Fruto de la colaboración entre Pedro Masó y el zaragozano José María Forqué, Accidente 703 (1962) parte de una interesante premisa: las distintas razones por las que un variopinto grupo de conductores pasa de largo del lugar de un accidente de automóvil en la (por entonces) carretera Madrid-Zaragoza-Barcelona (la Nacional II de toda la vida, hoy Autovía de Aragón). Recibido aviso del accidente, un guardia civil (Jesús Puente) se pone en contacto con la esposa del fallecido (Julia Gutiérrez Caba) para que identifique el cuerpo y también a la mujer que viajaba con él, que está agonizando en la mesa de operaciones del hospital. De entrada, por tanto, nos encontramos con el drama de una mujer que, a la pérdida de su esposo añade el sufrimiento por la incertidumbre derivada de quién es esa mujer, más joven y bonita, y además embarazada, que le acompañaba en el coche.
A partir de este punto, asistimos a un gran flashback que recoge un puñado de acontecimientos que tuvieron lugar en distintos puntos de la ruta durante la jornada del accidente y que, más tarde o más temprano, tenían que confluir en el lugar del siniestro. Desde Madrid, un importante empresario sale hacia Barcelona en compañía de una de sus empleadas y amante, a la que tiene pensado abandonar; en Guadalajara, un gris empleado de un banco debe llevar el dinero de la nómina a una empresa para efectuar los pagos semanales, pero se equivoca en el tren y debe viajar en moto sin que sus jefes se enteren; en Alhama de Aragón, una pareja de recién casados recibe un (poco fiable, en este caso) Seat 600 como regalo, y lo estrenan viajando hacia Madrid en compañia de una tía de la novia, sorda y plasta como no hay dos; en Zaragoza, una joven embarazada acude a la llegada de su novio, camionero con base en Barcelona que está en tránsito hacia Madrid, para contarle lo que lleva dentro; desde Barcelona, un grupo de yuppies ociosos, hijos de papá, apuesta en una carrera con sus coches deportivos por ver quién es el primero en llegar a Madrid y volver… Actores y actrices como Nuria Torray, Carlos Estrada, Susana Campos, José Luis López Vázquez, Manolo Gómez Bur, José María Caffarel, Carlos Cores o Manuel Alexandre completan el reparto de esta coproducción hispano-argentina que con el paso de los minutos va disolviendo su atractivo planteamiento para conformar una historia demasiado subordinada a las exigencias censoras de la moralidad católica imperante, aunque merezca al menos un visionado por la originalidad de su arranque y primer desarrollo, que se plasma en el uso, décadas más tarde convertido en moda, del recurso a la narración fragmentada, a las historias paralelas destinadas a unirse en un determinado punto narrativo.
La película, que toma el título del informe del atestado que recoge el accidente, y que por riguroso orden de llegada recibe el número 703, supone además un curioso acercamiento hispánico al género de la road-movie, imperfecto técnicamente (penosas las secuencias de adelantamiento), muy irregular narrativamente, y lastrado en definitiva por sus concesiones finales a esa moral de bolsillo propia del régimen merced a la cual todos los personajes reciben su recompensa o su castigo en función de cuál ha sido su comportamiento a lo largo del metraje, o bien aceptan voluntariamente sus responsabilidades y la pena que el destino les imponga porque se vuelven súbitamente conscientes de sus pecados. Especialmente llamativo y ejemplificador de lo enfermizo de estos planteamientos morales es la evolución del personaje de Julia Gutiérrez Caba, que sólo decide lamentar la muerte de su esposo cuando averigua la identidad de la joven que le acompañaba en el vehículo accidentado.
Tercera película estrenada por Forqué , Accidente 703 destaca por sus abundantes localizaciones, fruto de la naturaleza de su trama y personajes, que incluyen Barcelona, Lérida, Zaragoza (Puente de Piedra, Paseo Echegaray, San Vicente de Paúl, Plaza de España, Coso, Paseo de la Independencia…), Alhama de Aragón, Guadalajara y Madrid, además de un puñado de escenarios rurales a lo largo del camino, así como por el tratamiento, a todas luces ligero y como único pretexto para la exposición desnuda de ese “deber ser” moral de la dictadura, de temas como el adulterio o los embarazos imprevistos, una forma, aunque sea en negativo, de mostrar que la realidad de aquellos tiempos, como de estos, poco o nada tiene que ver con los preceptos morales sobre el papel diseñados por los responsables de la Iglesia. Sin embargo, aunque de estructura melodramática, el film no acierta a la hora de combinar los momentos dramáticos con los humorísticos, centrados en el recién estrenado matrimonio de la pareja casada en Alhama de Aragón (sobre todo en las ganas que el personaje de López Vázquez tiene de esquivar a la tía de su mujer y poder quedarse a solas con ella para…; por supuesto, estando ya casados, que la moral católica es la moral católica…) y en la acumulación de desgracias que sufre el personaje de Gómez Bur en su ansioso cumplimiento del deber para con su banco y sus deseos de ascender para poder casarse.
Accidente 703 supone, por tanto, una rareza parcialmente disfrutable, en la que el ligero suspense se sigue con menor interés que la labor de los guionistas por encajar las distintas piezas con algo de coherencia (finalmente basada únicamente en un azar demasiado cogido por los pelos), y que sirve igualmente como documento sociológico acerca de la época, las tensiones entre la realidad de la gente en contraposición a la realidad pretendida desde los directores de la moral colectiva, así como en altavoz de ese mal que, ya entonces, se advertía como resultado de cierta manera de entender el progreso y la modernización: la deshumanización, la indiferencia hacia la desgracia ajena, la construcción de un mundo mucho mejor comunicado pero lleno de extraños, de desconocidos, de gente que considera a la otra gente como algo ajeno a ella.