Revista Ciencia

¿Es la Economía una ciencia?

Publicado el 13 enero 2012 por José Luis Ferreira
¿Es la Economía una ciencia?
En su día defendí la ciencia como la actividad y el cúmulo de conocimientos que se siguen de aceptar el método científico, y éste como una lista de cuidados.
Entonces, la pregunta pertinente es si los economistas van avanzando en su ciencia usando todos los cuidados posibles. La Economía, tal como se practica en el ámbito académico y de investigación, efectivamente, reúne a profesionales que se adscriben a la idea de elaborar los estudios con el mayor cuidado posible. No es que todos los trabajos se hagan de la mejor manera posible, sino que se acepta que se critiquen las carencias y se exijan mejoras si en la revisión entre pares se exigen. Como en otras ciencia, los economistas no aceptan porque sí el estado de la disciplina, las nuevas generaciones proponen nuevos modelos, nuevos métodos, recaban más datos y, a veces, cambian la manera en la que se entendía un problema económico.
Las revistas académicas en economía se rigen por los mismos principios que las de Física, por poner solo un ejemplo. Los trabajos teóricos se publican si muestran coherencia y si suponen un avance de ser ciertos. No se aceptarán hasta que no estén avalados por más estudios, entre ellos los empíricos que los validen. Hay, en cada época, ideas dominantes, pero ninguna revista está cerrada a otras ideas mientras sean prometedoras y se expresen con suficiente rigor como para poder ser confrontadas. En las mejores revistas se han publicado ideas económicas de economistas de muy distintas escuelas, pero sobre escuelas hablaremos más adelante.
Ha habido avance en el entendimiento de la Economía. Desde los tiempos de la economía neoclásica se han incorporado aportaciones sobre cómo conducir la macroeconomía con los estabilizadores automáticos, sobre la conveniencia de tener bancos centrales separados del gobierno, algo se ha aprendido de los estímulos fiscales y de la política monetaria, la incorporación de las expectativas racionales tras el fracaso del keynesianismo dominante a la hora de explicar la estanflación de los final de los setenta (algo le pasará también a las expectativas racionales al no explicar las burbujas), el desarrollo de la teoría de los juegos y de la economía de la información. Hoy en día se está estudiando la economía del comportamiento con la esperanza de que, conociendo si hay desviaciones sistemáticas del comportamiento racional, podemos proponer mejores medidas de política económica (hasta ahora los frutos de estos estudios parecen restringirse a dar “empujoncitos” en la conducta individual).
El avance ha permitido, no solo entender la importancia de los mercados y de la credibilidad de las instituciones públicas, sino diseñar mecanismos que antes no existían, como algunos tipos de subasta, los mercados de emisiones o algunos tipos de contrato de trabajo o de seguros. Algunas veces los políticos escuchan, como en la sugerencia de introducir competencia en el transporte aéreo y en las telecomunicaciones, pero en otras ocasiones no, como en la reticencia a dejar de subvencionar actividades ruinosas y sin futuro o en empeñarse en mantener subvenciones a la compra devivienda tras la experiencia de una burbuja inmobiliaria.
Se han producido otros avances en la recopilación de datos, se ha sugerido mantener distintas bases de datos que son útiles a los investigadores, se han elaborado mejores técnicas econométricas y se han aprovechado los avances informáticos para realizar mejores simulaciones del comportamiento de la economía (fuera de los tiempos de crisis, en que por definición los parámetros de los modelos cambian demasiado).
El avance no ha permitido predecir crisis (tampoco nunca se ha presumido de poder hacerlo), pero ha permitido saber algo acerca de ellas. Por ejemplo, que aumentar el gasto público con la esperanza de expandir la demanda financiándolo con deuda a altos intereses es suicida. Durante décadas hemos visto a países asfixiados por la deuda. La culpa no es el gasto público de por sí, sino el derroche y la financiación con deuda a altos intereses. En vista de los derroches pasados, el FMI, en su famoso consenso de Washington, pedía a los países mucha contención en el gasto. Hubo países que desoyeron estos consejos, pero que fueron capaces de contener el derroche y realizar gasto público productivo sin endeudarse, financiándose con impuestos. Bien por ellos, y toque de atención al FMI para que aprendan a valorar estas nuevas posibilidades.
Hay avance, hay ideas que quedan obsoletas o que se mejoran, hay un continuo interés en cotejar los modelos con la realidad, hay errores y hay un sistema de confrontación de ideas para intentar corregirlos. Hay economistas que simpatizan con partidos de izquierda y de derecha que pueden entenderse entre ellos sin problema porque comparten un método y una ambición por saber cuál puede ser el mejor diagnóstico de un problema y cuál su mejor solución. En los seminarios da exactamente igual la afiliación política, solo importan las aportaciones avaladas por el buen hacer económico. Hay ciencia.

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