Parece mentira, pero sobre esta maraña de coches vimos halcones, milanos y cigüeñas
Javier Rico
Supone un gran triunfo que una cuarta parte de un grupo de veinte estudiantes muestre un interés superlativo en conocer, mirar, buscar y preguntar sobre las aves que vamos viendo. Y una gran satisfacción por nuestra parte. Esto nos pasó durante nuestro último pajareo urbano con alumnas y alumnos de cuarto de secundaria del Colegio María Inmaculada de Carabanchel, en Madrid. En unas edades difíciles, donde las pantallas y el cénit de la adolescencia desplazan a cualquier ave como centro de atención, el halcón peregrino, la cigüeña blanca y el pito real lograron desviar esa atención.
El Colegio María Inmaculada, como el CEIP El Greco de Villaverde, es todo un clásico en nuestras rutas. Desde el primer momento Juanjo y Rosa, dos profes de este centro escolar ubicado en el distrito madrileño de Carabanchel, han confiado en nuestras rutas y van tres años realizándolas con ellos. Es posible que esta recurrencia esté labrando una cantera de futuros y futuras ornitólogos u observadores de aves que empieza a dar sus frutos.
“Yo no sé si me propondría vivir de todo esto que nos has explicado y visto, pero seguro que me aficiono a observar las aves”. Frase rotunda, mágica, que justifica por sí sola una salida como las que hacemos para que los escolares conozcan y aprendan a valorar la biodiversidad más cercana a sus centros; aves mediante, claro.
La historia de Cigu mantiene atenta a la concsurrencia, tenga la edad que tenga
Pero no fue solo de un escolar del que recibimos estas buenas vibraciones; fueron varios. De hecho, acabamos con una escolta muy pegada a nosotras de cinco estudiantes que no se querían perder por nada del mundo a la siguiente especie que viéramos u oyéramos, fuera agateador común, abubilla, herrerillo común o verdecillo. Una de las alumnas nos superó incluso en sagacidad visual en eso de “profe, esa que vuela allí a lo lejos ¿es nueva, no?”
“Me pensaba que esta actividad iba a ser un rollo, pero está muy bien”. Otra frase que captamos al vuelo, que comentaron entre ellos y ellas, y que mantuvieron la buena sintonía dentro del grupo, a pesar de que la ruta se alargara al final casi cuatro horas. Sí, es cierto que también les sirve de excusa para chuparse alguna clase, pero nuestra experiencia con cientos de adolescentes nos dice cuándo se quiere prolongar por interés sincero y cuando es “por el interés te quiero, Andrés”.
En el estanque del parque de Las Cruces tocaba admirar a las parejas de ánades azulones
También es cierto que pocas actividades cuentan con el aliciente de que, así, de sopetón, nada más empezar el recorrido, permiten ver en libertad al animal más veloz del mundo: posado en lo alto de un edificio o dándose un garbeo en busca de alguna paloma despistada. Sí, es el halcón peregrino. Y todo entre parques y jardines urbanos de Carabanchel y Latina.
Si a las peripecias del halcón peregrino (inexistente para el cien por cien de las personas que salen del metro y nos miran atónitas mientras la chavalería observa a través del telescopio) le añadimos otros puntos fuertes de la ornitología urbana de estas fechas, la actividad pasa a ser “tó guapa”. Por ejemplo: una cigüeña blanca que nos sobrevuela y se posa enfrente, a cien metros, sobre uno álamo; el vuelo en círculo de tres milanos negros; y los escarceos amorosos de dos verdecillos”.
Momento en que el grupo más volcado con la actividad se queda prendado del pito real
Hubo más premios en forma de cernícalo vulgar, ánade azulón, mosquitero común, gorrión molinero o avión común, pero, sin duda, el momento que acabó por enganchar del todo a la concurrencia (y muy especialmente a “la escolta de los cinco”) fue la escalada álamo arriba de un pito real. Ayudó que el pájaro carpintero en cuestión se mostrara confiado y con ganas también de ser útil en la ruta. El resto lo pusieron los escolares, entusiasmados por ver por primera vez con este detalle y dedicación a un vecino suyo habitual.
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