Las imágenes en estos papeles se agrupan, solapándose sin orden ni concierto, pero ayudándome a crear. Los recuerdos de excursiones al campo que duermen en el fondo de mi mente afloran en esos momentos en que doy rienda suelta a mi mano, conectada por tendones a los músculos, esclavos del cerebro creador.
El problema surge cuando no hay papeles en blanco a mano y el único modo de aguantar es respirar hondo y dar un paso al frente, sin mirar atrás, como cuando vuelves del monte a oscuras prácticamente, después de haber estado escuchando la llamada del Gran Duque.
