Los romanos potenciaron la esclavitud y a partir del siglo I a.c. la exportaron a las ciudades de los territorios conquistados, entre ellos Hispania. En la Sierra Norte de Guadalajara solo había una ciudad, Segontia, en la que cabe sospechar que hubo esclavos (de origen indígena). A partir del siglo I d.c. su presencia aumentó con el modelo romano de explotación agrícola y ganadera. En las granjas próximas a Atienza (Los Bochones y Riofrio de los Llanos) y las villas agrícolas del Henares (Jadraque) y del Sorbe (Beleña) hay constancia del trabajo de esclavos. También trabajaron en la minería (La Nava de Jadraque) y en las salinas (cuenca del rio Salado, próxima a Sigüenza).
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La repoblación posterior a la Reconquista (siglos XII y XIII), que dio origen a la mayoría de nuestros pueblos, no trajo la presencia de esclavos. El surgimiento posterior de Señoríos siguiendo el modelo feudal, propició la existencia de esclavos de los Señores (sobre todo musulmanes), si bien como no habitaban permanentemente en sus posesiones serranas, no hay constancia de ellos.
A finales del siglo XVI había en España 58.000 esclavos, algunos en la Sierra (Cogolludo), como recoge Juan Luis Pérez Arribas en su libro “Demografía e Historia de Cogolludo”: Lorenzo, esclavo del Licenciado Ballestero (1579) y la esclava del cura de San Pedro, don Juan de Valdivieso (1593). Antes de la abolición definitiva de la esclavitud en 1.870, está documentada la existencia en Cogolludo de Isabel María, la esclava de D. José Pérez (1.749) y Juliana, esclava de D. Diego Fernández de Bobadilla, Secretario del Duque de Medinaceli (1.643). De los criados, en un estado de semi-esclavitud hasta bien entrado el siglo XX, hablaremos otro día.
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