Revista Cine
Cuando conocí la primavera las flores eran más brillantes, sus suaves pétalos tocaban con sus colores nuestros sueños; las nubes tan eran suaves con ese blanco luminoso y el agua, fresca recorría el alma inundándola de eso que llaman felicidad. Ese día en que nos enamoramos todo era más bonito, más alegre, era un día de amor.
La campiña era un paraíso en la tierra donde nuestros gritos alegres y ruidosos se confundían con el viento, Yo corría cuesta abajo, tú lo hacías también. No podía dejar de abrazarte ni tú a mi tampoco; el cielo tan azul viraba en lo alto de mi cabeza cuando me hacías girar en tus brazos. Ese día en que nos enamoramos todo era más bonito, sin prisas, era un día de los dos.
A tus ojos yo era suavidad, rosa y dulzura. Tu para los míos eras vibrante, fortaleza y vida. Caminamos horas oyendo el concierto de la naturaleza alrededor, te miré y pude observar como tus cabellos siempre rebeldes se agitaban en la brisa, ese semblante otras veces serio se mostraba encantador y relajado, entonces supe que eras lo que faltaba a mi vida, lo que quería para mí. La soledad ya lejana se veía tenebrosa a mis espaldas, no quería regresar. Ese día que me enamoré, todo era más bonito, era un día lleno de ti.
Hoy de nuevo en la colina te recuerdo, a lo lejos el paisaje una vez alegre solo me trae melancolía. La flores que una vez me trajeron alegría cubren tu ultima morada, una lapida a mis pies entre tanta hierba fresca es la única evidencia de que estas allí. Desde tu partida solo conozco inviernos fríos, secos, ásperos y sin luz; me calan hasta los huesos y no es el fuego lo que me conforta sino ese día en que conocí la primavera contigo, ese día que nos enamoramos y que yo era feliz.