¡Empieza un nuevo día! Suena el despertador y nos levantamos con ganas de volar a nuestros nuevos destinos. Entramos en ese armario que tenemos por baño, embalamos todo menos una cosa muy importante que nos dejamos olvidada y de la que no os hemos hablado, el adaptador para los enchufes británicos.
No se puede viajar al Reino Unido, con tu secador, máquina de afeitar, tu cargador de móvil, de cámara, de portátil, de tablet, tan pichi. Allí necesitas un adaptador, si no tu vínculo con la tecnología y electrónica será efímero. A nosotros nos duró dos días, porque lo abandonamos en ese alojamiento triste y nos vimos obligados a tener que, en nuestra excursión, sacar un rato para buscar un lugar donde vendieran uno, que no es que haya uno, hay mil millones de modelos. Recordad y apuntad en la lista: adaptador.
Volviendo al amanecer. Desayunamos de nuevo entregados al full breakfast. Nuestros compañeros de desayuno eran de diferentes nacionalidades y salimos escopetados hacia el Ferry.
Este fue nuestro itinerario para este día: Ubicación en Google Maps
Ya os comentábamos en el anterior capítulo nuestra gran incógnita… ¿Podríamos o no ir a Mull?
Cuando llegamos se nos ilumina la mirada, no hay nadie haciendo cola, falta un rato para que salga el ferry, “Podemossssssssssss” (españoles por el mundo). La respuesta es clara… “NO”…
El “no” es una palabra bastante universal, ahí el oído no es que sea selectivo, es que no escapa a nadie porque suele ir acompañado de un movimiento de cabeza o de dedito de manera horizontal. En Escocia además va acompañado de una sonrisa. Está lleno… pero tenemos para el siguiente. Venga va… pues al siguiente. Compramos el ida y vuelta (por la tarde), y salimos lamentándonos del porqué no lo reservamos por internet. Un viaje sin lamentos por cosas mal hechas no es un viaje de verdad, el encanto de la imperfección….
Y sí, se puede reservar previamente por internet, así que si alguno se plantea querer coger el primero, casi que lo hagáis por internet si es en verano. De verdad, os evitareis el estrés y el movimiento del dedito de lado a lado. Aquí la web, donde consultar horarios, y hacer reserva .
Aprovechamos para tener una vista diurna de Oban, hace fresquito pero el día está precioso. Así que tras poner el ticket al coche, el parquímetro se está convirtiendo en una costumbre muy extendida, nos dejamos llevar por la estampa y contemplamos, a parte de las incansables gaviotas, unos pájaros entre pingüinos y cuervos desconcertantes…
Habíamos leído que a la bahía de Oban se acercaban focas, pero debían haber echado los cortinones y aun no se habían enterado que era de día y las estábamos esperando. Las focas tendrían que esperar…
Llamadnos inocentes, pero el hecho de coger el ferry con el coche nos tenía algo nerviosos. De esos nervios de risa fácil. El ji ji ji ese sin sentido, que uno dice jiji y el otro jejje, y luego a la vez los dos jaja… Muy patético. Pero ahí estábamos los primeros de la fila de coches para entrar en el barco.
No recordamos con exactitud, pero debimos cogerlo hacia las 12 de la mañana y se tardará unos 40 minutos en llegar. Dejas el coche aparcado abajo y te subes a cubierta, mientras vas viendo como Oban se hace chiquitito, chiquitito…
Un viaje muy agradable, y por si a alguien le preocupa no marea. Eso es un monstruo de barco en el que viajan autobuses y todo, no te enteras… El camino sirve para pegar el dedo al disparador de la cámara y no parar. Pero vamos, eso en nosotros es habitual.
Llegamos a la Isla de Mull. Nos han robado dos horas, o mejor dicho, por lelos, las hemos perdido nosotros al no reservar el billete del ferry de forma previa. Al menos como entramos de los primeros, salimos los primeros también.
Mull es la segunda isla más grande de las Islas Hébridas. El ferry te deja en el sur, en Craignure, y Tobermory está al norte. Es la capital y donde se concentra el mayor núcleo de población de la isla. Cuando lo ves, piensas que si ahí es dónde más gente hay… ¿Hay alguien en algún otro lugar?
Cuando se abren las compuertas del Ferry el verde vuelve a ser el protagonista. Desde Mull hasta Tobermory viajas por un cuadro, aparecen florecitas amarillas salpicadas por las laderas, y de nuevo infinitas estampas que te obligan a parar 101 veces para disfrutarlas.Llegamos a Tobermory hacia la 13.15.
En el camino hemos encontrado ovejas salpicadas que nos preocupan. Están tumbadas, creemos que hasta comen tumbadas. De hecho nos hemos cruzado también con anterioridad con algunas vacas y también estaban tumbadas… Con el tiempo, la preocupación por la fauna autóctona se irá convirtiendo en costumbre, y al final llegamos a la conclusión de que, simplemente, viven en paz, en armonía con el ambiente que las rodea.
En Tobermory creemos que no estamos en un sitio real, es pequeño y preciosísimo. Alguien debió pintar un día en un lienzo esta imagen y a raíz de ello crear el pueblo. Es de esos de cuento. Y no es que la arquitectura sea espectacular, es la luz, los colores, el agua, la felicidad que nos invade…
Tampoco hay nada concreto que os queramos recomendar, simplemente que paseéis por su bahía y lo diviséis desde todas las perspectivas posibles.
Decidimos sacar nuestro picnic allí, y no podemos ni masticar se nos cae la mandíbula hacia abajo de lo bonito que es.
Iniciamos la vuelta hacia Craignure. Antes de ponernos en la cola del ferry queremos acercarnos al castillo de Duart. No pretendíamos visitar su interior, pero sí nos apetecía acercarnos a verlo de cerca, ya que desde el ferry, en la ida, habíamos tenido una vista previa de su silueta. Se construyó para el clan de los McLean (ya sabéis que allí lo de los clanes es parte de su Historia) en el s.XIII. Este clan durante la Historia ha perdido y recuperado en varias ocasiones la fortaleza. Para los cinéfilos comentar, que en él se rodaron algunas escenas de la película de La Trampa.
Tras recorrer los exteriores del mismo, disfrutar de las vistas y hacer un poco el payasito dando saltos, nos vamos a la cola del ferry. Nuestra seguridad va creciendo, se nota, ya no somos los primeros de la fila…
Llegamos a Oban tras un viaje que parecía más caribeño que escocés. El sol nos tuesta la cara. Nadie nos va a creer, si las cosas siguen así vamos a volver morenitos de Escocia. A nuestro alrededor hay un grupo organizado de turistas de los que no llegamos a identificar la nacionalidad, el guía les obsequia con una cata de whisky que se están tomando a pleno sol en vasitos de plástico. Menos mal que el viaje es corto, porque la mezcla explosiva podría haber dado lugar a una conga improvisada.
Una vez en tierra, salimos destino Fort William donde pernoctaremos. Vamos algo justos de tiempo pero el paisaje sigue siendo una maravilla. A nuestra izquierda nos acompaña el Loch Lihnne, el más largo de Escocia, que lo hará hasta la mismísima habitación que nos espera, cuya ventana nos muestra su imagen.
Elegimos Fort William para pasar la noche porque habíamos leído que allí había lugares para poder cenar y nos pillaba más o menos bien en nuestro itinerario.
El alojamiento aquí fue uno de los mejores, si no el mejor, Ardlihnne Guest House.
Impresionante habitación con todo tipo de comodidades. Unas vistas maravillosas, un desayuno que no olvidaremos, rico sí, pero nos dio otra nueva lección de aprendizaje… No nos gustan los porrage. De verdad, está bien probar cosas nuevas, para poder decir… NO, no me gusta. Un lugar totalmente recomendable para alojarse, daba gusto descansar en un lugar así, con una maravillosa atención.
Tras registrarnos, seleccionar el desayuno del día siguiente y demás, nos acercamos al corazón de Fort William. Fort William es una calle, ya está, una calle llena de bares, restaurantes y se acabó. Y está muy bien para alojarse y tener donde cenar si llegas antes de las 9. Damos fe, porque a las 21:10 no nos daban de cenar en ningún lado. Como positivo, a poca distancia tienes un McDonalds que abre hasta más tarde. Pero es que en Escocia, no apetece…, por mucho que se llame Mac y recuerde a los clanes escoceses, no deja de ser una hamburguesería estándar para la supervivencia. Llevábamos un pub escocés, un fish and chips, y esa noche los únicos que nos dieron de cenar pasadas las 21:00 fue un restaurante hindú.
Perdidos en la comida hindú, la selección fue complicada. Nos aconsejaron, y salimos con la boca y el estómago como el Windsor (sí, ese rascacielos calcinado que ya no existe en Madrid). Alguna venganza por algo debió ser…. El restaurante por dentro agradable y bonito. La cocina no la podemos calificar por no ser conocedores de este tipo de comida y poco amantes de los alimentos muy especiados.
Con el estómago bien caliente, salimos a la calle. Muy poquita gente pasea por ella, y los pocos que lo hacemos hablamos castellano… Nos resistimos a renunciar a nuestros horarios, a pesar de que el cansancio está presente.
Llegamos a la super habitación… y nos dejamos caer… abatidos, haciendo una revisión a nuestras fotos. Y seamos sinceros, un poco asustados, porque al día siguiente nos esperaba otro ferry para el que tampoco teníamos billetes sacados destino la Isla de Skye… pero antes teníamos que hacer un par de paraditas…
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Revista Cultura y Ocio
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