Revista Diario

Esfuerzo, honestidad, verdad y justicia

Por Chak

A veces, basta con tener unos días fuera de la oficina para darse cuenta de varias cosas. La primera es que la vida es mucho más que ir al trabajo y tratar de hacer lo mejor posible para obtener dinero a cambio. El problema con esto es que la vida entera se va en solo trabajar. Pero cuando hay vacaciones y te quedas en casa, entonces ves con tristeza dos dos cosas: la primera es que en la oficina todo sigue igual sin ti. En última estancia si llegas a faltar, o si te corren, pues no pasa nada. La chamba se saca como si nada. Es decir, somos completamente reemplazables. No hay gran novedad con eso. La otra cosa que queda al descubierto es que fuera de la oficina, lejos de la rutina del trabajo, el lenguaje que a diario ocupo, las funciones que a diario realizo, muy independientemente de mi trabajo, el resto de la ciudad se ocupa de lo suyo sin mayor miramiento. Tampoco hay gran novedad en esto. Lo sé. Se sabe. Cada uno de nosotros se ve inmerso en una pequeña burbuja que es la vida laboral, la vida de familia, con los amigos y todo está bien y es normal. Pero fuera de esto existen otras burbujas que se van interrelacionando, se van tocando, se van rompiendo y uniendo unas con otras, cada una con sus respectivos protagonistas, con su propio lenguaje, su propia cadencia su ritmo de trabajo. Hace un par de días pasé frente a un local donde venden lámparas, luces, focos, cables, enchufes... Un pequeño local. Todo estaba encendido y al pie de la calle, estaba un grupo de señores sentados frente a una mesa jugando baraja. Supongo que estaban a la espera de que llegaran clientes. Quiero suponer eso. La verdad es que esa tienda, junto con una abarrotería que abre todos los días sus puertas con absolutamente nada en sus estantes y vitrinas, me hace creer oscuramente que si venden algo y si viven de las ventas, definitivamente no es nada legal. En el fondo pensé: quisiera tener una tienda y sentarme afuera de ella con mis camaradas a jugar baraja y beber todos el día a la espera de clientes. En la tarde, cumplida la jornada, bajar la cortina e ir a casa con la satisfacción de llevar el dinero necesario para satisfacer las necesidades de la casa y dormir cansado y con la conciencia tranquila. O abrir la abarrotería totalmente vacía, no vender nada, no hacer nada y ganar dinero suficiente para llevar una buena vida. Sí eso quisiera. Tener esa vida de holganazería y sobrevivir. Nada ilegal, eso sí no. Pero sí algo lejos del estrés y las grillas y los golpes bajos, las amenazas y los malos tratos. Trabajar temprano y en las tardes comer con la familia y dedicar más tiempo a los niños. Eso, sobre todo eso; dedicar más tiempo a los niños. Necesitan que les diga NO. Requieren de atención de que les pongamos un alto, un DEFINITIVAMENTE ESO NO. Pero al parecer es el mismo problema para todos los niños Al menos eso nos han dicho la psicóloga: es una epidemia. Mal de muchos... Les tengo envidia a todos esos haraganes que andan en la calle fumando y tomando y haciendo que hacen y no hacen nada. Supongo que tienen papás, novias hijos, esposas, amantes, amigos que los mantienen, que les tienen lástima, o complicidad, o algo tienen o sienten hacia ello que los mantienen. Qué belleza. No trabajar. Haraganear y seguir en esta vida como tan frescos, con la frente en alto... Esta sociedad tristemente no solo lo toleras, sino que a veces alienta y promueve a esas lacras callejeras, esas rémoras, parásitos entrenados para exprimir a quien se deje. Conozco a uno de esa especie y lleva como tres año viviendo en mi departamento sin pagar renta. Pero el tiempo se le está acabando. Pronto lo echaré con todo y su descendencia. De ahí la importancia de estar con los niños, de formarlos en la cultura del esfuerzo y la honestidad, la verdad y la justicia. Son estas últimas palabras que para infortunio de la gente en general, de tanto escucharlo por parte de los políticos, le han quitado todo valor, todo peso, toda trascendencia. En boca de ellos son palabras huecas, sin sentido. En boca de nosotros, los papás, incluso los maestros que se atreven a mencionarlas, son pura fantasía, nunca un concepto aspiracional. Triste. Muy triste. Terminaron mis días libres de la oficina. Mañana regreso a mi rutina de todos los días. Buena o mala, ahí sigue. Sin el tiempo necesario para pasar con mis hijos y mi esposa, pero al menos regreso a casa fatigado y con la certeza de que lo que hago no es timar a la gente que quiero y mi trabajo es legal y honesto. Con paga siempre insuficiente y explotación al máximo... pero bueno, esto es México.


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