Quiere ser periodista para hacer llegar la voz de su pueblo al mundo. Desde Idomeni, junto a la frontera cerrada de Macedonia. Foto: Alberto Sicilia
Desde que la Unión Europea decidió sacarse de encima a las personas que huyen de la guerra (no sólo de Siria) mediante el vergonzoso acuerdo con Turquía, llevo preguntándome si la mayoría de la población europea es lo que sus dirigentes políticos han demostrado ser: burócratas despreciables, hipócritas, carentes de decencia y de empatía.
La UE está procediendo a la detención y posterior deportación de refugiados de guerra (que no llegan a serlo porque se les niega el derecho de asilo) a un país ejemplar en la violación de derechos humanos. Mientras recibe el soborno de 6.000 millones de euros por ejercer de guardián fronterizo/segurata de discoteca de la aseada y siempre políticamente correcta Europa, el régimen fascista de Erdogan bombardea impunemente al pueblo kurdo.
Todo da mucho asco. Confieso que mi capacidad de análisis ha sido superada por completo. No puedo racionalizar decisiones que, se mire por donde se mire, pisotean todos los tratados internacionales en materia de derechos humanos y pisotean la dignidad de personas a las que sólo les queda eso, dignidad. Así que escribo desde la rabia y la impotencia.
Turquía masacra a los kurdos; Israel, a los palestinos; Arabia Saudí bombardea sin piedad, desde hace un año, al pueblo yemení, fuera de los focos mediáticos. Arabia, esa dictadura sanguinaria amiga, a la que vendemos todas las armas que podemos, con la que cerramos grandes acuerdos comerciales para nuestras empresas constructoras, de cuyo petróleo nos proveemos. Asco.
El mundo “libre”, el que tiene la exclusiva de la superioridad moral, mira hacia otro lado. Es experto en ello. La Europa que era sinónimo de solidaridad, respeto y acogida ni siquiera es capaz de atender a quienes huyen de las guerras que en buena parte ha alentado o, directamente, provocado.
¿Los europeos somos eso?
Llevo días preguntándomelo. Pero, claro, quizás el error de base está en considerar a Europa como un todo. En verdad, los españoles, los franceses, los británicos, los griegos, los suecos, los alemanes tenemos tanto en común como lo puedan tener los chinos, los malayos, los japoneses, los vietnamitas o los tailandeses. ¿Consideramos a esos pueblos como un todo llamado Asia? No, obviamente.
Europa no es más que una etiqueta geográfica. Durante estos días ha quedado más que patente. La unión que dicen formar algunos de los estados del continente no es más que una conjunción de intereses económicos. Se trata de una unión monetaria cuyo único objetivo es facilitar los negocios e intercambios comerciales. La historia reciente se empeña en demostrar una y otra vez que cuando se ha pretendido explorar la unidad política y social, las barreras nacionales han resultado infranqueables.
La cesión de soberanía se ha aceptado en cuestiones que, en realidad, poco tienen que ver con la identidad. ¿Ha mejorado esa unión la vida de las personas? No la de las más humildes, desde luego.
¿Y qué ha pasado en cuanto se nos ha venido encima un reto tan fenomenal como el de los refugiados? Que los estados se han replegado en sus fronteras. Lejos de actuar como un todo, como un verdadero ente político, cada uno de sus miembros ha querido proteger su identidad nacional. Es deplorable la forma como han estado mercadeando con personas que huyen de la desesperación, cómo se las ha tratado como simples números, como cabezas de ganado, como cuotas que asumir a regañadientes, para finalmente cerrarles la puerta en las narices.
Es muy grave, y me pregunto: ¿somos así? ¿Estamos mayoritariamente de acuerdo con el aldeanismo de nuestros gobernantes, con esa dimisión de la humanidad? ¿Aceptamos como algo inevitable, igual que cuando ocurre un terremoto o una inundación, que no se puede hacer más? ¿Y aceptamos, por tanto, ceder a las “tesis” del populismo de derechas, ese populismo asqueroso que no hace más que alimentar el resurgimiento del fascismo?
¿Cuántos somos los que escribimos indignados en espacios como éste, en las redes sociales, y qué representatividad tenemos? ¿Cuántos los que salen a la calle a mostrar su solidaridad con las víctimas y su rechazo a la burocracia asquerosa? ¿Cuántos los que dedican algún minuto cada día a pensar en esas personas atrapadas entre la impotencia y la muerte, y ese pensamiento les lleva a apretar los puños y los dientes de rabia? ¿Somos muchos? ¿Representamos el sentir de la(s) sociedad(es) europea(s)? Y si es así, ¿por qué permitimos y aceptamos que nuestros gobernantes firmen basura indecente como ese acuerdo?
Si yo me siento así, no puedo imaginar qué deben sentir los periodistas, fotógrafos, activistas que se encuentran en lugares como la isla de Lesbos, Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia, o en cualquier otro punto (campo) de concentración a donde llegan esas personas que sólo pretenden tener una vida digna, lejos de la guerra, y se encuentran con alambradas de espino y vallas cerradas, que acampan sobre el barro, esperando a que las encierren entre rejas y las transporten como al ganado, a algún lugar lejos de las cámaras, donde seguirán siendo sólo números anónimos.
Os dejo algunas direcciones en redes sociales de entidades y periodistas que está cubriendo el drama de los (no)refugiados sobre el terreno, de manera totalmente independiente, informando y echando una mano en tareas humanitarias. Vale mucho la pena seguirlos: Fotomovimiento, Proactiva Open Arms, Alberto Sicilia, Hibai Arbide.
Y comparto un par de artículos. El primero, de la eurodiputada de Izquierda Unida, Marina Albiol, en ctxt (diario digital que es aire fresco en el casposo y reaccionario panorama mediático español). Una crítica rotunda al ‘Acuerdo de la vergüenza’ con Turquía. El segundo lo escribe el periodista Joan Cañete en su blog ‘Décima avenida’ (imprescindible para entender un poco mejor qué ocurre en Oriente Medio). El título lo dice todo: ‘Bombardeemos Idomeni’. Lo escribió la mañana del día 22, tras los deplorables atentados de Daesh en Bruselas. Poco tardó el asqueroso populismo xenófobo de derechas en culpar al Islam, así que, para acabar con los problemas de una vez, ¿por qué no bombardear a los refugiados? Total, tirarles bombas en suelo europeo (en Siria, Afganistán e Irak se las hemos lanzado de todas las formas y tamaños) es lo único que falta.
Sólo una cosa más. Por favor, no me llaméis europeo. Yo no comparto esta idea de Europa, así que dimito.