En enero del 2011 pase unos días en Tenerife, isla que visitaba por segunda vez en mi vida, y a la que me alegraba mucho de volver. La última vez que estuve allí fue en agosto del año 2000, y me acerqué desde su vecina La Gomera donde realicé un voluntariado de un mes de duración en el Parque Nacional de Garajonay. En aquella ocasión, pasé aproximadamente una semana en Tenerife, y fue un tiempo bien aprovechado porque subimos al Teide, recorrimos la isla en coche visitando especialmente el norte y algo del sur, y luego unos días yo sola, me alojé en Puerto de la Cruz, desde donde aproveché para visitar Icod de los Vinos. Esta vez no teníamos un plan muy definido porque estuvimos buscando couchsurfers para alojarnos y pensábamos ir allí donde nos surgieran. Después de escribir a muchos de ellos, nos surgieron dos: uno en Costa del Silencio y otro en La Laguna. A mí me pareció estupendo ya que no conocía ninguno de los dos sitios, y para allá nos fuimos sin pensarlo dos veces.
Tenerife es la isla más grande (2.034,38 km²) y más poblada (898.680 habitantes) de las 7 Islas Canarias. Es también la isla más visitada por los turistas. Su famoso Carnaval, es uno de los motivos de recibir tantas visitas, pero también el Teide es el causante, el tercer volcán más grande del mundo desde su base y elevación más alta de España. Esta isla además alberga el símbolo arquitectónico de Canarias, el moderno Auditorio de Tenerife. Además del Parque Nacional de las Cañadas del Teide, otros entornos naturales como los parques rurales del Teno y Anaga, con sus bosques de laurisilva, barrancos y montanas, hacen las delicias de los visitantes. Por si fuera poco, el clima de la isla es muy agradable, con temperaturas entre 20ºC (en invierno) y 28ºC (en verano). Con tantos atractivos, Tenerife bien merece una visita, y si te están entrando ganas de ir, puedes consultar la oferta de hoteles de Destinia.
En este viaje me acompaño mi amiga Marisa, compañera de tantos otros viajes y a la que ya he mencionado en varias ocasiones en mi blog. Nuestro vuelo salía de Madrid muy temprano, a eso de las 6 de la mañana, de un frío día de enero. Me fui por la noche a su casa, casi en pleno centro de Madrid, y allí nos quedamos ultimando preparativos y medio descansando, antes de coger un taxi que nos llevara hasta Cibeles, lugar de donde salía el autobús nocturno al aeropuerto. Eran las 4 de la mañana cuando subíamos al autobús nocturno en Cibeles y poco después llegamos al aeropuerto. Tuvimos tiempo de sobra antes de la salida de nuestro avión que iba al aeropuerto de Tenerife Sur. El vuelo nos salió tiradísimo de precio por Ryanair; no recuerdo ahora cuanto, pero fue muy pero que muy barato. Como podréis imaginar, poco nos faltó para quedarnos dormidas en el avión, trayecto que se nos pasó bien rápido.
Al llegar a Tenerife, nos sentamos un rato a desayunar y descansar, y con un sueño tremendo, cogimos un autobús de la compañía TITSA que nos llevaría a los Acantilados de los Gigantes. Nuestro primer couchsurfer, el que vivía en Costa del Silencio, estaba fuera de casa todo el día, así que para hacer tiempo hasta que volviera, decidimos hacer esta visita al famoso acantilado.
Nos subimos al autobús que nos llevó por varios sitios del sur de Tenerife, tardando un total de dos horas. Pasamos por Los Cristianos, Playa de las Américas, Costa Adeje,… parando cada dos por tres para coger y soltar viajeros. Nos dirigíamos hacia la costa oeste de la isla. Al principio mirábamos por la ventana, pendientes de todo, pero poco a poco el sueño nos fue venciendo y acabamos quedándonos dormidas. Cuando por fin llegamos al pueblo donde se encontraba el acantilado, Santiago del Teide, no teníamos muchas ganas de turismo, y más con las maletas a cuestas.
Los Acantilados de los Gigantes son de origen volcánico, con paredes verticales de alturas entre 300 y 600 m. Los guanches los llamaban “Muralla del Infierno”, ya que eran totalmente infranqueables hacia el interior isleño. Nosotras no sabíamos cómo llegar hasta allí, así que bajamos al pueblo a preguntar. Llegamos al puerto y una amplia zona hostelera. Preguntamos en una tienda de souvenirs y nos dijeron que subiéramos de nuevo por donde habíamos venido y nos metiéramos por una calle de una urbanización, y si continuábamos por esa calle, al final llegaríamos a un sitio desde donde tendríamos buenas vistas de los acantilados.
Así hicimos, aunque nos equivocamos una vez, luego encontramos la calle y la seguimos. Al final llegamos hasta un sitio desde donde las vistas eran estupendas, pero había niebla, como podéis ver en esta foto.
Después nos fuimos al centro del pueblo a buscar un sitio para comer. Encontramos una placita con una iglesia, y allí había varios restaurantes y cafeterías con terrazas que tenían buena pinta. Allí comimos tranquilamente y nos relajamos un rato antes de coger el autobús a Costa del Silencio. La verdad que seguíamos agotadas y sólo pensábamos en llegar a la casa del couchsurfer para dormir.
Cogimos el autobús a Costa del Silencio, y cuando llegamos ya era de noche. Fuimos a buscar al couchsurfer a su trabajo que no quedaba lejos de donde nos dejó el autobús, en la calle principal del pueblo. Este chico trabajaba en Pizza Taxi y salía de trabajar a las 10. Llegamos un poco antes y le estuvimos esperando a que terminara. El chico era de Ucrania y le dio por venirse a vivir aquí hace cosa de un año. No hablamos mucho con él aquella noche, nos fuimos a dormir enseguida, ya que tanto él como nosotras estábamos cansados.
Por la mañana, él se levantó más tarde que nosotras y enseguida se fue a trabajar. Nos dejó las llaves para que tuviéramos la libertad de entrar y salir siempre que quisiéramos. La verdad que el apartamento era de lujo, era típico de vacaciones, con su terracita con vistas y todo. En esa terracita desayunamos tan agusto y felices, disfrutando de nuestras vacaciones.Salimos a dar una vuelta pero la verdad que Costa del Silencio no tenía mucho para ver. Se trata de una urbanización turística que al parecer fundo un belga; de ahí que también la llamen Ten Bel (de Tenerife y Bélgica). Compramos algo en el supermercado para comer y comimos tranquilamente en la terracita del apartamento. Más tarde fuimos a una playa cercana, donde hice estas fotos.
Al día siguiente nos marchábamos de allí, otros couchsurfers nos esperaban. En realidad tuvimos muchísima suerte, ya que encontramos a un couchsurfer en el último momento, solo dos días antes del vuelo. Se llamaba Pablo y era asturiano. Habíamos quedado con él en la Playa de las Galletas, que no quedaba lejos de la Costa del Silencio. Habíamos ido a pasar la mañana a esta famosa playa por ver algo más antes de marcharnos. Esta playa es frecuentada por pescadores, y se ven numerosas embarcaciones que le dan un encanto marinero. Antes de llegar a la playa, atravesamos el barrio de las Galletas, el cual pertenece al término de Arona. Tiene una playa de arena negra y un agradable paseo marítimo con muchos restaurantes de pescado. Nos sentamos a tomar algo en uno mientras esperábamos a Pablo.
Después de un rato, Pablo llegó y se sentó con nosotras. Nos contó cómo llegó a vivir a Tenerife, y al parecer le salió un trabajo en el Instituto de Astrofísica de Canarias, que está en Santa Cristóbal de la Laguna. Llevaba ya cuatro años allí y le encantaba la vida de Canarias. Hacía muchos deportes de aire libre, como senderismo, escalada, submarinismo, parapente, etc, y la isla lo tenía todo para la práctica de estos deportes. Cada fin de semana iba a hacer alguna de estas actividades, lo cual nos producía tremenda envidia. Casi todos sus amigos trabajaban también en el astrofísico y eran de distintos sitios de España. Con ellos compartía muchas de estas actividades, y de hecho más tarde había quedado con ellos para hacer una ruta de senderismo. Nos invitó a unirnos al grupo y nosotras no lo dudamos ni un momento.
Pablo había venido a buscarnos en su coche, así que mejor que mejor. Nos subimos a él y fuimos a por nuestras cosas a casa del otro couchsurfer. Después pusimos rumbo al pueblo donde había quedado con sus amigos. Siento no acordarme del nombre del pueblo ni de la ruta que hicimos después, no tuve el detalle de apuntarlo o si lo apunté no sé ni donde lo tengo. Nos encontramos a sus amigos comiendo un bocadillo en un bar y nosotros también comimos algo con ellos. Allí estaban Oscar, David y Yolanda, un gallego, un madrileño y una vasca, todos ellos compañeros de Pablo en el astrofísico. También estaba Pino, de Gran Canaria, que estaba estudiando un máster en la Universidad de La Laguna, y era compañera de piso de Yolanda. Al poco rato de empezar a hablar con ellos ya nos sentimos acogidas y agusto, era gente muy maja.
Ellos habían visto la ruta en internet pero nunca la habían hecho, así que íbamos un poco a tientas. Tenían impresas las indicaciones de por donde había que ir, pero allí los caminos no estaban marcados ni nada. Encontramos un señor que tenía una casa por la zona donde empezaba la ruta, y nos indicó más o menos. Esta era la vista del pueblo que teníamos desde allí.
Al final hicimos la ruta completa y llegamos hasta los coches sin mayor problema. La verdad que me encantó haber tenido la oportunidad de hacer una ruta de senderismo, y de no haber sido por los couchsurfers no hubiera podido ser. Cosas como esta sólo pasan cuando viajas de couchsurfing, una de las mejores maneras de viajar que conozco.
Y esto no acababa aquí. Nuestros amigos nos llevaron a cenar a un guachinche, restaurante típico canario un poco clandestino, donde a veces hay música y baile en directo. Digo que un poco clandestino porque a menudo está en un edificio antiguo en las afueras de la ciudad, y lo lleva una familia sin estar registrado ni nada. Así era al que fuimos nosotros, en las afueras de San Cristóbal de La Laguna.
Desde el primer momento me encantó el restaurante, era como una casa antigua de pueblo, con decoración tradicional, y había tantos detalles por todas partes, que no paraba de mirar a un lado y a otro.
Y qué decir de la comida, espectacular, qué cosas más ricas y cómo lo disfrutamos. Sin duda que la gastronomía canaria es una maravilla, y aquí en estas fotos de la mesa tenéis una muestra. Las papas con salsa mojo picón es algo bastante conocido, al igual que el gofio, y estos garbanzos que nos recomendaron nuestros amigos, uff, estaban de miedo. Pedimos varios platos para compartir entre todos, así que pudimos probar muchas delicias que deleitaron nuestros paladares.
Allí se nos unieron más amigos de nuestros couchsurfers, y al final llegamos a ser un grupo bastante numeroso. Lo pasamos muy bien y nos echamos unas risas; desde luego que no podía haber mejor manera de acabar el día.
Después fuimos a casa de Yolanda y Pino, las cuales compartían con otra compañera. Nos prepararon el salón para que pudiéramos dormir en él y nos trataron de maravilla. Yo no paraba de decir a Marisa la inmensa suerte que habíamos tenido con estos couchsurfers, y es que independientemente de que la estancia nos saliera gratis, lo mejor era vivir aquella experiencia que no la habríamos vivido si hubiéramos ido de hoteles.
Al día siguiente, Yolanda había quedado con Oscar para hacer snorkel, y nos llevó con ella. Se pusieron sus trajes de neopreno y allí se metieron a snorkelear. Nosotras mientras tanto nos dedicamos a relajarnos y hacernos fotos graciosas en la playa, como esta que veis aquí.
Después fuimos a un mercado tradicional para comprar algo para la comida y la cena de hoy. Allí quedamos con Pablo y así pudimos verle un rato más antes de despedirnos. Le dijimos lo agradecidas que estábamos por su hospitalidad y todo lo que había compartido con nosotras, y le regalamos un vino típico de allí que a él le gustaba mucho. Compramos algo de comida para llevarnos a Madrid, como salsas de mojo picón y otras delicias canarias que no antes no conocíamos. Tras las compras, nos despedimos de Pablo y Yolanda nos llevó a su casa.
Pero ahí no acaba la cosa, aún hay más. Yolanda se ofreció a llevarnos a La Orotava por la tarde. Era genial porque en este viaje estaba viendo sitios que no conocía de Tenerife, y la Orotava era uno de ellos. La Orotava es una famosa población del norte de Tenerife, situada en el Valle de la Orotava, y la arquitectura de sus edificios ha atraído mucho al turismo. Antes de llegar al pueblo, paramos para ver las vistas.
Una vez en el pueblo, caminamos para ver las preciosas calles con sus casitas, una maravilla de sitio que invita a perderse en él.
Y ya de vuelta en San Cristóbal de la Laguna, decidimos invitar a Yolanda a cenar en algún restaurante de comida típica que le gustara, pues estábamos tremendamente agradecidas por el tiempo que nos había dedicado. Nos llevó a un restaurante estupendo, donde seguimos degustando delicias de la gastronomía canaria.
Al día siguiente, nos despedimos de Yolanda cuando se fue al trabajo. Pino se quedaba en casa estudiando, así que decidimos ir a ver el casco histórico de San Cristóbal y luego regresar a por nuestras maletas para continuar con nuestro viaje, que ya estaba llegando a su fin.
San Cristóbal de la Laguna se encuentra en el norte de Tenerife, y fue la antigua capital de las Islas Canarias. Es la segunda ciudad más grande de la isla y la tercera del archipiélago. El centro histórico de La Laguna fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1999. Cuenta con unan famosa universidad, la Universidad de La Laguna, y por ello es considerada la capital cultural de Canarias.
Recorrimos el centro histórico de la ciudad y visitamos antiguos edificios como la Catedral de La Laguna. Aquí podéis ver algunas fotos de lo que vimos.
A eso de la 1 de la tarde regresamos a por maletas, y nos despedimos de Pino, prometiendo mantener el contacto. Le dijimos que no dudara en avisarnos si venía a Madrid. Al parecer era una cinéfila, al igual que Marisa, lo que les llevó a hablar hasta las tantas de la madrugada de la noche anterior sobre el tema. Pino dijo que tenía que ir a Madrid a hacerse con unas cuantas películas de filmoteca, porque en Canarias no era tan fácil conseguir películas raras y poco conocidas.
Cogimos un autobús a Santa Cruz de Tenerife, la capital, donde tampoco había estado antes. Allí teníamos que coger un autobús que nos llevara a Costa del Silencio, donde íbamos a pasar la última noche, en casa del primer couchsurfer. Lo primero que hicimos en Santa Cruz fue buscar un supermercado y comprar comida pues estábamos hambrientas. Después buscamos un parque para comer, y por suerte dimos con el precioso Parque García Sanabria. Con unan extensión de 67.230 m², es el parque urbano más grande de toda Canarias, y fue construido en 1926.
Después de comer recorrimos el parque e hicimos fotos. Eso es todo lo que vimos de Santa Cruz, además del camino hasta la estación, pero estuvo muy bien, no nos quejábamos.
Cogimos un autobús (o quizás mejor debería decir gua gua) hasta El Médano, donde estaba la famosa Montaña Roja. Allí nos bajamos y con nuestras maletas fuimos caminando por la playa para tumbarnos y disfrutar del calorcito de enero que allí teníamos, y que en Madrid no íbamos a tener.
El Médano cuenta con la mayor playa natural de Tenerife, con unos 2 km de longitud (Playa de la Tejita). Cerca de allí está la Montaña Roja, un cráter volcánico de arenas rojizas semiarrasado por la acción erosiva del mar, con una mitad emergida y otra mitad sumergida.
Después de un rato descansando, caminamos por turnos hacia la Montaña Roja, para verla de cerca. Primero fui yo y Marisa se quedó con las cosas, y luego fue ella. Qué mejor manera de acabar el día y ver el atardecer que en aquel lugar tan especial.
Ya cuando estaba anocheciendo, fuimos a la parada de autobús para coger la gua gua a Costa del Silencio. Llegamos de noche y nuestro couchsurfer nos esperaba en su casa esta vez. La suerte nos seguía sonriendo porque se ofreció a llevarnos al aeropuerto en su coche al día siguiente. Nuestro vuelo salía temprano y teníamos que estar allí a las 6 de la mañana, así que si no nos llevaba él, tendríamos que haber cogido un taxi. Decidimos pagarle algo por hacernos aquel favor, ya que el pobre trabajaba mucho y se iba a levantar temprano por nosotras cuando se podía quedar durmiendo. En el aeropuerto nos despedimos de él y le agradecimos su hospitalidad.
Volvimos a Madrid muy contentas, habíamos hecho muchas cosas y visto mucho en unos pocos días. Pero lo mejor fue la experiencia que tuvimos con Couchsurfing en la isla, que además fue bastante improvisada pero salió genial. Fue una breve pero intensa escapada para desconectar de Madrid unos días, y así volver a la rutina con más ganas y alegría, y como no, esperando la llegada del próximo viaje.