Revista En Femenino

La delegada de la clase

Por Ana María Ros Domínguez @anaroski

Esta mañana me he levantado acordándome de una compañera de toda la vida del colegio, Rosa Llerena. Era una alumna brillante, trabajadora como la que más, de calificaciones excelentes, pero sobre todo buena persona. Siempre, siempre, siempre estaba allí para ayudar a todas sus compañeras, incluso a aquellas que como yo eran despistadas y desordenadas.

¡Cuántas veces me prestó los apuntes que no me daba tiempo a copiar porque me distraía contando musarañas o recreando en mi mente aquella escena trepidante del libro de misterio y aventuras que me acababa de leer!

Rosa, ya apuntaba en su infancia a que sería una mujer brillante, era algo tan evidente y seguro como que tú estás ahora mismo leyendo este artículo de bitácora.

Siempre estaba en todas las quinielas para delegada de curso porque lo que sentíamos por ella era auténtica y sincera admiración. ¡Cuántas veces la he puesto como ejemplo ante mis hijas!

Y es que con casi 50 años, que serán los que me caerán en diciembre, aún puedo sentir muchos momentos entrañables y emocionantes, como esos comienzos de curso, ese año nuevo escolar en el que siempre me prometía a mi misma hacerlo mejor para que mi madre se sintiera orgullosa de mí, aunque supiera que eso significara luchar contra mi déficit de atención e hiperactividad.

Pero ni mi déficit de atención, ni mi hiperactividad me impidieron tener un marcado sentido de la justicia, por eso, cuando al comienzo de ese curso la profesora nos convocaba para elegir una delegada de clase, siempre que compartimos clase ponía su nombre: Rosa Llerena. Porque consideraba que era de justicia que una compañera ejemplar representara a todo nuestro grupo. Sus cualidades te hacían no solo admirarla, sino quererla y apreciarla a nivel personal, hasta el punto de que a pesar del paso de los años, se me sigue volcando el corazón cuando la veo por la calle, y mi sonrisa al saludarla es tan grande que sería capaz de dar luz a la más oscura de las plazas.

Y es que para que cualquier relación en la vida funcione es necesario que exista un ingrediente primordial: la admiración. Sin la admiración no puede haber lealtad, ni compromiso, porque si no admiras a alguien no eres capaz de confiar, y si no confías no puedes comprometerte, y si no te comprometes es difícil ser leal a alguien o algo en lo que no crees.

La admiración es además el sentimiento que más unifica e iguala a dos personas, si tu admiras a tu igual, a tu amigo, a un familiar, a un vecino o a un compañero de trabajo es porque has encontrado en esa persona una referencia o una cualidad que te inspira a superarte. Y lo mejor, la admiración no es concepto que se refiera a seres superiores o inferiores, todo lo contrario, porque toda persona importa por pequeña que a sí misma se vea, y todos tenemos algo que nos hace únicos y especiales.

Y con este concepto de admiración y justicia he ido creciendo, madurando, caminando por la vida, como dice Melendi, intentando ser coherente conmigo misma y con los demás.

Y ahora aquí estoy, recordando los procesos electorales más básicos a los que nos enfrentamos las personas: la elección de delegado de curso, mientras que reflexiono sobre para quién irá mi voto mañana.

En 2019 lo tenía muy claro, porque esas sensaciones que de pequeña me transmitía mi admirada Rosa Llerena, las tenía gracias a los valores de personas muy importantes para mí, Ángela Mulas, Carlos Zambrano y Agustín Rosety. A Carlos y Ángela ya les conocía, pero lo de Agustín fue todo un descubrimiento y doy gracias a Dios por ponerlo en mi camino.

Ahora, todo es distinto. ¡Cuánto me acuerdo de mi madre y de su teoría sobre las listas abiertas! Ojalá mañana fuera posible votar en listas abiertas, porque para mí sería mucho más fácil.

Entre algunos representantes de otras formaciones, de los que contarían con mi apoyo seguro, estarían: Bruno García León, al que tuve el honor de tener como jefe en el Ayuntamiento de Cádiz y al que le tengo muchísimo cariño, Ascensión Hita, una mujer de bandera, y a la buena de María José de Alba, a quién votaría 100 veces si pudiera porque me quedaría corta en halagos. También votaría a Rocío Ruíz de Ciudadanos, me ha parecido una buena mujer humilde, coherente y con mucho sentido común, aunque su ideario y el mío discrepen en muchas cosas, incluso daría mi apoyo a Noelia Ruíz del Psoe, la diputada más prolífica de la XI en la Legislatura de Cádiz.

Si hay algo seguro, es que si Ángela Mulas estuviera en la lista de VOX, habría votado sin lugar a dudas al que ha sido mi partido hasta el pasado mes de marzo, porque cuando he visto a Ángela en cada acto, en cada jornada de trabajo, o en su trato personal, cariñoso y cercano para los afiliados y simpatizantes, siento esa misma admiración que cuando era niña y me quedaba mirando a Rosa pensando, ojalá algún día llegue a ser como tú.

Pero la realidad es otra, no hay listas abiertas, y la única decisión que tengo clara es que iré a votar, porque, me vais a permitir que vuelva a citar a esa mujer que me dio la vida, en este país se ha derramado demasiada sangre para quedarnos en casa. Votar es un derecho pero también es una obligación, y yo mañana pienso cumplir con ella.

Así que esta tarde justo antes del atardecer me iré a la playa con mis perros, y caminaré por la orilla con el agua acariciándome los pies, tomaré aire y miraré la puesta de sol, intentando buscar la inspiración, y si no, al llegar a casa, rezaré, rezaré al Espíritu Santo para que de luz sobre qué he de hacer, porque sin esa admiración, es difícil ir con ilusión a participar de la fiesta de la democracia.

Nunca me he considerado un hooligan, he sido crítica cuando he tenido que serlo, y ahora empezando a jugar en mi último cuarto de moneda no voy a cambiar. Las hinchadas para el fútbol, en las elecciones políticas debe primar el sentido común, y para mí ese sentido común se compone de dos partes: Ideario y personas. Si uno de los dos falla, se me hace cuesta arriba tomar una decisión.

Quizás por eso, los expertos en neuropolítica afirmen que muchas personas deciden el voto en el propio colegio electoral, yo antes no lo entendía, pero mañana yo entraré a formar parte de esa estadística.


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