Tigre viajó a San Pablo cargado de ilusión en lo que sería una noche histórica más allá de los resultados. Y aunque el primer tiempo finalizó con un 0-2 en parte por la efectividad de los brasileros y la diferencia de calidad individual, lo que debería haber sido una fiesta terminó en escándalo.
El crack Lucas Moura quien descollara junto a Neymar en Sudamericano hace dos años, hoy ya es una realidad. Fue la figura de los 45´ que se disputaron anotando un gol y asistiendo a Osvaldo quien con una vaselina definió la serie apenas pasados los veinte. El gran homenaje que se le realizó se debió a que disputó su último partido en el conjunto paulista ya que fue vendido al PSG por 46 millones de euros. Tigre bien armado en el comienzo, no pudo retomar las riendas del encuentro ante un equipo que es indudablemente superior.
Finalizado el tiempo de adición, comenzó la historia. Primero, los protagonistas de ambos equipos tuvieron alguna disputa dentro del campo. El partido ya estaba caldeado por un codazo a Orban del mencionado Lucas, que además de ser un crack mantiene los vicios de un mundo estúpido que le hace creer que por eso es vivo.
Ingresando al vestuario, los jugadores de Tigre fueron maltratados por la fuerza de seguridad recibiendo palazos y hasta siendo apuntados por un revólver. Las manchas de sangre en la pared que las imágenes de TV pudieron capturar fueron dignas de un combate. Un verdadero escándalo por parte de la “seguridad”, que lejos de brindarle una cobertura al conjunto argentino le hizo pesar la localía de una manera lamentable.
Algunos jugadores de Tigre fueron suturados y otros quedaron marcados por la paliza. Néstor Gorosito, fue el primero en salir del túnel para hablar con los periodistas anunciando que no saldrían a jugar el segundo tiempo por el maltrato sufrido. Hasta ese momento poco se sabía y se hablaba de emboscada. Sin embargo y vergonzosamente, el árbitro chileno Ossés dio por finalizado el partido aduciendo que Tigre no quiso salir a jugar y “abandonó”. Por lo tanto, San Pablo festejó el campeonato.
La noche fue lamentable porque no se jugó al fútbol la cantidad de tiempo establecido y porque un espectáculo terminó en un escándalo policial. En el reparto de culpas, los ya ancestrales dirigentes de la CONMEBOL, con Nicolás Leoz a la cabeza, hicieron caso omiso a los reclamos y en lugar de defender a la víctima, premiaron al San Pablo mientras las cámaras mostraban lo sucedido. La historia en Brasil no es nueva y la rivalidad con los argentinos excede los límites futbolísticos, pero nunca se había llegado a niveles tan graves.
En un país donde se organizarán eventos importantísimos a nivel mundial en próximos años, se dio una muestra de involución total. El fútbol, como tantas otras veces, volvió a quedar en medio de la debacle social y de la coparticipación de las autoridades. En medio de la tiranía, Tigre se vuelve con las manos vacías y el alma pulverizado.