Revista Cultura y Ocio

Es racismo

Publicado el 13 agosto 2019 por Benjamín Recacha García @brecacha
Es racismoViñeta de Vergara para eldiario.es

Asco. Ganas de escupirle a la cara y de decirle la repugnancia que me produce su simple existencia. Eso es lo que sentí al leer el titular de la entrevista de El País con el ministro de Fomento, el psoísta José Luis Ábalos: «Me molestan los abanderados de la humanidad que no tienen que tomar nunca una decisión, los que creen que solo ellos salvan vidas». Eso dice el psoísta. Sí, psoísta; nada más. Político profesional, vividor de lo institucional, psicópata del poder, estratega de la mezquindad. Como tantos otros, en verdad.

Se trata de personas para quienes lo humano, lo justo, lo espontáneo y emocional carece de valor. Son políticos moldeados a imagen y conveniencia de un sistema putrefacto.

Los ideales han dejado de existir. Ávalos no es socialista, ni su indecente líder, el cínico e hipócrita Pedro Sánchez, quien en abril de 2018 exigía al entonces presidente del gobierno, M punto Rajoy, colaboración con Proactiva Open Arms y «comprometerse con una política de cooperación y humanitaria digna en la UE. Hay que parar este drama». Poco después, ya instalado en la Moncloa, sacaba pecho por permitir el desembarco de lo más de 600 náufragos rescatados por el barco Aquarius y lo destacaba en su libro como ejemplo de política comprometida. Aplauso generalizado. Gesto de cara a la galería, uno más, para éxtasis de sus grouppies.

Me dais asco. Sé que os importa una mierda, la misma que las vidas de las 150 personas a bordo del Open Arms o las 350 que van «de crucero» en el Ocean Viking (si fueran europeos blanquitos en un crucero con problemas, todos esos que tienen que tomar decisiones se habrían lanzado en avalancha a rescatarlos).

Como si fueran 5.000. Qué más da. La película es la misma desde hace años. Personas desesperadas que se echan al mar porque no puede haber nada peor que el hambre, la guerra, la esclavitud o la persecución ideológica… Y al otro lado, indiferencia, criminalización, tacticismo, burocracia…, racismo. Eso es: RACISMO.

Ábalos, Sánchez y toda su cuadrilla de profesionales de la política son racistas, como lo es el ayuntamiento de Barcelona que apalea a los manteros. Como lo son los seres repugnantes que sitian los centros donde viven temporalmente los menores extranjeros, los MENAs.

Europa es racista. Dejad de llamaros socialistas, por favor. No os pido nada más, porque nada se puede esperar de los políticos profesionales, de quienes han consagrado su vida a salvar su culo el máximo tiempo posible a cuenta de lo público y a salvar el de quienes les dan de comer: los «creadores de riqueza». No sois socialistas, sois miserables hipócritas e indecentes. El socialismo no mira el color de la piel ni el bolsillo de quienes piden ayuda.

«Es que gobernar no es fácil, implica responsabilidad, medir las consecuencias de las decisiones antes de tomarlas». Claro que sí. Quien quiera disfrazar su racismo de pragmatismo institucional que lo haga, pero eso no cambia el hecho de que es racista.

Lo que es incuestionable, y va siendo hora de que quienes se sientan moralmente incómodos ante la tozuda realidad empiecen a dudar, es que la política institucional es un circo, un espectáculo vacío de contenido para entretener al personal a través de la televisión.

Los gobiernos nunca están al servicio de quienes más lo necesitan. «Los españoles, primero, que ya bastantes problemas tenemos». Vale, aceptemos nacionalismo casposo como eufemismo de racismo. La realidad sigue siendo igual de tozuda, porque aunque no existiera un solo extranjero (pobre) que se aventurara a que lo recibiéramos con los brazos abiertos, nuestro amantísimo gobierno (del color que sea) no movería un dedo por detener, por ejemplo, los desahucios ni por facilitar el acceso a la vivienda a quienes no pueden pagarla. Es y será por años, hasta que digamos basta, la principal lacra social, que afecta sólo (con tilde) a quienes no tienen nada que los haga interesantes para el sistema.

No os llaméis más socialistas, dejad de una vez de hacer malabarismos con vuestro cinismo sin límites.

Seguramente habrá una solución a los náufragos del Open Arms, cuando «Europa» considere más perjudicial a nivel de imagen mantener un barco cargado de personas desesperadas pululando por el Mediterráneo mientras recibe la ayuda humanitaria de celebridades, que asumir su desembarco de acuerdo a las convenciones pro derechos humanos que los estados se saltan sistemáticamente.

Pero es una gota en el océano, porque habrá más casos iguales, y cientos de muertes que nos pasarán desapercibidas. Si ahora les prestamos atención es porque Proactiva Open Arms es muy hábil con su estrategia de comunicación. Han conseguido llamar la atención de mucha gente popular, carismática y prestigiosa, y eso los vuelve incómodos, pues utilizan las armas de la sociedad de la imagen y la comunicación instantánea y efímera para denunciar una situación vergonzosa, incompatible con cualquier sociedad que se considere mínimamente democrática, pongámosle los peros que se quiera.

Acabo esta vomitera con los manteros y los «menores extranjeros no acompañados».

Perjudican al pequeño comercio, dicen de los primeros. Mentira. En el centro de Barcelona ya no hay pequeño comercio. Todas las tiendas de lo que conocemos como comercio de barrio cerraron hace años, no por culpa de los manteros, sino por la maravillosa economía globalizada, por ese mágico liberalismo que ha transformado el centro de Barcelona y de cualquier gran ciudad en un parque temático del consumo que protagonizan las mismas firmas multinacionales. La misma globalización que ha convertido a Amazon en el Dios del comercio digital. La «competitividad», el encarecimiento pornográfico de los alquileres, eso es lo que ha matado al comercio de proximidad, no los manteros.

Lo repito: racismo.

Ah, un consejo me atrevo a darle a la alcaldesa, Ada Colau. Sé que le importará la misma mierda que al psoísta Ábalos, pero tengo que desahogarme, aunque sea en este rincón desértico de la blogosfera.

Abanderada de los desposeídos, luchadora incansable contra el sistema, punta de lanza del movimiento antidesahucios… Qué pena. Para lo que has quedado. Cara amable del sistema contra el que decías luchar, instrumento útil para su apuntalamiento.

El poder es la peor enfermedad. Incurable. Lo devora todo, empezando por los principios (esos de los que hace gala la marioneta Sánchez). Ada Colau es la alcaldesa de la Barcelona que apalea a los pobres. Cuando una se da cuenta de que desde dentro apenas se puede cambiar nada, en vez de renunciar y seguir combatiendo desde fuera, se adapta a la realidad. El poder por el poder. Qué vergüenza. Qué asco.

En cuanto a los chavales desarraigados y abandonados a su suerte, esos a los que despersonalizamos (como hacemos con todo lo que nos resulta incómodo) identificándolos con un acrónimo de connotación negativa; no son ángeles, claro que no. Sobreviven, como lo haríamos cualquiera en un entorno hostil. No hay soluciones sencillas, pero, desde luego, lo que no es una solución es criminalizarlos, acosarlos en el lugar donde se alojan y tratarlos como una masa uniforme. Es una puta vergüenza que se permitan esos asaltos nazis, y se permiten por un único motivo: son extranjeros pobres.

Es decir, racismo.


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