; he reconocido lo que no he hecho bien, he conocido mis límites y, lo más importante, he compartido mi experiencia y me he mostrado débil. El error saca lo mejor de nosotros mismos.