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Por J.C. Vinuesa
ESCENAS DE CAZA EN LA BAJA BAVIERA (Jagdszenen aus Niederbayern, 1969) Peter Fleischmann

Para que las cosas queden claras. Siendo distribuidor, una desaparecida distribuidora de alcance nacional, radicada en Barcelona, me hizo saber que tenía uno de los films alemanes más contundentes de los últimos años, rodado bastante antes de que los Fassbinder, Wolfang Petersen o Völker Scholondorf serían conocidos en España. Así pues me encaminé hacia Barcelona, yo, mis ilusiones. Cuando vi la película en cuestión, como distribuidor, no me preocupé en absoluto de los efectos que iba a tener en taquilla. Simplemente de quede abducido por ella, siendo una de las películas que más recomendé en los círculos de Cine Clubs. Y lo digo, porque hay películas que uno se siente honrado de llevar bajo el brazo. Y Escenas de caza en la Baja Baviera es una de estas. La personalidad de director Peter Fleischmann, dentro de lo que se llamó en las décadas de los 70 y de los 80 el “nuevo cine alemán”. De formación parisina y con un estilo cercano a la Escuela del sur de Alemania, su forma de hacer cine le llevó por caminos independientes cercanos a la marginalidad. Tras años dedicados al cortometraje, en el que sobresalió sobremanera su Encuentro con Fritz Lang (1963), se lanzó al largometraje de ficción con una película que trata de de uno de sus “obsesiones” fundamentales: el problema del mal, examinado desde una perspectiva sociológica.
Por
confesión propia Escenas de caza en la
Baja Baviera iba a tratar de un argumento maligno. No se trata de otra sino
de la caza del hombre en una aldea primitiva a pesar de la cercana civilización
de la sociedad de consumo. Es un mundo cerrado, hostil a todo tipo de
forastero, desconfiado de los movimientos migratorios tan frecuentes en la
Alemania de la postguerra. Abram, un joven mecánico, vuelve al pueblo tras años
de ausencia. Nadie sabe nada exactamente sobre su vida pero pronto comienzan a
esparcirse rumores imprecisos. Se comenta que ha estado en la cárcel y que es
homosexual. Poco a poco una invisible red de rechazo le va cercando. La broma
de mal gusto se transforma progresivamente en amenaza. Cuando Abram decide
abandonar el pueblo es demasiado tarde, La conspiración ha estallado.
Halennore, una casi prostituta a quien todos han “conocido” denuncia al
muchacho como padre del hijo que ella espera. En un momento de desesperación, Abram
apuñala a la muchada. Entonces, comienza la caza de gran estilo, que terminará
con la entrega del desgraciado a la policía.
Fleischmann
plantea en su estilo directo y agresivo sin la menor concesión. La cámara de A.
Derobe en un contrastado claroscuro nos va describiendo a brochazos la vida
dura de la aldea, su religiosidad arcaica, sus costumbres feroces. Ninguno de
los personajes de la misma se libran de
una condenación implícita. Se diría que el mal ha hecho presa en aquella
sociedad y que todos están buscando un chivo expiatorio para librarse de su
huella y poder beber tranquilamente cerveza o participar en la “matanza” del
pueblo. Cualquier concepto de humanidad, hasta el más sencillo aparece
desterrado de aquel pueblo bávaro: Unholzing sonde se rodó la película con la
colaboración de sus habitantes.
Esta
actitud maniquea de la sociedad puede
quitar credibilidad al film, sin embargo, hace subir el tono del contraste con
el estilo casi documental en que fluye una narración suelta, donde no faltan
las observaciones acertadas. En ese mundo de maldad, en realidad quien resulta
inocente es el joven perseguido. Martin Sperr sabe encarnarlo con acierto,
posiblemente porque es el autor de la pieza teatral en que se inspira la
película y tiene bien asimilado el temperamento del protagonista. Junto a él,
Angela Winkler demuestra ya la calidad dramática que en el futuro debía de
hacer de ella una de las mejores actrices del nuevo cine alemán, especialmente
en papeles de personajes “fronterizos”.
Hay que
dar cuenta de la intencionalidad política del film. Fundándose en las teorías
de Korand Lorenz[i]
sobre la agresión individual y colectiva, alude con inequívoca claridad a las
tendencias destructoras de grandes sectores de conciudadanos que explican
determinadas catástrofes de la historia contemporánea. La movilización
colectiva del pueblo contra Abram (nombre que tiene connotaciones muy
explicitas), que en un tiempo provocó la persecución antijudía, se centra ahora
contra un muchacho de sexualidad dudosa y pasado culpable, al menos en la
opinión pública, siempre necesitada de victimas.Film
discutido por unas intenciones excesivamente polarizadas pero que, sin embargo,
la preocupación por denunciar a una sociedad hipócrita y los estilos de
destrucción que en ella anidan, provocan que la película de Fleischmann sea un
título muy interesante. En esta línea iba también su anterior película; El otoño de los gamberros (1967),
estudio sociológico sobre este fenómeno subcultural en la República Federal
Alemana.Estas realizaciones ponen de manifiesto las preocupaciones del joven
realizador,
