ABC.es | Dicen que la profesión de ser padres es una de las más dificiles y, desde luego, que la mayoría de aquellos que lo son, así lo confirman. Los primerizos argumentan los quebraderos de cabeza, las dudas y el gran esfuerzo que supone para que desde el momento del nacimiento se consiga que el pequeño, coma, no llore, duerma, no sufra con los cólicos del lactante, sepa más adelante cómo abordar el momento paso a la papilla, los sólidos... pero nada con lo todo que vendrá después.
Educar a un hijo correctamente es más difícil hoy que ayer, según apuntan las autoridades en la materia. Los niños viven actualmente muy expuestos al entorno que les rodea, muy influenciado por las nuevas tecologías. El ordenador, las vídeoconsolas, la televisón, internet... hacen que los niños sean continuamente receptores de información —en muchos casos indebida por no ser apropiada a su edad— que, sin duda, condiciona su forma de percibir la realidad y su desarrollo como personas.
Según explica María Jesús Álava Reyes en «La psicología que nos ayuda a vivir» —de la Enciclopedia para superar las dificultades del día a día—, muchos padres sienten que han perdido el protagonismo en la educación de sus hijos y que les resulta imposible luchar contra la influencia exterior. «Los niños necesitan amor, dedicación, tiempo, paciencia, seguridad y nuestro objetivo debe ser proporcionárselo. De esta forma, favoreceremos su desarrollo dándoles lo que necesitan, señalándoles los aspectos clave en cada una de las etapas, con orientaciones claras y precisas».
Pero para una correcta educación también es importante saber qué es lo que no hay que hacer. Por ello, la autora y directora del Centro de Psicología Álava Reyes, enumera los errores más frecuentes que cometen y deben evitar los padres:—Intentar ser colegas en lugar de padres. Los niños necesitan situarse para situarnos. Los adultos ocupan un papel fundamental en sus vidas: el de adultos, y pocas cosas confunden tanto como ver a un adulto actuando como un niño. —Intentar «comprarlos» haciendo de bueno o poniéndonos siempre de su parte. En un principio es la postura más cómoda, aunque tarde o temprano, se vuelve en contra de quien la ejerce. —Protegerlos en exceso, hacer que el mundo gire en torno suyo. Debemos estar a su lado, pero para ayudarles no para afixiarlos. Los niños deben vivir sus propias crisis y serán estas las que les permitan generar sus propios recursos, sus propias habiliadades, sus propias salidas. —Pretender razonar en medio de una discusión, o tratar de imponer en lugar de sugerir.—Mostrar impaciencia, meter prisa, transmitir tensión.—Sacrificar constantemente a los otros hermanos o miembros de la familia.—Cerrar los ojos: negar lo evidente y pensar que los otros exageran.—Favorecer el consumismo. Darles desde pequeños todo lo que piden. De esa forma empiezan a no darle valor a las cosas y terminan por no dárselo a las personas.—Educar en el resentimiento, en la intolerancia, en la falta de generosidad y en la ausencia de valores.
Reglas de oro
—Los discursos en las situaciones conflictivas sirven de poco. Los niños no reaccionan ante nuestras palabras, sino ante nuestros hechos. Los discursos les aburren, les sobrepasan, provocan enfrentamientos estériles.
—Hay que unificar criterios y actuar con seguridad.
—A veces tendremos que asumir papeles incómodos, poco populares.
—No podemos sucumbir en las situaciones de crisis.
—Debemos callar cuando el otro necesite hablar.
—Hay que elegir el lugar apropiado, el momento adecuado y el mensaje idóneo.
—Tenemos que transmitir ilusión, entusiasmo, porque si perdemos la esperanza, ¿qué nos queda?
—Si el problema nos sobrepasa, acudiremos a un buen profesional, que lo analice con el rigor necesario y ponga un programa de actuación racional, razonable y alcanzable.