Esos pequeños momentos que la vida te otorga después de muchos pequeños esfuerzos diarios, otros esfuerzos no tan pequeños y situaciones en las que te sientes malabarista de circo.
Pequeños momentos de gloria, pequeños momentos en los que cada célula de tu cuerpo se llena de auténtica felicidad, de una sensación incontenible dentro de ti, que ha de brotar hacia fuera, porque no puedes contenerla.
Esos momentos en los que gritarías a los cuatro vientos ¡GRACIAS DIOS MÍO!, y que se marcan en tus neuronas para toda la vida, esos instantes que consiguen borrar el sufrimiento, los esfuerzos, los sacrificios, los malos ratos, los días en los que quisiste tirar la toalla, y en los que piensas, soy muy afortunada, porque mi esfuerzo ha merecido la pena.
En estos pequeños momentos, es cuando miro al cielo, y después hacia mi interior, y me doy cuenta de que debo seguir aprendiendo, de que debo seguir esforzándome pero también se que voy en el camino correcto en esta aventura de ser madre.
Tener 3 + 1 razones para levantarte cada día es el mejor de los estimulantes. Esta entrada quiero dedicarla a mis tres soles (Ana, Lucía y Blanca) y por supuesto a mi apadrinado al que adoro, y por supuesto a mi marido. ¡Os quiero familia!