Un dedo. Tan simple como eso. Pero no es lo que es, sino donde llega. Una curva en tu cuerpo delimitada lentamente una mañana de domingo.
Un segundo se para sorprendido y forma un atasco simple en el reloj. Pero quien lo mira, si el dedo invita a un compañero a seguirle en el inicio de tu pelo.
La luz traza rectas que atraviesan vasos con resaca de un sábado mas. Pero que mas da, si un beso se desliza por la base de tu cuello y susurra su camino.
Se forman volutas de humo que se escapan, domingueras, por la ventana abierta. Pero eso no evita que mi mano intente abarcar tu espalda.
Alguien pasa por la calle, o la calle pasa delante de los autobuses, y callan las tiendas cerradas. Pero eso no le importa a mis labios entreabiertos sobre los tuyos.
Es domingo.