Revista Cocina

¡Es urgente! Más que nunca, ¡escucha tu cuerpo!

Por Robertosancheze

Con lo de urgente me quedo corto.

Creo que ya hemos tenido suficiente, ¿no? Ya está, ya podemos calmarnos, ya es hora de bajarnos del carro de la neurosis hiperreflexiva, del darle mil vueltas a las cosas, del padecer anticipadamente todos los miedos, del intentar predecir y controlar compulsivamente todas las posibilidades e imprevistos que depara nuestro futuro a base de pura imaginación, del sufrir sin tener ningún motivo real para sufrir.

Ahora ya sabemos que la razón, el pensamiento, la voz que no deja de martillear nuestro cráneo –con lo sensible que es, pobre–, ha evolucionado como un monstruo perfeccionista que, una vez solucionados los problemas más inmediatos, se dedica a inventarse otros nuevos, futuros, para que los resolvamos antes de que ocurran. Desde un punto de vista estrictamente material, no creo que ninguno de mis lectores tenga carencias en las necesidades básicas para la supervivencia, es decir, comida, cobijo y abrigo. Al menos espero que a nadie se le ocurra quitarse de comer para tener internet, aunque visto lo visto por ahí, tampoco me sorprendería. En fin, pregunto, honestamente, ¿tenéis algún problema real ahora mismo, mientras leéis estas líneas? Si no es así, ¿qué narices estáis intentando solucionar ahora mismo, aquí, leyéndome? Nuestros problemas no están aquí y ahora, sino en la incertidumbre del mañana.

Que hayamos caído en la trampa de “sobrepensar” no es culpa nuestra. La situación es la que es, tanto a nivel evolutivo –lo que heredamos, lo genético– como educativo, cultural –lo que aprendemos, lo epigenético.

El primer paso que dar es liberarse de toda culpa, ¡maldita sea!, y aceptar que las cosas son como son. Es lo que hay.

Pero llegado el punto en que uno se da cuenta del lío en el que está metido, o sea, es consciente, el ejercicio de la responsabilidad es ineludible, por el bien de uno mismo y por el bien de los demás –¡los dos!

Tanto culto a la razón y la inteligencia, que ocupan un espacio tan nimio en nuestro cerebro, nos ha llevado a menospreciar de tal forma la sabiduría ancestral, infinita, que reside en nuestras sensaciones, emociones e intuiciones, que nuestro sufrimiento se estanca justo ahí, en nuestro universo emocional y sentimental –sentimiento = emoción pensada.

Y no hablo de ese cerebro craneal, el “primer cerebro”, ni tampoco del intestinal, el “segundo cerebro”. Hablo del cuerpo en su totalidad, el gran cerebro, el cerebro real, el que a través de infinitas conexiones neuronales orquesta nuestras experiencias internas, el que alberga el conocimiento ilimitado de la historia completa de la vida, el que nos informa fielmente de lo que ocurre en la realidad inmediata, el que no engaña jamás, a no ser que pasemos sus mensajes por el filtro de la razón.

Parece ser que lo vamos entendiendo. Al menos Punset, Damásio y compañía están intentando divulgar lo que ahora van descubriendo los neurocientíficos, lo mismo que describió Lao Tse en su Tao Te Ching, lo mismo que experimentó Thoreau en su cabaña de Walden. No se trata ahora de subestimar a la razón que, si es, será por algo, tendrá algún sentido evolutivo, porque si no, la evolución no nos la hubiera regalado, la habría extinguido. Pero por otro lado, también es momento de comprender y aceptar que quien manda, quien gobierna el estado vital, es el inconsciente, con la intuición y las emociones al mando. En la otra esquina, la razón modula nuestras reacciones a un nuevo contexto y poco más, y la voluntad, consciente, hace lo que puede y, debido a sus evidentes limitaciones, se agota enseguida.

¡Basta ya de insistir en chorradas como “eres lo que piensas”“tienes que controlar tus emociones”, “la vida es una lucha constante” o “te falta fuerza de voluntad”! Eres lo que eres, aquí no hay nada que controlar ni contra lo que luchar, sino más bien con lo que fluir, y si te falta algo, es conciencia, aceptación y realización.

¿Es esto una propuesta de le bon sauvage, la vuelta a las cavernas, o incluso mucho antes, para que todos volvamos a vivir a base de emergencias instintivas y emocionales? Por supuesto que no.

Esta urgencia de la que hablo es una apuesta por un estilo de vida más coherente con nuestro momento evolutivo real, practicado a diario a base de escuchar nuestro cuerpo por completo y por este orden: sensación, emoción y razón. Las tres son las que son, las tres tienen sentido y funcionalidad, las tres merecen atención, respeto y, sobre todo, acción.

Y a partir de ahí, seguir fluyendo con nuestra realidad evolutiva, la del desarrollo de la conciencia, primero individual y después social, para, por primera vez en la historia de la vida, empezar a proyectar, crear y construir una nueva forma de adaptarnos e interactuar con la realidad, aceptando nuestra naturaleza reactiva y del miedo, la que activa continuamente nuestros instintos de lucha o huída, y enfocando la voluntad únicamente hacia la responsabilidad y el amor, nutriendo la dirección de nuestro día a día presente a base de conciencia y compasión.

Más que nunca, ¡escucha tu cuerpo!


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