La invasión de las grabaciones en DVD y en CD con una calidad insuperable que además permite disfrutarlas cuantas veces se quiera en la comodidad de nuestras casas, al volumen que uno quiera y con cantantes que quizá nunca podamos escuchar en vivo, es una de las grandes aportaciones de la tecnología de nuestro tiempo.
Las funciones de ópera de teatros remotos llegan a nuestra casa y podemos comparar versiones, cantantes e interpretaciones de una manera inmediata.
Las transmisiones en vivo a cines, pantallas gigantes y aulas universitarias, son un recurso de difusión que la ópera no había soñado tener en otros tiempos. Las transmisiones en directo desde el Metropolitan Opera House de Nueva york, La Scala de Milán, el Covent Garden de Londres, entre otros muchos teatros, se pueden ver en la mayor parte de los países al mismo tiempo que suceden. Las transmisiones del Gran teatro del Liceo llegan a los bañistas de la Barceloneta en el verano y, durante varios años, a las aulas universitarias, donde los estudiantes podían acercarse a la ópera como parte de su formación académica, sin importar la carrera que cursaran.
El papel de la tecnología en la difusión de la ópera es innegable en nuestro momento histórico. Los medios que puso el siglo XX a disposición del arte lírico han sido sorprendentes, pero el siglo XXI con su era digital, su inmediatez y su calidad tanto auditiva como visual, lo ha convertido en algo inimaginable, sobre todo porque abrió el mundo de la ópera a una enorme cantidad de población, le dio un lugar y unos medios privilegiados: la convirtió en una experiencia excitante y poderosamente llamativa.
¿Pero cuál es el resultado de este esfuerzo? Después de un balance creo que siempre será beneficioso que la ópera llega a tanto público como sea posible, sin ninguna duda. Pero también ha provocado un cambio en el lugar que ocupa el público en el mundo de la ópera. Algunos teatros se quejan de menor asistencia de público porque pueden verlo en otros medios, los cantantes se quejan de la presión que significa cantar para millones de espectadores en una función o lo que esto les exige estéticamente.
¿Realmente perdemos algo con estas posibilidades? ¿Condenamos a los teatros de ópera al vacío de espectadores? ¿Qué ganamos? ¿Es un problema para los intérpretes? ¿Es un buen negocio? En nuestros días no podemos creer que los teatros de ópera hayan perdido mucho, ya que siguen estando llenos con meses de anticipación. Seguimos buscando las funciones cantadas por los grandes cantantes de nuestro tiempo y las producciones nuevas de los títulos que nos cautivan. La ópera sigue siendo ese espectáculo que en vivo es una experiencia inolvidable.
Sin embargo es interesante comentar la declaración del tenor Ramón Vargas en la entrevista de Sergio Raúl López publicada en la publicación gratuita Performance No 82, segunda época, año 4, de Xalapa Veracruz, México:
"Creo que el fenómeno discográfico fue muy interesante, muy positivo, hasta que adquirió tintes completamente comerciales. Y eso ocurrió a raíz del concierto de los tres tenores, que por una parte divulgó la ópera, bueno, las voces y el canto operístico. Pero cuando las casas discográficas descubrieron que ese primer concierto vendió 10 millones de discos, quisieron más. Y se dedicaron a explotar sus nombres al máximo y a olvidar a las demás generaciones. Ellos sepultaron a dos generaciones que no pudieron salir hasta que se dieron cuenta de que Luciano ya no podía caminar porque estaba enfermo y luego murió. Se quedaron 20 años con ellos, esperando vender esa cantidad de discos y ahí ocurrió el declive de la música. Porque para tener ventas son capaces de vender a su madre".
Además de eso, la tecnología ha hecho que los cantantes, incluso los principiantes, siempre serán comparados con los mejores del mundo desde el primer instante de su carrera profesional, porque tenemos un fácil acceso a las grabaciones, tanto auditivas como visuales, de los trabajos de los más grandes. Entonces siempre están en una continua competencia, bastante desleal, porque tenemos que entender que el proceso de un intérprete está ligado siempre a la madurez y experiencia de vida que sólo dan los años y el hacer su oficio.
Incluso cuando han logrado una carrera internacional tienen que tener miedo de la tecnología: las grabaciones de sus errores, accidentes y agudos rotos llegan a las páginas de internet con una rapidez pasmosa, lo cual afecta enormemente sus carreras. Por otro lado, y a manera de una posible compensación, podemos decir que en la actualidad el ascenso de un joven cantante es casi inmediato, debido a los mismos adelantos técnicos y con una enorme rapidez.
Por supuesto que esto ha tenido consecuencias de doble valor, como se supone que sucedió con todas las condiciones en las que se desarrolló la ópera a lo largo de todos los tiempos. Muchos expertos creen que esta es la principal causa de la escasez de grandes cantantes en nuestros días. Esta polémica ha durado desde el siglo XIX; se piensa que los secretos "del bien cantar" se pierden con el tiempo.
Desde mi punto de vista, creo que siempre hemos tenido grandes exponentes del arte lírico en nuestros escenarios: quienes se perdieron a Caruso han tenido a Corelli, y quienes nos perdimos a Corelli en vivo hemos tenido a Domingo y a Pavarotti, las nuevas generaciones tienen a Juan Diego Flores y Camarena y todos son únicos e irrepetibles.
Además tenemos a todos los grandes del siglo XX en grabaciones incluso en vivo, lo cual es un lujo del que otras generaciones no pueden presumir, sobre todo porque es material que puede demostrar la técnica vocal y con ello transmitir los conocimientos que se suponen perdidos. Aún así, pareciera que la nostalgia siempre formará parte de nuestra visión de la ópera.
Con todo esto podemos concluir que el espectador, en realidad, es el que sale ganando. Las casas discográficas pierden mucho, los teatros tienen que hacer una gran inversión en la tecnología necesaria y los cantantes tienen muchas presiones, pero el espectador puede ver las mejores producciones del mundo sin salir de su casa, o de su ciudad, puede pasarse meses sin repetir videos y sin tener que comprarlos y sí, es una maravilla.
Sin embargo tenemos que recordar que la ópera es un arte de tiempo, un arte efímero, un arte que le pertenece al espectador que lo mira. Nada será nunca tan maravilloso como oírlo en vivo y en directo. El fenómeno de un cantante que hace que dos mil personas dejen de respirar por momentos, no tiene comparación. Nada, nunca.
De hecho, una de las cosas más interesantes es que a los amantes de la ópera les gustan más las grabaciones de las funciones en teatro que las óperas en cine, porque les gusta ver el esfuerzo del cantante. Comienza, entonces, esa extraña necesidad de que si no estuve presente, al menos que pueda saber -lo más fidedignamente posible- lo que se hizo en ella.
Por otro lado los DVD tienen las posibilidades de documentos extra, como las entrevistas con los artistas, y las transmisiones en vivo nos dejan ver también los cambios de escena y montajes técnicos de los entreactos. Algo completamente vedado para los espectadores en el pasado.
Aun más: el poder entrar en contacto con otros amantes de la ópera que cuelgan en internet las grabaciones personales que hicieron en una función determinada (esté prohibido o no) y abren discusiones sobre ellas, debates y reflexiones, intercambios de información sobre grabaciones, funciones, temporadas y todos los temas de interés. Esto es un mundo de enriquecimiento sin fin para los que amamos el arte lírico.
Sí, la tecnología ha hecho de este siglo nuevo, un paraíso para los amantes de la ópera. ¿Pero cuál es el peligro de los adelantos en la tecnología de audio? Franco Zeffirelli pone en boca de la Callas toda una disertación sobre la honestidad en el arte, en su película Callas Forever, y aunque sabemos que es una historia ficticia, nos ayuda a cuestionar si en realidad la tecnología no ha convertido el trabajo del cantante en una forma de fraude: ¿Cuántas veces pueden repetir lo que no han hecho bien en escena? ¿Cuántas veces los propios ingenieros de sonido pueden arreglar un mal sonido emitido por un cantante famoso? ¿Es realmente esa ópera perfecta artificialmente lo que buscamos los amantes del arte lírico? ¿Realmente es perfección lo que se logra con la tecnología o una manipulación de la realidad?
La filosofía oriental nos dice que ninguna perfección puede existir si no incluye la imperfección. Acaso esta idea es lo más parecido a lo que buscamos los amantes de la ópera en cada función. Si unimos esto al cuidado en la fidelidad de las interpretaciones musicales y la versatilidad de los cantantes de nuestro tiempo, tenemos que concluir que esta es una época privilegiada para la ópera.