En las próximas 48 horas, tres equipos españoles se jugarán el ser o no ser en las semifinales de la máxima competición europea de fútbol: la Champions League. La presencia de uno de ellos está asegurada, ya que el sorteo decidió que en estos cuartos de final, dos de ellos, FC Barcelona y Atlético de Madrid, se enfrentaran en una de las eliminatorias. Teniendo en cuenta el resultado de la ida (1-1) y que este partido se juega en el Calderón, pues podríamos decir que los rojiblanco parten con cierta ventaja. Yo, como seguidor culé, obviamente prefiero una victoria azulgrana, pero qué queréis que os diga, si han de caer, prefiero que lo sea frente al Atlético que no frente al Real Madrid. Sólo con pensar lo pesaditos que se pondrán en la Castellana ya me da dolor de cabeza. Igualmente, en caso de que fuesen los madrileños los que pasaran, más de uno se iba a chotear de la derrota, pero es algo con lo que muchos no hemos tenido más remedio que aprender a convivir. En cuanto al otro equipo, el Real Madrid, tras su victoria en el Bernabéu por 3-0, todo hace pensar que también pasará.
Pero, pase quien pase, no podremos evitar los múltiples mensajes en los que, tanto unos como otros intentarán convencernos sobre por qué su equipo y no otro será quien se lleve el título, y en caso de no hacerlo, no habrá quien tarde en sacar a la luz supuestas teorías judeo-masónicas en la que están involucradas la UEFA, los árbitros y quién sabe si incluso los Illuminati y los Masones, para que su equipo no consiga tan preciado galardón. Porque, para bien o para mal, al final nos hemos acostumbrado a que, cada vez que nuestro equipo pierda, vengan los personajes de siempre y nos intenten convencer de que la culpa no es del equipo por haber jugado mal, sino de que hay una especie de mano negra que quiere evitar a toda costa que ganen esa competición. Mano negra que, por supuesto, desaparece en cuanto tu equipo ha encadenado un par de vitorias consecutivas o va líder en la Liga.
Desgraciadamente, todos estos mensajes, gracias a (o por culpa de) las redes sociales, se han multiplicado por mucho, pudiendo llegar a muchas más personas, las cuales lo hacen suyos. Da igual que la persona suelte lo primero que le venga a la cabeza y solamente tenga una sospecha como único argumento para respalda lo que diga. Da igual, lo que diga fulanito o menganito, sólo por el hecho de que sale en televisión, tiene que ser cierto. Y si encima los del equipo contrario le contestan, es que es todavía más verdad, porque, de lo contrario, no se picarían. Con todo esto, uno recuerda cómo, hace años, la información que uno podía leer sobre este deporte se limitaba a los programas de televisión como Estudio Estadio o los cuatro periódicos y revistas especializadas. Pero ahora, gracias a internet, cualquiera puede autoerigirse como poseedor de la verdad absoluta.
En este sentido, parece ser que nadie se da cuenta que muchas de estas personas se limitan a decir simplemente lo que sus seguidores quieren leer o escuchar. Un seguidor del Real Madrid, por ejemplo, querrá escuchar de Tomás Roncero que existe una mano negra en contra del Madrid, y si no es líder en la Liga y ha perdido los dos partidos contra el Barcelona es porque el conjunto azulgrana tiene comprados a los árbitros y es de verdad quien dirige el cotarro en lugar de la Federación Española de Fútbol, gracias a la cual ha ganado seis títulos a lo largo de la última década y quién sabe si en unas pocas semanas podría conseguir un nuevo título. Pero eso sí, si es el conjunto blanco quien se acaba llevando el título, es porque el universo vuelve a estar en su sitio de nuevo. Mientras tanto, muchos preguntamos ¿en qué momento todo se fue al carajo? ¿En qué momento el fútbol dejó de ser un deporte con el que pasar las horas del fin de semana para ser un medio de odio? Porque eso es precisamente lo que predican muchos: el odio a otras personas simplemente por ser de un equipo diferente al tuyo. Y mucho me temo que la cosa seguirá así mientras les sigan dando cancha, aunque sé que no lo harán, porque eso da audiencia e ingresos, y es verdaderamente una pena.