El hecho de ser español va unido por defecto a una serie de tópicos difíciles de borrar. No hace falta volar lejos para saber de lo que hablo, tan sólo basta con cruzar la frontera francesa y a buen seguro que te identificaran con toros, fiesta, flamenco, sangría,... un sin fin de estereotipos que como una losa, te guste o no, tienes que cargar. Pues bien, esta mecánica es la misma que aplicamos con franceses, portugueses u holandeses, es decir, las señoritas galas son unas guarras y unas sueltas, en Portugal comen bacalao con bacalao y sus mujeres no se depilan o los holandeses se fuman los porros de dos en dos. Todo falso, leyendas urbanas introyectadas y reconvertidas en chistes que en ciertos ámbitos pasan a considerarse una realidad. Y en cierto modo, como a tí no te afecta, es una coña que con dos copas de más en alguna ocasión has llegado a utilizar.
Y es la leyenda de los bigotes en las lusas la que más me llama la atención. Las mujeres portuguesas aunque feas "haberlas haylas" distan mucho de tener mostachos generosos y una descuidada imagen personal, sino que más bien destacan por su belleza y alto sentido de la feminidad. Lo curioso es como el origen histórico de este tópico, no del todo definido, ha conseguido hacer creer que el bigote de las señoras portuguesas era patrimonio nacional. Una creencia extendida por medio mundo que responde a dos motivos estéticos:
1. La portuguesa con escasos recursos económicos y de bajo nivel social (rural esencialmente) que emigra a Europa a lo largo de los años setenta. Mujeres sin formación, serviles y madres numerosas con escaso tiempo para dedicar un mínimo de tiempo a su cuidado personal. Dedicadas en la mayoría de las ocasiones a labores de campesina, porteras de edificios o como criadas domésticas.
Una realidad de miseria y falta de recursos, que encuadró a estas mujeres en un ámbito y periodo concreto con una estética (vello facial, escasa higiene,...) actualmente completamente desterrada.
2. Asociado con la vuelta a Portugal en los años setenta de las portuguesas asentadas en las colonias: (independizadas de la metrópoli lusa) Mozambique, Cabo Verde y Angola, que para distinguirse de los negros dejaron crecer en todo su cuerpo el vello que les pudiera salir. Pues, es bien sabido, que a las africanas les sale pelo imperceptible en cara y extremidades, de esta manera las portuguesas al mostrar poblado vello pondrían de manifiesto sus raíces europeas y pureza lusa frente a la raza antes sometida.
Un suceso circunstancial y transitorio, dilatado por el tópico que dura hasta nuestros días.