Hoy es una estructura muy usada para poner en valor los aspectos esenciales en cualquier ámbito. La educación, por ejemplo. Pero en su más amplia acepción, en contextos académicos, sociales y psicológicos.
Hay individuos que se empeñan en destruir todo aquello que es susceptible de convertirse en un bien común. Y no hablo ahora de Wert, aunque pudiera...
Estos días hemos podido contemplar, estupefactos, en las redes sociales, dos formas salvajes de libertad de expresión, que al fin y al cabo responden al mismo comportamiento sociópata e inculto. Ante el trágico accidente aéreo de GermanWings en el vuelo de Barcelona a Dusseldorf, decenas de usuarios de Twitter llegaban a insultar y mofarse de las víctimas valiéndose de estos argumentos, si es que se les puede llamar así:
- El retraso en la comienzo de la emisión, debido a la información sobre el accidente, de un programa que tendría que haber desaparecido de la parrilla hace mucho tiempo: ir a la noticia.
- El lugar de procedencia de los pasajeros: catalanes y alemanes: ir a la noticia
Como decía mi compañero Josean Prado, gran educador innovador, aprovechemos este potente material que nos proporciona estas noticias para trabajar en el aula.
La pregunta es ¿qué podemos hacer ante estos hechos?. El ministro del interior ha ordenado perseguir a estos usuarios de redes sociales y actuar con tolerancia cero. Hace ya algún tiempo el mísmo Jorge Fernández Díaz anunció que buscaría reformas legales para perseguir apología del delito y la incitación al oido en internet. Especialmente acertado estuvo el consejero de interior de la Generalitat asegurando que los delitos hay que perseguirlos en la red y fuera de la red, pero advirtiendo contra criminalizar las redes sociales y limitar la libertad de expresión en Internet.
Pero no es suficiente. Hay que hacer una reflexión desde la educación, sobre hacia dónde deriva el uso inadecuado de las redes sociales, cómo se convierten en altavoces de actuaciones intolerables, y cómo puede matar todo lo bueno que nos proporcionan, el despreciable uso que, en ocasiones, se hace de ellas. En la educación está la clave. Nadie habla de incluir en los currículos y planes de estudio acciones concretas o globales, o áreas específicas de educación en la red, de netiqueta e identidad digital. Y es necesario y urgente. Lo único que tenemos es la prohibición, impregnando todo con ese matiz negativo y desvalorizando todo lo positivo que nos proporciona la tecnología e Internet.
Es cierto que, en el caso de estos individuos, se aprecian carencias educativas más allá de lo que concierte al comportamiento cívico que cualquier usuario responsable debe guardar en redes sociales o internet en general. Pero hay otros muchos casos, y seguro que todos conocéis alguno en vuestros centros, en los que el desconocimiento conduce a llevar a cabo acciones que no se darían en su "vida física". Esto lleva a disociar la identidad personal con la digital, a la no convergencia, cuando todos somos conscientes de que la distancia entre una y la otra cada vez es menor. Y se usan entornos que tendrían que ser socializadores para todo lo contrario, con comportamientos en los que se pierde la noción de esas mismas normas sociales, valiéndose de un anonimato que habría ya que desterrar de la red de una vez por todas.
Y hay que empezar en la escuela, en los institutos, en la universidad. Educando a alumnos, docentes y familias. Porque ninguno de estos estamentos está lo suficientemente formado. Se han establecido formas de comunicación y de relación que hasta ahora no conocíamos, pero en las que hay que mantener el mismo comportamiento que en las tradicionales. La frontera entra las vida "material" y la "virtual" cada vez es más difusa. Y todo esto reclama nuevos aprendizajes y orientaciones. Pero no incidiendo en lo negativo, sino cruzando el umbral del miedo a lo desconocido y neutralizándolo con un enfoque positivista.
¿Cómo es que en la mayoría del mundo laboral se da una vital importancia a los medios sociales y en educación son una pura anécdota? Si queremos formar ciudadanos competentes, estamos fallando en algo que incidirá directamente y con mucha amplitud en su vida personal y profesional.
Potenciemos el uso de las redes sociales para construir, para colaborar, para difundir nuestro yo emprendedor, creativo, innovador, que sean amplificadores de nuestros logros, de nuestro trabajo, aficiones,.. Y no las criminalicemos capándolas o prohibiendo su soporte tecnológico, los dispositivos móviles, porque de esta forma no podremos aprender, ni los unos ni los otros. Revisemos los reglamentos internos, y no sólo permitamos el uso de estos dispositivos, regulando su uso por supuesto, sino recomendémoslos académicamente aprovechando todo su potencial para crear, porque así, dejaremos de destruir.