Revista Arte

¿Es universalmente útil que el alma no desaparezca?

Por Artepoesia
¿Es universalmente útil que el alma no desaparezca?¿Es universalmente útil que el alma no desaparezca?
 Esa es la pregunta fundamental. Porque sólo lo universalmente útil es grandioso o es preciso para poder mantener un cosmos necesario. Por tanto algo es verdadero si es útil universalmente, ya que no hay nada que siendo útil de ese modo no sea verdad. ¿Cómo saber si algo es o no es útil universalmente? Concretamente, del sentido ahora del alma, su realidad o no. Para sostener que es útil universalmente o no sin caer en lo absurdo, hay ahora que separar lo degradado materialmente físico de un ser inteligente de algo impreciso que no lo es, de algo que no es físico del todo. Porque lo que deja de ser o de existir en su conjunto organizado físicamente, lo que desaparece por eliminación material de sus partes integradoras, no puede permanecer igual que antes nunca, desaparece para siempre. Pero, ¿y lo que no tiene conjunto, lo que no deja de ser porque no se degrada con la desaparición de lo físico? Supongamos por un momento que algo impreciso, pero que contiene alguna información trascendente, no desaparece. Ahora veremos después si es útil o no lo es que no desaparezca ese algo impreciso individual. Universalmente útil es todo aquello que facilita el equilibrio sostenible del cosmos en su totalidad. Si admitimos que algo indefinido y poderoso permanece luego de que el cuerpo del ser se deteriore, tendremos que preguntarnos además si es valioso para el universo que esa parte inconsistente permanezca sin desfallecer. Si lo es, si es verdaderamente útil para el proceso cósmico universal, entonces no hay duda de que su ser es real, de que ese algo existe. Un pensador del siglo XIX dejaría esto escrito para siempre: No creo que sea posible sostener una cosa universalmente útil que no sea verdad. Y si lo pensamos bien, todo lo que es útil, valioso, apropiado o provechoso para el universo es verdadero, necesariamente. Hay dos preguntas entonces, la de si algo permanece luego de que el individuo deje de existir como realidad física; y si ese algo que permanece es útil o no lo es universalmente. Pero esto último no es una pregunta realmente, es una conclusión de la primera cuestión. Porque si permanece es por que es útil. La mejor pregunta no es si permanece algo después de desaparecer la vida material, ya que esto es más difícil de responder. La cuestión es si es valioso o no lo es para el sentido universal del cosmos que algo individual, aunque sea impreciso, permanezca sin desaparecer. 
Ahora debemos llegar a la disquisición de qué se entiende por universalmente útil. ¿Para quién es más útil que algo impreciso siga existiendo en el ámbito universal, para el individuo o para el cosmos? Si es útil solo para el individuo no es algo de utilidad universal, es una utilidad individual, egoísta, lo que sucede a veces en la vida terrenal física. Para comprender todo esto mejor entremos en la definición de universal. ¿Qué es lo universal? La definición de este vocablo es una contracción de dos términos diferentes, lo uno y lo vario. Es decir, se puede entender universal como lo que sostiene a lo individual entre lo variado. Por tanto, lo que parece que es universal precisará siempre de ambos conceptos. No hay universo si no hay unidad y no hay variedad a la vez. La unidad puede entenderse aquí como globalidad única, como lo contrario a cualquier individualidad personal. El todo general, en una palabra. Lo vario, la variedad, sería ahora la multiplicidad de seres individuales que se relacionan con ese núcleo principal. Para el universo, por consiguiente, la realidad es dual: hay un núcleo único que equilibra el desmán de la variedad que lo orbita. Pero, también se podría entender el universo como la relación entre la individualidad de lo uno, del individuo, con la variedad de lo vario, es decir, con la multiplicidad congregada. Se puede entender así, en cualquier caso, que el universo es imposible sin la participación de lo individual con lo general. Lo general es evidente, es el todo de lo que hay en el cosmos. ¿Pero, y lo individual? Si lo individual deja de existir, ¿cómo se sigue manteniendo en el universo esa relación tan necesaria para su existencia? La cuestión ahora es definir lo individual. Lo individual es lo que es indivisible. No se puede dividir un ser definido con sentido existente propio. Se puede dividir un continente o un océano, pero no se puede dividir un ser humano. Sin embargo, se divide. Es ese proceso que sucede en la degradación física o material cuando se deteriora con la muerte. Pero, entonces, si debe seguir existiendo esa verdad de lo útil universal tiene que haber algo que justifique esa individualidad necesariamente, porque no hay universo sin individualidad. Esa es la parte indefinida e inmaterial que llamaremos aquí alma, a falta de otro término mejor, para poder mantener  siempre esa individualidad cósmica tan precisa. 
En el mundo conocido y representado claramente por los sentidos, el ser vivo es integrado en un proceso existencial que conocemos desde el nacimiento hasta la muerte. El Arte lo ha mostrado en numerosas obras, pero aquí he unido dos obras barrocas que expresan ahora, simbólicamente, el inicio y el fin de la vida de un ser individual, concretamente el de un personaje bíblico conocido, Juan el bautista. Este hebreo del siglo I nació, murió y desarrolló su individualidad en el espacio material de una existencia física determinada. La obra de Artemisia Gestileschi nos muestra el nacimiento de Juan entre los rasgos estéticos de la sorpresa y de la estupefacción. Porque no había mucho sentido para que pudiera nacer ese ser ante las edades tan infértiles de sus progenitores. Aun así lo hizo, prosperó. La atmósfera de la obra barroca es sombría y luminosa a la vez. Una vida individual florece ahora ante las incertidumbres de una realidad física tan imprecisa. El escenario pictórico está lleno aquí de seres que le cuidan, le admiran y le piensan incluso. Una puerta a la derecha de la obra nos descubre la luz de un universo despierto y vinculante, un camino abierto ahora aquí así, desplegado y trazado, para poder algo impreciso venir de lo lejos... En la siguiente obra del pintor italiano Massimo Stanzione, Degollación de san Juan Bautista, veremos la desaparición física de ese mismo ser individual de antes. En este lienzo todo es más oscuro, aunque también está lleno de gentes, pero ahora no de seres que le cuidan ni le admiran ni le piensan como antes. Hay una abertura aquí también al fondo, solo que ésta no está ahora tan abierta como antes. Es un estremecimiento ahora para el ser individual que desaparece, como para el universo, puesto que no hay salida aquí para su individualidad material o física.  Porque todo esto, con su degollamiento, acabará finalmente. Sin embargo, el ser impreciso, como tal desarrollo individual desde antes de alumbrar su vida sin saberlo, ya no estará en su sustancia material y sensible. Y ahora, por tanto, ¿cómo poder mantener esa necesaria dualidad universal tan precisa para el cosmos? Entre las rejas cuadrangulares de la ventana siniestra del fondo de la obra, el símbolo de la permanencia individual del ser escapará ahora decidido... ¿Es así como no desaparecerá ya esa individualidad tan necesaria que mantendría aquel sentido cósmico tan universal? 
(Óleo Nacimiento de san Juan Bautista, 1635, de la pintora barroca Artemisia Gentileschi, Museo del Prado; Lienzo barroco Degollación de san Juan Bautista, 1635, del pintor Massimo Stanzione, Museo Nacional del Prado, Madrid.)

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